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Por: María José Canchila / Fotos: Andrés Villar

En el Carnaval se venden sancochos de gallina, de mondongo, arroz de coco, dulces de guayaba, dulce de ñame y guandul. Es la cultura culinaria del Atlántico, que ahora se expresa en las deliciosas Alegrías de don Fermín. 

Fermín Charris tiene las manos benditas y el alma llena de satisfacción. Si algo disfruta este hombre es de poder alegrar el paladar, y de paso el corazón, de cada persona que prueba sus creaciones. El único fabricante de alegrías en Juan de Acosta, municipio del departamento del Atlántico, conserva las raíces inculcadas por su madre.

De los ocho hijos, es el único que conoce el procedimiento de transformar el popular cereal del millo en alimentos como el bollo, la mazamorra, las arepas, la chicha, el arroz y, por supuesto, la insigne alegría propia del festival.

Justo ahí, en el barrio Las Flores, está su casa en la que hay un par de abuelos sentados a la entrada. Lo primero que se logra ver es la sala y junto a ella, la cocina, que da lugar inmediatamente al patio. La vegetación rodea el lugar con variedad de especies, algo común de la localidad. Hay corales, cara de burro, cayena, alpaca, entre otras.

Fermín es alto, moreno, de cabellos canosos y con bigote de apariencia similar. Un señor adulto, pero de aspecto fuerte, perteneciente a una familia conformada por su esposa Estela y tres hijas.

Fermín es fiel al oficio de la creación de alegrías en el municipio, un dulce en forma circular bañado en miel hecho de coco y panela, consumido más frecuentemente para el mes de febrero en el marco del Reinado del Millo.

Él lleva puesta unas bermudas en jean y una camiseta blanca mientras vierte en una ponchera lo que se conoce como el millo desgranado, visto como pequeñas crispetas listas para ser tostadas dentro de un gran caldero y luego hacer la respectiva mezcla con la miel (preparada por aparte), hasta llegar a encontrarse en su punto justo.

Hoy es 10 de febrero, faltan 6 días para el Reinado y se da inicio a la preparación del caramelo después de llevar el cereal hasta su casa. Fermín suele comenzar con un poco más de anticipación el proceso, pero como hay escasez de la materia prima por la ausencia de lluvias, se vio en la necesidad de postergarlo un poco.

Es usual que en algún punto, una persona se tome un tiempo de reflexión en el que la vida pasa frente a los ojos y pueden revivirse épocas marcadas por la felicidad, la tristeza, la emoción, el miedo y demás, así como también llegar a evaluar comportamientos que llevan a tomar ciertas decisiones.

Sentado debajo de un árbol en su patio mientras toma un descanso, Fermín piensa en su vida de hace años y llena su mente de recuerdos memorables que marcaron su historia para conducirlo a lo que es hoy en día.

Su madre y sus hermanos siempre se apoyaron los unos a los otros para salir adelante. Cuando era niño, cortaba la leña que se necesitaba o salía a buscar el agua a zonas apartadas de su vivienda al agotarse las reservas. Durante su infancia también era costumbre que su madre hiciera las alegrías, y en ello aprendió la técnica. Fue clave se interés en el proceso de elaboración.

En este tiempo, vísperas del carnaval, el teléfono de los Charris no para de sonar, así como las personas de llegar a su casa para aumentar el número de encargos. Según el tamaño pueden costar desde $500 hasta $2.000 y se elaboran 200 unidades aproximadamente, más los pedidos extra que reciba.

Personas de varios pueblos vecinos lo reconocen como un emblema local. Con sus alegrías trasciende fronteras; en muchas ocasiones son enviadas a países como Estados Unidos, México, España y Argentina.

Fermín Charris luego de desgranar el millo.                

Como es costumbre, Fermín programa su alarma alrededor de las 4 a.m para dar inicio a un día lleno de ocupaciones, entre ellas ayudar con el quehacer de la casa, y junto a su esposa, trabajar para sacar sus vidas adelante. Ambos se expresan con orgullo cuando de su labor se trata: ella es dueña de un pequeño taller de confecciones y con la fabricación de diversos atuendos del carnaval, se defiende durante esta temporada. Dos microempresas funcionan en el hogar de los Charris y entre los esposos constantemente se dan la mano para contribuir al bienestar económico del mismo, al tiempo que satisfacen a sus consumidores.

Estela Arteta en su taller de confección.

El festival es un evento al que esta familia disfruta mucho asistir. Fermín admira la diversidad de colores presente en los desfiles; es tan bonito para él ver gente saliendo del estrés cotidiano y divirtiéndose sanamente por medio de la exaltación de la cultura de su municipio natal.

Se hace tarde. El señor Charris pega unos botones a la camisa que su esposa recién terminó en el taller, cuando una de sus hijas le recuerda que debe bañarse prontamente para evitar un resfriado. Ello debido a que su salud no está en el mejor punto, por lo que debe saber cuándo parar.

Los cambios bruscos de temperatura como exponerse al calor del fogón cuando está en el proceso de preparación de las alegrías, para después mojarse el cuerpo o recibir algún contacto con el frío, perjudica su organismo.

Sin embargo, intenta que esto no sea un impedimento para el disfrute de su labor con dedicación y empeño. Cada año sus creaciones, así como la flauta de millo y las polleras que se agitan a su son, están presentes en la mente y el corazón de todos los asistentes al festival. Les hacer saber que ¡vale la pena siempre vivir en alegría!.

Comparsas en el festival del millo.

          

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