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Por Daniela Lubo Henríquez

Todos nosotros, los consumidores de contenido televisivo, nos entretenemos y disfrutamos de muchos y variados programas de televisión que, ya sea, lo encontramos por casualidad, o mejor aún, que decidimos ver. Sin embargo, existe todo un esfuerzo, dedicación y máxima concentración, entre otros atributos, detrás de lo que sólo vemos dentro del recuadro de nuestro televisor, para que podamos consumirlo de la forma más vistosa posible.

Gina González es una de esas almas visionarias que recoge todas las anteriores cualidades para saciar nuestra sed mediática. Parece tener aún muy poco recorrido de vida como para trabajar en el canal seccional más representativo de nuestra región, Telecaribe, pero en realidad es una de las más respetadas del equipo por su gran conocimiento y experiencia adquirida.

La tarde avanzaba. El sol estaba pronto a ocultarse. “¡Qué dicha!”, me dije. Esperaba que Gina, a quien conocí en los campeonatos universitarios de tenis de mesa en los que ambas participamos, me enviara un mensaje para que yo saliera hasta el punto acordado, subiera a su carro y llegáramos al edificio del canal Telecaribe, su segundo hogar.

Fundado en abril de 1986 en Valledupar, pero lanzado al aire en octubre del mismo año en Barranquilla, Telecaribe se convirtió en uno de los símbolos de la región Caribe. De esos 31 años de historia, Gina, con tan solo 24 años de edad, se ha hecho hija del canal en sus últimos 4, los cuales le han hecho esforzarse un poco más tanto física como mentalmente, ya que a la par, está realizando sus estudios universitarios.

Finalmente llegó. Nos fundimos en un cariñoso abrazo, pues teníamos un buen tiempo sin vernos. Le pregunté si no llegaba un poco tarde, pues llegó 15 minutos después de la hora que inicialmente acordamos, a lo que respondió: “No. Sigo estando a muy buen tiempo, digamos que estoy ‘tarde’ para lo que normalmente llego, pero vamos bien. Mi primer programa es a las 6”. Faltaban 15 minutos para las 5. Le dije: “¡Ah, no! Súper bien, entonces”. Y su respuesta fue: “No, no creas. El programa comienza a las 6 pero antes me toca montarlo. Dura al aire media hora, pero montarlo me toma el mismo tiempo o el doble.”

Cuando llegamos al canal, pude darme cuenta que se respira un buen ambiente. Sus saludos con todas las personas del edificio, a medida que avanzábamos y llegábamos al primer destino, eran bastante efusivos entre sí. ¡Qué buena vibra!

Llegamos a un primer salón, me presentó con varias personas, pero sólo a una de ellas le dijo: “Ella es mi amiga, de la que te hablé”. Nos saludamos cordialmente, pero por dentro sentí un poco de pena, había sido yo un tema de conversación antes. Ella respondió: “Mucho gusto. Gina me dijo tarde que venías, pero se la dejo pasar porque es ella y la quiero mucho.”

Supe, a los minutos, que se trataba de Katherine Escorcia, productora delegada de ANTV, y segunda persona al mando cuando la jefa de producción, Lucía Sarmiento, está ausente, como pasaba en ese momento. Ese primer salón era uno de los sets de grabación del canal. Se estaba desarrollando en vivo uno de los programas del canal. De hecho, uno de los más populares: Contacto. Sin embargo, fueron solo aproximadamente los últimos 10 minutos los que pude observar con asombro. Esta vez podía ver lo que no se veía en la pantalla de un televisor.

La presentadora de Contacto, Juliana Arango, todo el tiempo que estuvo al aire se mantuvo radiante, activa, eufórica y sonriente. Solo hasta que se escuchó en el set: “Estamos fuera”, Juliana salió de en frente de las cámaras y soltó el suspiro que estuvo guardando todo el tiempo que estuvo al aire. Era el cansancio acumulado de sonreír durante varios minutos y mantenerse de pie y bailando con unos elegantes tacones. “¡Estoy muerta!”, dijo, acompañado de una sonrisa suave, que luego se volvió carcajadas al recordar una de las frases que leyó de uno de los seguidores mientras leía comentarios que le enviaban a las redes sociales del programa.

Salimos del amplio set de Contacto y llegamos a un salón más pequeño. Nos sentamos frente a un montón de computadores, pantallas, aparatos tecnológicos. Pero, por el momento, sólo se hacía necesario un computador. Uno de los más grandes, por cierto. Lo primero que hizo Gina fue abrir su correo, de donde descargó un archivo que decía: “El empleador mayo 24”. El documento correspondía al orden de todos los textos que se mostrarían durante el programa, parte del trabajo de Gina. Procedió a abrir un programa especial, en el que haría el montaje de los textos junto a los gráficos que se mostrarían a lo largo de la media hora que correspondía a “El empleador”. Se veía complejo para mí en un principio, pero aceptaría el reto si me tocara. Faltando 10 minutos para el inicio del programa (5:50p.m) llegaron tres personas más, miembros del equipo de producción de la cámara, para terminar de ajustar los últimos detalles y comprobar el contenido del programa.

“Sandra, ¿estás lista?”, pregunta el director del programa. Sandra, la presentadora, responde afirmativamente. Prosigue el director: “5, 4, 3, 2, 1, al aire”, y pude ver cómo mientras ella estaba en un lugar distinto al que yo estaba, recibía por un auricular todas las instrucciones del director a lo largo del programa en vivo. Y yo estaba ahí, a menos de dos metros del director viendo cómo llevaba el hilo de todo. Gina también era instruida del momento en el que debía poner x o y texto o gráfico.

El momento de tensión llegó cuando en el orden del programa seguía el mostrar un poster de unos cursos técnicos que promocionaba la Alcaldía, y el gráfico no estaba entre los archivos previamente preparados. Todas estas cosas pasan mientras disfrutamos viendo y no lo sabemos. Así que otras dos personas de apoyo que estaban en la misma habitación se movilizaron en ese mismo instante, mientras el programa estaba en desarrollo, para descargar el archivo nuevamente e insertarlo. Después de ya haberle anunciado a la presentadora que seguía el anuncio de los cursos de la Alcaldía, le tocó decirle luego: “Nena (de cariño), pregúntale esto:”, y le dijo una pregunta que salió de su ingenio momentáneo para ganar unos cuántos segundos mientras acomodaban el gráfico que faltaba. Así lo hizo Sandra. Finalmente, el gráfico apareció como se debía y la programación siguió su curso normal. Eso sí, Sandra debió abreviar la despedida cuando el director le anunció por el micrófono a su oído: “Sandra, cerramos. Cortico, cortico”. “3, 2, 1, fuera del aire”. El programa terminó y un par de aplausos sonaron en el salón.

Llevan tiempo en eso y el programa lo emiten todos los días, pero siempre será un éxito terminarlo bien, a pesar de los inconvenientes. Gina ve mi cara de asombro y me dice: “rara vez pasan cositas así, pero ya viste cómo se sacan”. Y al tiempo, vi cómo Sandra pasó de despedirse de la audiencia con una gran sonrisa, a toser fuerte apenas estaba fuera del aire y decir: “Me va a matar esta gripa”.

La próxima sección en la que Gina participaba técnicamente era de una lotería que estaba programada para dentro de una hora y media. En ese lapso, comimos una merienda y vimos brevemente algunos otros programas en ese lapso de los que ella no estaba a cargo, pero evidentemente tenía acceso. Así funciona el canal, por turnos, y gracias a Dios que así es. La jornada sería insoportable para alguien que deba trabajar en todos los programas, pero por fortuna están los turnos, y con ellos, los recesos, en donde todos aquellos que están “libres” los disfrutan como un manjar después de un día entero sin comer; además, el buen rollo entre todos, hace también todos los momentos más llevaderos.

Llegó la hora de la lotería “La bolita”. Sólo duramos cinco minutos en esa otra habitación. Creo que mi cara reflejó el “¿ya?” que dije en mi mente, porque al salir Gina me dijo que a pesar de que era el más corto, era uno de los más complicados de los que hacía, ya que el equivocarse al mostrar algunos de los números al aire, podría ocasionar un gran problema. Ya me podía imaginar a algún espectador llegando a reclamar el dinero que ganó porque su número era el que estaba en la pantalla, aunque no coincidiera con el de las balotas.

Después de media hora, llegamos al salón en el que se haría el montaje del último programa que le correspondía a Gina esa noche. Y también el más sorprendente, no precisamente por el contenido, que también era interesante para los amantes del deporte, sino porque ese era uno de los programas que se realizaba con set virtual. Sí, el set que veíamos en la televisión, la mesa de los presentadores, la pantalla de fondo y todas las luces ¡no estaban allí realmente!, pero los espectadores veíamos todo eso en la pantalla gracias a un tecnológico y avanzadísimo conjunto de programa y aparatos. Utilizaban las famosas pantallas verdes. No podía creerlo.

La jornada terminó a las 10 de la noche. Gina, muy amablemente, se ofreció a llevarme a mi casa. Ella vive prácticamente en el polo opuesto del edificio de Telecaribe, aun así, ha sido este canal el que la acogió y el que ha hecho posible que a sus 24 años ya haya podido irse a vivir independientemente y comprar un auto para hacer la travesía de todos los días, la cual termina en la satisfacción de todos los que disfrutamos del contenido de nuestro canal regional. Así como Gina, existe todo un equipo y personal que se sacrifica, se rebusca, se sobreponen a las dificultades y trabaja arduamente para hacernos gozar audiovisualmente a todos los caribeños.

 

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

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