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Como los comentarios futbolísticos suelen estar soportados en el dolor o en la alegría, pues lo más natural es que este viernes a Junior le hayan caído con todo, y se haya interpretado su derrota 4-0, la noche del jueves, como un “desastre” o un ridículo mayúsculo. Pero si uno examina el asunto un poquito desde afuera, tomando en consideración el comportamiento del Club Unión de Santa Fe -su argentino rival en la Copa Suramericana-, salta, como evidencia, que al Junior lo estudiaron muy bien de antemano, y la estrategia fue sacarles provecho a sus falencias.

Primera gran falencia explotada: sus movimientos de ataque absolutamente previsibles. Es un equipo sin sorpresas, que se toma su tiempo para elaborar una jugada ofensiva que valga la pena. En ese sentido, toca de un lado para otro buscando proyecciones laterales, y eso se contrarresta fácil -no es ningún misterio- con una defensa replegada. Y más cuando no se tienen cabeceadores excelsos, fuera de que no tenemos grandes centradores. Da la impresión de que Hinestroza lo fuera, pero es un asunto más de cantidad que de calidad. Por eso, ponérsela difícil, irlo cerrando para que centre a las carreras, lo que hace es disminuir aún más la poca efectividad que pueda tener.

Eso se trató de corregir un poco cuando para el segundo tiempo, y ya con dos goles en contra, el técnico nuestro -Juan Cruz- dispuso la entrada de Luis ‘Cariaco’ González, en reemplazo de Giraldo. Llegó el tercer gol rapidito, y se pretendió poner más triangulación y sorpresa con la entrada de Sambueza, pero nada. Esos circuitos fueron muy bien contrarrestados por la visita: hasta esas variantes se tenían contempladas. Incluso, todo parece indicar que estaba muy bien estudiada la forma en que Borja cobra los penalties. Parecía el 1-1, pero nada… buena atajada de Mele.

Las otras falencias detectadas y trabajadas por el rival fueron los movimientos de nuestra defensa, las características de nuestros defensores. Sí, tenemos un Rosero corpulento y fuerte, que se manda a sacar al equipo y viaja hasta la media cancha, pero cuando se sube así -que es como se hace este movimiento- hay que tener velocidad de respuesta y capacidad de anticipación, y eso no es precisamente lo que distingue a nuestros defensores. El mejor equipado para eso está lesionado, y eso también lo sabían los visitantes.

Nuestro arquero Viera es salvador a partir de sus reflejos, y porque suele ubicarse bien para el juego corto con su propia defensa replegada. Es algo logrado luego de tantos años de fútbol, pero tiene problemas cuando le patean desde lejos, y tampoco es bueno cerrando los espacios como hacen -por ejemplo- Curtois o Neuer, gigantes que cubren todo el arco cuando se les viene encima un contragolpe. Mejor dicho, Viera no sirve para eso. Así que le patearon de lejos, y por esa vía ocurrieron los goles segundo y cuarto (Gallegos). El segundo, por cierto, fue del ‘Loco’ Alves, al cierre del primer tiempo. Y le hicieron un toquecito sutil de bañada a Sebastián para el tercer gol (Zenón), en la apertura de la segunda parte. Bien estudiado que lo tenían, porque los argentinos dispararon muy poco al arco: sabían que eso se daría -por el mismo planteamiento-, pero también sabían cómo podían aprovechar al máximo cada ocasión.

Así, que no hay mayor misterio en todo esto: sin alternativas que le brindaran algo inesperado al partido, -o algo no anticipado por el técnico rival, Gustavo Munúa-, muy poco se podía hacer. Porque él sí tenía las cosas muchas más claras que nuestro Cruz.

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Comunicador social-periodista (1986), Magíster en Comunicación (2010), con 34 años de experiencia periodística, 24 de ellos como redactor de planta del diario El Tiempo (y ADN), en Barranquilla (Colombia). Docente de Periodismo en el programa de Comunicación Social (Universidad del Norte) desde 2002.

jfranco@uninorte.edu.co