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Fotografías  y texto: Clarithse Yepes Blanco y Juan José Jiménez.

Desde tempranas horas se evidenció la desorganización en los ingresos y en la distribución de las localidades.

Empujones, grandes aglomeraciones e incidentes en los ingresos, fueron algunos de los sucesos que empañaron la organización de la misa del Papa. Desde muy temprano se abrieron las puertas para agilizar la entrada de los asistentes, sin embargo, no se respetaron los sitios a los que correspondía cada boleta.

A las 9 de la mañana se habilitó el ingreso para los miles de fieles que llegaban procedentes de diferentes ciudades de la región y el país. Dos kilómetros era la distancia que debían caminar hasta las puertas que conducían al puerto de Contecar donde se iba a llevar a cabo la misa. Las boletas eran gratuitas y se reclamaban con anticipación; no obstante, algunos integrantes del personal de voluntarios estaban obsequiándole a quien aún no tenía entrada.

La llegada del Papa Francisco estaba prevista para las 4:30 de la tarde, pero al mediodía el inmenso puerto ya estaba casi lleno.

Al mediodía aún no se había llenado la totalidad de las sillas porque las personas con boleta no podían ingresar.

 

La primeras incidencia que se presentó en cuanto a la organización fue la falta de claridad a la hora de ubicar al personal. Había muy poca gente de logística para guiar a las personas que ingresaban, y en muchos sectores del puerto no se respetó la ubicación que comprendía cada boleta. Asimismo, cientos de personas invadieron el camino que estaba diseñado para que el Papa Francisco hiciera su recorrido en el papamóvil.

Con el pasar de las horas, muchas de las personas que no tenían sitio fijo, empezaron a agolparse en las barandas que separaba la zona de VIP. En varias ocasiones, y debido a la falta de personal de logística y policía, se tumbaron las vallas y la gente invadió el espacio que estaba destinado para invitados y demás personas que tenían la boleta de color blanco.

 

Algunas personas invadieron el camino por donde el Papa iba a recorrer en el papamóvil.

 

Por su parte, muchos de los asistentes manifestaron su inconformidad con la organización del evento. “Nos mandan de un lado a otro, nos tocó atravesar un mar de gente para poder llegar hasta acá y nos dicen que por acá no hay entrada”, así lo afirmó una joven que venía desde la ciudad de Armenia y que se le dificultó el ingreso.

Por otro lado, miles de personas no pudieron ni siquiera ver directamente al Papa. Lo tenían que hacer a través de las pantallas adecuadas para tal propósito, puesto que la ubicación de los baños portátiles y carpas hacía imposible la visibilidad hacia la tarima en ciertos sectores.

De esta manera se vivió la última misa del Papa Francisco en territorio colombiano antes de partir hacia Roma. Un evento de gran magnitud que albergó a más de 300 mil personas, pero que tuvo grandes falencias en temas logística y organización. Los miles de fieles se fueron contentos con la visita del Sumo Pontífice, pero a la vez disgustados por el desorden y los incidentes que se presentaron durante la jornada.

 

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