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Por: María Fernanda Navarro Fang – Fotos: cortesía Hannssel Maury

A los 18 años, Hannssel le confiesa a una tía muy cercana su inclinación sexual. Ella lo remite a un psicólogo. En medio de las presiones, las preocupaciones por el qué dirán, Hannssel -como muchos otros- recurre al suicidio. No soporta el rechazo de sus seres queridos más cercanos – su mamá, su tía y su abuela- ni el suyo. Por eso, muy seguro, afirma sin dudar: nuestros primeros opresores son la familia, el segundo, nosotros. Pasado este suceso, la familia comienza a abrirse a una realidad inevitable. Después, con acompañamiento psicológico, tratan de superar paulatinamente lo que pudo terminar en tragedia. Llegó el momento de aceptar.

Tras semejante confesión, es apenas lógico que Hannssel Raúl Maury Maury, mejor conocido como Scharamel en el mundo del transformismo, apenas pueda dejar de esquivar miradas, de hablar entrecortado y de intentar detener el temblor involuntario de sus manos. Este hombre de 34 años de edad, estatura promedio y cabello castaño, usa lentes de contacto las 24 horas del día. Lentes que no impiden penetrar en lo profundo de su alma y sentir por un instante la tristeza que aún experimenta. Sin embargo, en un gesto valiente, respira profundo y decide continuar con su historia. Una sonrisa dibujada en su rostro contribuye a disminuir la tensión del momento y así comenzamos a adentrarnos en el mundo que mejor lo representa: el mundo de los transformistas.

EL OTRO YO

El transformista es una actor que se cambia de ropa”: esa es la repuesta más usual cuando se pregunta ¿qué es un transformista? Pero la definición de este término va más allá. Se podría decir que es algo abstracto, algo subjetivo. Algo que depende del significado que tenga para quienes lo practican. En el mundo del transformismo hay diversas personas, diversos pensamientos, ideas y concepciones, por lo que ofrecer un concepto preciso sería una falta contra quienes no se acojan a esa definición. El transformismo combina sentimientos, preferencias, objetivos y percepciones.

El ser transformista no es fácil, “son horas de procesos de maquillaje, cinta en la cabeza para que la peluca no se te caiga, pestañas y uñas postizas, tacones de 17 centímetros que son los más bajitos que puedes usar”, relata Scharamel. Todo esto en vez de ridiculizar a la mujer, para los transformistas es admirarla y valorarla, porque en ese fragmento de personificación, logran acercarse a la posibilidad de ser una mujer, además de aprender a guardar compostura, ser delicados y muchos detalles que tienen en cuenta para poder realizar su mejor representación. Así, al terminar el show, regresan a su imagen cotidiana, común, asumiendo el rol correspondiente a su sexo.

Para Scharamel, el ser transformista va ligado a la identidad y a la orientación sexual. A la identidad porque logra creerse y convertirse un poco más femenino. Logra acercarse a ese género en el que se reconoce. En cuanto a la orientación sexual, pueden estar con otra persona creyendo, más no viviendo, la realidad de ser mujer.

Scharamel empieza a adueñarse de su expresión

Uno de los desafíos más difíciles que enfrentan, dice Malena Vargas -quien acompañó a Scharamel en sus inicios- es tratar de simplificar aquello que, como hombres los delata: tiene que ser “operado” -como lo llaman ellos- con esparadrapo. Para que no se note. Para que su ausencia sea creíble.

“Es muy duro, tienes que tomar hormonas para que la barba no te salga y aumentar ciertos atributos, el tema de la cintura pequeña”, todo esto demuestra que el transformismo requiere de un sin números de sacrificios que, al final del día, como dice Scharamel “cuando te miras al espejo es algo gratificante, ahí yo digo Llegó Scharamel”.

METAMORFOSIS Y DECADENCIA

Hannssel considera que tuvo una infancia normal, pero “sabiendo dentro de mí que yo era diferente a lo que veía”. Nunca le llamaron la atención los juegos bruscos, ni el fútbol, ni las niñas. Creció con su familia materna -fuertemente católica-, porque sus padres se separaron cuando él tenía 6 años. Sin embargo, no le hizo falta su padre porque tuvo una mamá que asumió ambos roles y lo hizo, en su opinión, de la mejor manera.

Y así transcurren los años: entre la sumisión, la tristeza, la agonía, la impotencia de no poder expresar al mundo sus sentimientos, sus pasiones, sus amores, sus odios. Entre los cuestionamientos, las comparaciones, los rechazos. Pero estas adversidades, reprimidas cada vez más, acumuladas en su interior, pedían con urgencia salir y el tiempo se acercaba.

Así, en 2007, a sus 23 años de edad, viaja a Bogotá luego de culminar sus estudios de Instrumentación Quirúrgica en la Universidad de la Costa (CUC). En la fría capital conoce el mundo del transformismo. El ingreso a la universidad significó para Hannssel una liberación, pero la vida capitalina fue el despertar a una realidad que con el tiempo se volvería parte fundamental de su vida.

Antes de irse a Bogotá había vivido de una manera muy reservada. Eso acabó esa noche, en aquel bar, donde tuvo la oportunidad de experimentar qué se sentía ser mujer por una noche. Terminado el show, despojándose de todos los atributos y accesorios para simular ser lo más cercano a una mujer, se volteó al espejo, y observándose nuevamente como hombre, se dio cuenta de que se había convertido en el alguien que no estaba en él, o al menos alguien que hasta entonces no conocía. Después de esa noche comienza una nueva historia, y nace Scharamel Carolina Polo Gómez, que son las siglas de los nombres de su mamá, su hermano y el suyo –María, Elkin y Hannssel.Es precisamente allí, donde por primera vez asiste a una rumba gay, y a diferentes sitios que le demuestran la existencia de más personas como él: “diferentes”. Entre ellos, recuerda el bar Raíces Musicales donde el dueño -en medio de un evento- lo ve y le llama la atención por su rostro delicado, sin facciones masculinas tan marcadas; y, a pesar de notar en él cierta timidez, le propone participar en un reinado. Hannssel queda atónito y se niega en un principio, pero ante la insistencia de este hombre cede, y es allí donde empieza su vida en el mundo transformista por los siguientes diez años de manera ininterrumpida.

Es inevitable que no recuerde su primera experiencia en una tarima a la que recuerda como “maravillosa y dolorosa”. Por un lado maravillosa al haberse descubierto en un rol que nunca antes había asumido, y, de igual modo, actuó de una manera en que nunca antes lo había hecho: en una tarima, frente a un gran público. Por el otro, faltó a la promesa que le había hecho a su madre: no vestirse como mujer cuando le confesó su orientación sexual.

En medio de esas noches como transformista, su mamá llega a visitarla por sorpresa a su apartamento, y la encontró en pleno proceso de maquillaje. De repente, empezó a llorar. De todas las palabras pronunciadas por su madre, las que sin duda aún retumban en la memoria de Scharamel fueron: “Te pareces tanto a mí cuando yo estaba joven y a tu edad”. Estas palabras estremecieron a Scharamel, además de marcarla por el resto de su vida, pero principalmente se tradujeron en motivación para seguir siendo transformista. Esa fue su decisión, y ahora, parte de su vida. Tanto ha sido el acompañamiento de su progenitora que, con el paso de los años, hasta la ayuda lavando sus vestidos, comprándole la ropa interior, regalándole accesorios, sugiriéndole maquillaje.

RECONOCIMIENTOS

Scharamel también reconoce que la ciudad de su renacer (Bogotá) fue el escenario propicio para descubrir otras cosas no tan agradables: el alcohol, las drogas, el cigarrillo. Un mundo en el que poco a poco se fue sumergiendo, desviándose de sus objetivos iniciales. Laboró 5 de los 8 años que vivió en la capital, pero por la mala distribución del tiempo entre el transformismo y su trabajo, termina por perder su fuente de ingreso. Con esto, dejó de ejercer su carrera y decidió regresar a Barranquilla, donde las puertas se le cerraron. “Barranquilla es una ciudad muy machista, no ha avanzado mucho respecto a la inclusión en estos temas”, afirma.

No era preciso entonces, echarse a morir. Ahora en la Arenosa, con el cuerpo operado -dos cirugías en su cola y una en la boca-, sus cejas sacadas, sus uñas postizas, las clínicas no le dieron la oportunidad de laborar, por lo que recurrió a estudiar belleza, tema de interés para ella. Así, comenzó a trabajar como estilista. Además, siguió coordinando el Carnaval Gay de Barranquilla, manejando la agenda de sus reyes y presentando en distintos eventos.

El reconocimiento no tardó en llegar, gracias al apoyo de Jimmy Varela y a Jeor Orozco, personajes que le ayudan en su proceso de dar conocer su arte a través de los medios de comunicación sobre la vida del transformista y así su familia empieza a entender a lo que apuntaba Scharamel, cuáles eran sus ideales.

Son muchos los reconocimientos que Scharamel ha obtenido. Ella lo atribuye a “a Dios, a mis esfuerzos” y, por supuesto, son también producto de su belleza, simpatía, esfuerzo, carisma y elocuencia. De hecho, es esta la que le ha permitido conducir diferentes eventos, por ejemplo, en el 2007 consiguió el título de Primera Princesa en el Reinado Nacional de La Cumbia, también ganó el título de La Más Bella por Colombia, participó en el Miss Intercontinental en Barranquilla y sin duda, la corona más anhelada y alcanzada para Scharamel: ser Reina del Carnaval Gay de Barranquilla en el 2014. Como estos, son muchos los logros que ha alcanzado. Además, por su gracia y elocuencia, ha conducido gran cantidad de eventos.Como ellos, son muchos las personas que acompañaron a Scharamel en el transformismo. Un primo de su familia quien lo recibe en la ciudad de Bogotá, Fernando Bermúdez –su primer maquillista y quien lo acompañó por 3 años en el proceso-, Ramón Guevara, más conocido en el gremio como Linda Lucia Callejas, maestra en el arte del transformismo en Colombia. Todos ellos ayudan a cambiar la percepción de Scharamel acerca del identificarse con el otro género –así fuera por unos instantes- como un pecado. Estas personas con su ejemplo y dedicación logran cambiar esa manera de pensar.

 DETRÁS DEL ESCENARIO

De igual modo, el ambiente entre los transformistas es bastante complejo. En general, buscan llamar la atención cuando llegan a sus eventos y son juzgados por los demás. Existe rivalidad. “En nosotros está ese estereotipo, esa idea de querer lograr una belleza que nunca vamos a alcanzar por mucho que uno se opere” afirma Scharamel. En esa lucha por alcanzar la perfección, se convierten en críticas mordaces de la ropa que usa sus compañeras, de su cabello, de su porte, de sus accesorios. Todo esto lleva muchas a veces a repercusiones en la salud, enfermedades como gastritis por dejar de comer para estar delgada. Scharamel confiesa que incluso podía dejar de comer hasta por 2-3 días con el fin de que el vestido le quedara perfecto el día de la presentación.

Por otro lado, algunos de los transformistas tienen un hogar constituido. Scharamel conoció en Bogotá un matrimonio en el que una mujer acompañaba a su esposo a los eventos y lo apoyaba en todo lo relacionado al transformismo.

LA DUALIDAD: ENTRE EL HOMBRE REAL Y EL TRANSFORMISTA

El nerviosismo que solía invadir el cuerpo de Hannssel mientras hablaba, era opacado rápidamente por la vivacidad y la fuerza cuando se refería Scharamel. Lograba mantener la mirada y a través de ella demostraba la importancia que tiene para su vida.

Para Hannssel, lo que motiva a un individuo a identificarse como transformista es “expresar lo que somos”. Muchas personas homosexuales viven reprimidas, castigadas por los pensamientos y rechazos de las personas que rodean su círculo. Ese momento en el que se visten de mujer liberan una carga emocional, liberan esos sentimientos represados, ocultos, guardados al interior de su ser que necesitan salir.Scharamel nace producto del temor, del miedo, del rechazo recibido en un principio por parte de su familia. Scharamel es quien le da fuerza de caminar con la frente en alto. Scharamel es una mujer valiente, guerrera, que no le tiene miedo a nada, que no se calla nada, que todo lo expresa. Scharamel es todo lo que Hannssel no es capaz de ser. Scharamel es más sociable, más risueña, es extrovertida, no le tiene miedo al público, es capaz de dirigir un show de principio a fin. Es arrolladora y carismática. Es fuerza, empuje, ganas, valentía.

Gracias a la fuerte influencia religiosa al haber crecido en un entorno católico practicante, Scharamel reconoce estar en un conflicto constante entre sus creencias. Desea esas dos personas en un mismo ser. Desea las fuerzas de Scharamel para asumir la vida. Desea agradarse a sí misma y no tratar de agradar todo el tiempo a los demás. Con su lema “Yo soy Scharamel Polo Gómez, yo soy la que puedo, la que está arriba, yo tengo que salir adelante” toma fuerzas cada día. Scharamel busca cada día encontrar ese equilibrio para lograr esa unidad en su alma, en su ser, en su espíritu que tanto desea.

Hace seis meses Hannssel realizó una pausa por alrededor de dos meses en el transformismo. Se alejó por cuestionas personales, pero siempre teniendo presente que “No ha muerto ni morirá, porque marcó una huella en mi vida y en la de las personas que me apoyaron”. Ese apego inevitable a quien simboliza vida y libertad no le permitió seguir lejos por mucho más tiempo: Scharamel volvió. Volvió para quedarse, volvió para darle vía al escape de la realidad, volvió para prepararse a su retorno al espectáculo, volvió decidida y más fuerte.

Aún lo recuerdo de pie a las afueras de su recinto de trabajo -la peluquería Helena, ubicada en el barrio Simón Bolívar de Barranquilla-a eso de las 2 p.m. Junto a la puerta, me esperaba Hannssel Raúl Maury Maury, mejor conocido como Scharamel en el mundo del transformismo. Un poco nervioso, pero siempre amable, me invitó a pasar. Nos sentamos en un sofá y entre miradas esquivas, la voz entre cortada y sus manos temblando, comenzó a ilustrarme con palabras cómo es el mundo del transformismo. La tensión empezó a disminuir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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