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Por: Lyznaydyz Salas

Basado en hechos reales.

Una tarde de octubre del año 2004, a eso de las cinco, Brayan, iba junto a sus cuatro primos y dos hermanos caminando por las calles del barrio Villa Concorde, cercano al municipio de Malambo. No hacía mucho que los Del Toro, su familia cordobesa, habían llegado a ese lugar, que para ese entonces apenas comenzaba a levantarse: escasamente había diez casas y reinaba la soledad en sus calles. El sol estaba por esconderse y pronto la oscuridad sería su única compañía, así que decidieron regresar.

Para ese momento, en la casa de Brayan vivían muchas personas: su padres y hermanos; sus dos tías, junto a sus respectivos hijos y esposos. Por eso, la soledad y la ausencia de ruido solo se sentían de sus puertas hacia afuera.

Como niños inquietos, con ganas de divertirse y encontrar aventuras en cada rincón de ese lugar les gustaba correr por todas las casas, debido a que estas se conectaban entre sí por los patios, ya que aún no tenían paredes que las dividieran. Además, aunque algunas de las casas estaban terminadas, eran muy pocas las habitadas.

En total hacían siete niños jugando a las escondidas.
—…siete, ocho, nueve, ¡diez! ¡Ya voy por ustedes!
Uno de los primos de Brayan, Fabián, se apresuró para buscar a sus demás compañeros que momentos antes se habían escondido.

Fabián había corrido demasiado y el sudor caía por su frente colorada. Le había dado tantas vueltas a su alrededor que había decidido rendirse y esperar a que los que faltaban por encontrar salieran.

Pasaron algunos minutos pero Maira, la menor de todos los chicos, no aparecía aún y todos decidieron ir a buscarla. Gritaron ¡Maira! por todos lados. pero la única respuesta que escucharon fue la del eco de sus voces.

Entonces, con angustia, miedo e incertidumbre por no saber dónde se encontraba la pequeña, decidieron ir a la parte atrás de Villa Concorde; Esta aún se encontraba llena de escombros y desechos, pues solía ser un basurero antes de ser habitado el barrio.

Ya se había hecho un poco tarde y algunos estaban algo asustados, pues el lugar a simple vista no era tan agradable.

De pronto, Brandon y Jimmy, quienes llevaban el comando del grupo, escucharon una voz y el corazón de todos se aceleró. Empezaron a sentir el frío de la brisa…

Al acercarse un poco más escucharon una voz familiar.
— Lupita, te estoy diciendo que te tomes tu sopa o le diré al niño Dios que te portaste mal. Un suspiro ahogado salió de los chicos: la voz provenía de Maira. Así, fueron corriendo a donde ella estaba y le preguntaron qué hacía ahí.

De camino a casa, Maira les contó que las cuatro muñecas sucias y de apariencia real que llevaba consigo, las había encontrado alli. No había recibido el permiso de nadie para tomarlas pero quería seguir jugando.

Durante varios días, los niños siguieron yendo al basurero, dedicando horas a buscar “tesoros” y objetos con los que pudieran jugar. De hecho, parecían tener la suerte de su lado, pues habían encontrado desde carritos hasta balones.

Pero las risas pronto terminaron después de que Brayan les contara de aquel tesoro que tanta curiosidad y emoción les generó. Empezaron a cavar y al poco tiempo Brayan vió una especie de cofre asomarse, y sus ojos empezaron a brillar.

— ¡Soy rico!, ¡Soy rico! — exclamó. Pero al terminarlo de sacar, lo abrieron para una sorpresa poco agradable. Había un cráneo y huesos muy pequeños, como los de un bebé. Entonces los chicos huyeron, prometiéndose no volver jamás a ese lugar.

Al día siguiente los adultos dejaron a los chicos a cargo de Vanessa, una joven de quince años, para ir al centro de Barranquilla a comprar ropa y otros artículos navideños, como era costumbre uno o dos meses antes de diciembre.

Los niños seguían asustados por lo del día anterior, decidieron quedarse en casa. Eran las seis de la tarde y los adultos aún no llegaban así que los niños para distraerse empezaron a hablar sobre lo que hacían en Córdoba, recordando como era “bañarse en los arroyos de por allá”, y como extrañaban montar a caballo. De repente, entre risas y bromas, escucharon un ruido que provenía de la habitación de Maira y todos salieron corriendo a ver qué había sucedido. Allí, vieron unos frascos sobre el suelo que al parecer se habían caído del closet, y los regresaron a su sitio.

Sin embargo, volvieron a escuchar este ruido una vez más y vieron las cuatro muñecas que Maira había encontrado en el basurero girando sus cabezas y tratando de mover el resto de sus cuerpos. Fue ahí cuando los niños salieron corriendo de la casa.

Era de noche cuando los padres los encontraron sentados fuera de la casa y se enteraron de lo sucedido.
— Esas muñecas parecía que nos estuvieran viendo, parecía que les estuviera dando un ataque pues trataban de mover sus cuerpos y sus cabezas giraban… — contó Brayan, con la voz temblorosa. Pero su tía, incrédula, se burló de ellos y fue a comprobarlo.

Sin embargo, para su sorpresa, las muñecas seguían moviéndose y dieron a parar a una bolsa negra de basura, aunque con dificultad pues aún se movían.

Ya han pasado trece años y los niños han crecido, pero aún no le encuentran explicación a lo ocurrido. Quizás porque además de unos juguetes, también descubrieron que no todo lo que brilla es oro.

EDITOR: Alexis Posso / DISEÑO Y COORDINACIÓN EDITORIAL: Andrea Cancino / EQUIPO PERIODÍSTICO: Meza Perez, Mauro Meza, Dayana Muñoz, Sharon Nugent, Diana Ordosgoitia, Carlos Orduz, Cristian Ortega, Jose Paba, Laura Pacheco, Alexis Posso, Keiner Quiroz, Alvaro Redondo Milian, Jisse Rivera, Andrés Rodriguez, Maria F. Romero, Lyznaydyz Salas, Katheryn Sanguino, Nathalia Tarazona, Jorge Tobon, Maria F. Tolosa, Maria Vasquez. / DIRECCIÓN MULTIMEDIA: Carlos Orduz / DISEÑO WEB: Andrés Tobón y Andrea Cancino.

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