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El fútbol, ese deporte que genera pasiones y emociones. Este juego produce que individuos que forman grandes multitudes se sientan representados por once jugadores pertenecientes a un club. Y entre esa pasión y las tensiones que desata este juego en la gente, podemos apreciar la cultura de las ciudades e incluso de las naciones.

Las personas que asisten a estadios para ver fútbol, y a los que el fanatismo los ha dominado, llegan a reflejar en sus acciones a la sociedad misma y los problemas que abundan en ella. El escritor uruguayo, Eduardo Galeano, en su libro El Fútbol a Sol y Sombra se refiere a esta particular situación diciendo “Las lágrimas no vienen del pañuelo”, metáfora de que la violencia que desemboca del fútbol no viene del fútbol.

Galeano cita a la que se le denominó “la guerra del fútbol” que se dio en 1969. Este suceso se dio dentro del marco de las eliminatorias del mundial de México 1970, en encuentros disputados entre Honduras y El Salvador. Las diferencias políticas y las campañas de los medios de comunicación contra el respectivo país vecino, ocasionaron una disputa en el estadio Flor Blanca del Salvador, cuando los salvadoreños atacaron a la delegación de Honduras. Las grescas duraron una semana, dejando miles de muertos y  la ruptura de las relaciones entre ambos países.

La violencia que se genera en el fútbol es el acopio de las cuestiones sociales de un estado, que simplemente desaguan en eventos futbolísticos porque las circunstancias están dadas. Las condiciones están dadas, porque en los estadios concurre multitud de gente de todo tipo que se encuentran sofocados por lo que sucede en el terreno de juego.

No es casualidad que los integrantes de las reconocidas barras bravas sean personas de escasos recursos financieros, perdidos en la droga o en el alcohol y más de uno con algún inconveniente judicial. Estos personajes hacen del acto de alentar una forma de vida, casi que un empleo. Las barras bravas encuentran en el mundo del fútbol su lugar de desahogo, en el cual se sienten identificados por un club, e incluso logran tranzar relaciones con los dirigentes de los mismos.

Las barras tienen sus delimitaciones dependiendo del espacio geográfico donde se encuentren. Tienen distintivos que obedecen a los contextos y las problemáticas locales que se presenten. Estas figuras son una representación evidente de los problemas que acontecen en una sociedad.

La pasión por el fútbol, en algunos países, hace tiempo que sobrepaso los límites. Se ha generado un clima de dramatismo por ganar y más si se trata de derrotar al rival de toda la vida. Todo esto sobrecargado por un enfoque equivocado de los medios de comunicación, que aturden a la audiencia con mensajes de rivalidades extremas y se olvida de que el fútbol es un juego.

En un estadio de fútbol se pueden reflejar cuestiones de la comunidad. Hinchas fervorizados por lo que pasa en el terreno de juego, alimentando su pasión por la sobrecarga mediática, llegando a evidenciar lo que pasa en la sociedad porque encuentran en el espacio del fútbol la forma de expresarlo. Es por esto que las tensiones políticas, sociales y/o económicas de una sociedad que desembocan en el fútbol, no vienen del fútbol, como tampoco las lágrimas vienen del pañuelo.

 

 

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