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Por: Mariana Sierra

Liliana Hoyos Sánchez, reina del Carnaval de 1998, me recibe luego de entrenar, con ropa de hacer ejercicio, una gran sonrisa, cabello recogido, tenis negros, una taza de café en una mano y en la otra un lapicero que nunca soltó. Nos sentamos en su sala y hablamos del recorrido sin bajada que es ser reina del carnaval de Barranquilla, porque una vez reina, nunca dejas de serlo, dice ella.

Todo comenzó a tono de entrevista. Al avanzar, surgió una conversación en la que intercambiamos ideas de disfraces, comitivas y de todas las arandelas que acompañan esta tradicional fiesta, en la que sigue participando activamente.

Hablamos sobre cómo eran sus fines de semana hace dos décadas y de cómo son actualmente. Dice que son totalmente diferentes. Hoy disfruta estar en casa, tomar vino con su esposo, pedir comida, esperar a su hijo hasta altas horas de la noche, verse con amigos o una que otra salida a comer. Antes eso era impensable para ella, pues duró varios años durante los cuales todos los viernes eran de rumba, tragos, amigos y desorden.

“El carnaval no son 4 días, lo vives y trabajas desde que te designan hasta que te mueres, aunque la dedicación, la responsabilidad y la carga van cambiando con los años. Lo que más disfruté de ser reina fue el contacto y cariño de quienes siguieron cada uno de mis movimientos. Las ex reinas sabemos que la reina del año en curso es quien se roba el espectáculo, pero nunca dejamos de sentirnos reinas, pues cada año somos admiradas y tenidas en cuenta por los de la Organización de Carnaval y por el pueblo barranquillero”, afirma Liliana quien desde que fue princesa de Katia Nule, soñó con ocupar ese puesto.

En el 2023, Liliana se dedica a sí misma y a su familia. Aunque todo el mundo sabe que su gran pasión es el carnaval, dice que también es amante de la decoración, sobre todo de las mesas, por ese motivo creó su emprendimiento Label your table. Inicialmente se especializaba en el montaje y decoración de mesas, pero hoy en día lo ha vinculado con la comercialización de vajillas y juegos de cubiertos de alta gama.

“Me enamoré de las mesas cuando noté la cantidad de reuniones que se hacen en casa, y lo que me esmeraba porque todo se viera lindo para mí y los invitados. Era algo muy mío, pero me empecé a meter más en el mundo de las redes y lo mostré por ahí, de hecho, fue en la época de la pandemia. Creé un Instagram a recomendación de mi hija y publiqué mis creaciones. A raíz de eso, me llegaron muchísimas propuestas de comercialización de productos como servilletas, servilleteros, centros de mesa y cubiertos, agrega mientras sonríe y señala su mesa de comedor.”

Siente que luego de tantos años, es recordada igual que cuando fue soberana. Asegura que cuando sale a mercar, por ejemplo, se encuentra con personas que la reconocen y le dicen: “Tú eres la reina de 1998. Recuerdo tu carnaval y tu mapalé. Me los gocé.” 

Siempre le había gustado vivir el minuto a minuto de los carnavales, pero nunca imaginó ser reina. Es más, dice que una palabra que describe su carnaval a la perfección es “privilegio.”

 “Siendo el personaje principal vivía muchas cosas, pero también me perdía de otras. No podía apreciar trajes, comparsas, bailes y carrozas, porque era a quien la gente quería ver todo el tiempo. Los siguientes años ya otras ocupaban el personaje principal, entonces podía vivirlo al cien.”

No se pierde la Guacherna, Baila la calle, ni la Batalla de Flores. Es parte del grupo La Charquita y de la comparsa El Cofrecito. También trata de asistir a todos los eventos de carnaval, alza su mano, mira sus dedos y agrega “son contadas con una mano las veces que me he perdido los carnavales desde mi reinado. Me encanta verlos desde afuera como participar dentro de ellos”.

En 1997 estudiaba Mercadeo de Moda en Bogotá, lejos de casa y de la agenda social barranquillera, por eso lo veía lejano. Ya pasadas las fiestas, resalta que supo manejar bien el estrés de ser la anfitriona.

Toca su cabeza y recuerda una vez que explotó: “venía de invitar al presidente a carnavalear, luego tenía una entrevista en Telecaribe y después un evento. No lo tomé bien. Hasta lo sacaron en el periódico”, cuenta Liliana y aprieta la boca con pena.

“Carnaval S.A me había visto. Incluso sabían de mi interés por ser reina. Mi mamá me llama un día y me dice que la junta me quería de reina. Yo estaba en shock, no hice entrevista, prueba de baile, nada. Creo que probé lo suficiente al ser princesa de las reinas anteriores. Acepté feliz, sin saber a qué me enfrentaba. Nunca critico a las que han sido reinas, veo todo lo que han hecho y digo ¡Qué verracas! Las aplaudo y felicito, esto es un reto de tiempo completo, una vaca loca. Nadie más que nosotras sabe lo que es”, dice mirando hacia arriba.

Recalca que su papel no era sonreír y ponerse polleras, sino una labor que requería de fuerza, autoestima y tiempo. Detrás de un reinado hay cansancio físico y correndillas. Sin embargo, para ella el título da una adrenalina y un orgullo, que te lleva a culminar tu compromiso con energía y con un amor increíble.

Mientras toma café y organiza uno de sus adornos, recuerda que, en razón de su apellido, su designación pendió de un hilo. Ese año, había un candidato a la Alcaldía de Barranquilla muy controversial, quien tenía su mismo apellido paterno: el cura Bernardo Hoyos. “Dudé que se me fueran a dar las cosas. Hubo días de discordia, la coincidencia del apellido le disgustó mucho al alcalde electo. La junta habló y todo se solucionó. Menos mal estaba en Bogotá porque era mucha presión. En agosto me entregaron el decreto, vine a Barranquilla, me vestí y me fui para la aduana al evento que me hicieron.”

Liliana ha sentido cambios significativos en la organización y los eventos que se realizan dentro del marco del carnaval. “En mi época existía un evento en enero que daba inicio a los carnavales: la Toma de la ciudad. Hoy en día los abre la Lectura del bando. Muchas soberanas disfrutamos los Viernes de Reina, ya eso no existe. Pero en términos generales creería que los mayores cambios los ha traído el mercadeo y las redes sociales, se ha vuelto todo muy comercializado. Ahora una reina también es influencer, y aunque ese factor favorece la economía de la ciudad, hace que se pierda un poco la esencia del carnaval del bordillo, de la gente.”

Le recuerdo que sé que no tiene su corona original, que la extravió.

-¡Sí, imagínate! En 1999, llamó mi diseñadora a pedírmela para la Reina de la 44. La coronaban y la suya no había llegado. No vi problema, le presté la corona para el simbolismo de ese ratico, pero al final no la volví a ver. Ni la diseñadora ni la reina me dieron razón. La busqué por años. Con el tiempo me desprendí de lo que para mí significaba. Era más que un accesorio. Esa historia se ha vuelto famosa. Soy la reina sin corona. Me tocó comprar una para carrozas y sesiones fotográficas, como la que Francisco Gallo exhibirá en la Casa del Carnaval.

Y también estuvo sin carro:

-Fue en una salida. La camioneta van donde íbamos se dañó. Me tocó salir en moto con mi vestuario. De camino, la falda se enganchó en la llanta, me la amarré para salir, pero no tuvo arreglo. Me tuvieron que traer otra. Quedó tan rota, que ni se podía coser. Desde ahí, cargábamos un vestido extra para todos lados, no se sabía qué podía pasar.”

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

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