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imagen del carnaval

Por: Román Medrano y Saúl Granados

El disfraz del descabezado es una creación de Ismael Escorcia Mediana. Este disfraz lleva 66 años haciendo presencia continua en el carnaval de Barranquilla.

Eran las 2:30 de la tarde, Plaza de la Paz, el calor sofocaba el ambiente, el sol de Barranquilla estaba en lo alto y hacían unos 34°. Soplaba algo de brisa, de fondo se encontraban adecuando la tarima para la noche de Tambó. Mientras esperábamos, decidimos tomar un poco de sombra bajo uno de los palos de almendra de la remodelada plaza. Estábamos impacientes y ansiosos por conocer a Wilfrido Escorcia, quien actualmente lidera el disfraz de los hombres gigantes, sin cabezas, con trajes de color oscuro y ensangrentados que con un machete  y su cabeza en las manos recorren todos los años el Cumbiódromo de la Vía 40.

Aproximadamente  después de 15 minutos  de espera un hombre de unos 1.70 de estatura, de tez morena y contextura delgada llegó a la plaza. Contrario a lo que esperábamos fue fácil identificarlo, puesto que venía con un pantalón gris, camisa blanca con adornos carnavaleros al igual que el sombrero y el tradicional machete en una de sus manos en el que rezaba “Ismael Escorcia Medina Autor 1954”. De inmediato nos dirigimos a él y nos recibió con una sonrisa. Tomamos asiento en una de las bancas que se encuentran a lo largo de la plaza. Con solo preguntarle de qué se trataba el disfraz del descabezado, se soltó a hablar y mientras agitaba sus manos dio  inicio al relato de como Ismael Escorcia Medina, su padre, creó este enigmático atuendo.

Wilfrido Escorcia Medina

El nacimiento de “El Descabezado”.

Corría el año de 1953. Después de pasar un día con su familia en Calamar, Bolívar Ismael Escorcia regresaba a Barranquilla en uno de los famosos “Jhonson’s” que cruzaban el río Magdalena, cuando de pronto siente que algo choca con la lancha. Al asomarse, ve un cuerpo sin cabeza flotando en el río, lo cual asume que es uno de los tantos muertos de las guerras entre los rojos y los azules.  Años antes, en 1948, habían asesinado al caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, figura máxima del liberalismo del cual Ismael era férreo seguidor. En ese momento sintió ira e impotencia porque este era su modelo a seguir. Estos dos hechos, sumados a los miedos impuestos por su familia, sobre “la Llorona” y “el burro sin cabeza”, además de las diferentes películas con “trucajes cinematográficos” que vio en su infancia , lo motivaron a crear su propio truco y el momento oportuno para llevarlo a cabo fue el carnaval de Barranquilla.

En uno de los espacios que le daban para almorzar, Ismael regresó a su casa y puso en marcha su idea de crear algo para demostrar lo que sentía y lo que se vivía en esa Colombia del Post-Bogotazo. Con varillas de hierro y soldadura empezó a diseñar un cuerpo. Su familia y amigos lo veían como algo descabellado, pero a él no le importó y siguió con su idea. Pasaban los días, e Ismael cada vez iba perfeccionando lo que él llama “Un homenaje eterno a la figura de Gaitán”. Cuando lo vió casi terminado se lo midió frente a un espejo y vio el reflejo de un “monstruo”: Para el joven Ismael, esto era la representación de los asesinatos atroces y a sangre fría que ocurrían en el diario vivir colombiano.

Ahora hacía falta la ropa, tenía que ser grande y particular por el diseño creado. Ismael le comentó a varios de sus compañeros de la empresa. Entusiasmados por la “loca idea” estos le regalaron cada uno una camisa y un pantalón de trabajo. Con estos elementos, Ismael logró darle el aspecto del caudillo Gaitán a su “monstruo”. Los materiales para la elaboración de la cabeza eran pocos y no le quedó otra opción que crearla con trapos y papeles viejos. 

Llegaron los carnavales del ´54. Era el momento de Ismael para mostrar su diseño. Cuando salió por primera vez, la gente salía despavorida de aquel hombre que con cabeza y machete en mano, recorría las polvorientas calles de la Arenosa. Mientras los transeúntes gritaban, Ismael dentro de esos trapos y alambres, reía, ya que su intención no era asustar, sino divertirse y a la vez denunciar lo que ocurría en Colombia.

Pasaban los años y mientras el mundo avanzaba, el “descabezado” también lo hacía . Gracias a la creación del poliestireno expandido o “ICOPOR” (Acrónimo de la empresa que lo fabricaba, Industria Colombiana de Porosos), así pudo aligerar un poco más la cabeza del personaje, y hacer más cómodo su andar. Ismael quería que su aterrador muñeco se viera lo más humano posible, es así como le añade una falsa “Carótida” que expulsaba agua mezclada con anilina y que en algunos casos le llegó a causar uno que otro inconveniente, como la vez que casi le disparan. Después de esto, tomó la decisión de cambiar la anilina por “menticol” con fragancia.

El descabezado actual

De niño, Wilfrido acompañaba a su padre y demás familiares a los desfiles de carnaval en esas calurosas tardes barranquilleras. Ya para 1970, con 17 años, le dijo a su papá que quería salir con él disfrazado del “Descabezado”. Su papá le dijo que sí, pues quería que su hijo continuara con su legado. Y ahora es así, pues es Wilfrido quien lidera a los descabezados que salen en los diferentes desfiles. Tanto es el amor que siente Wilfrido por el descabezado que también su hijo y su nieto lo acompañan al desfile.

El Tarantino Barranquillero

El atardecer caía, ya el calor empezaba a menguar gracias a la brisa de las 4 PM. Nosotros seguíamos con Wilfrido debajo de aquel viejo palo de almendra y fue allí que mientras dialogábamos, con una sonrisa el hijo de Ismael Escorcia, el viejito de 90 años  ,orgulloso nos decía que su padre es y será el eterno “Tarantino Barranquillero”. A pesar de que Quentin Tarantino e Ismael Escorcia no se conocen, tienen algo en común: El uso de la sangre como recurso narrativo. Y es que, el Tarantino estadounidense lo usa en largometrajes y el Tarantino barranquillero en su disfraz.

A finales de febrero de 2019 Ismael Escorcia se encontraba en su casa, cuando en horas de la tarde el personal encargado del FICBAQ se contacta con él. Le piden que diseñe la cabeza de Quentin Tarantino, quien supuestamente había escuchado la historia de un aterrador disfraz de un hombre sin cabeza que se paseaba por las calles de Barranquilla en épocas de carnaval. Sorprendido, Ismael aceptó hacer la cabeza del afamado director, para entregársela personalmente la noche del martes 12 de marzo en la concha acústica del parque Sagrado Corazón. Para él, como para cientos de amantes del séptimo arte, sería un sueño cumplido el conocer a uno de los más grandes directores de cine de todos los tiempos.  

Los días pasaban e Ismael ponía todo su empeño en la elaboración de la “Cabeza de Tarantino”. Su ilusión crecía. Quería que el 12 de marzo llegara pronto. Pero, ocurrió algo que no esperaba, un día antes de la esperada fecha, el FICBAQ anunció mediante un comunicado de prensa que Quentin Tarantino no vendría a la ciudad y que todo se trató de una estrategia para crear más expectativa y que el gran homenajeado sería Ismael Escorcia por sus 65 años dedicados al carnaval de Barranquilla y quien es “El Tarantino Barranquillero”. 

En la casa del creador…

El atardecer se apoderaba de la plaza, algunos pájaros regresaban a los árboles. Después de casi 1 hora y media partimos junto a Wilfrido rumbo al barrio El Santuario a la casa de Ismael Escorcia. Mientras íbamos en el taxi Wilfrido nos relataba como fue el cumpleaños número 90 de su padre que había tenido lugar 3 días antes de nuestro encuentro. Después de media hora de camino pasamos por la puerta del museo del descabezado al sur de la ciudad, donde se encuentran un sinnúmero de cabezas diseñadas por este hacedor del carnaval. A dos cuadras del museo llegamos al hogar del creador del descabezado. Al entrar a su casa, encontramos en la sala un viejo sofá donde reposaban las cabezas de una muerte y del fallecido Fidel Castro. Al fondo, un estante lleno de “muñequitos descabezados” y debajo de este un busto que representa la cabeza de Ismael, con gafas de sol y un sombrero azul, quien es su fiel compañero.

Al pasar por un pasillo alcanzamos a ver al fondo un grupo de jóvenes dándole un último toque de pintura a las cabezas que desfilaran el siguiente día por la vía 40 en el desfile de la Batalla de flores 2020. Escorcía estaba sentado en un viejo mecedor con una camisilla de franela blanca, pantalón  gris y chancletas. En su rostro se nota la edad en la que las cosas se miran con más calma. Ya no es un joven, su cabello es blanco como la nieve, las arrugas se posan sobre sus mejillas, pero en sus ojos claros se ve la mirada de un niño, ansioso por vivir de nuevo otro carnaval. Al vernos se levanta de su asiento para saludarnos. Aunque su andar sea lento, su emoción al ver que lo visitamos alegra el ambiente.  Después de saludarnos, le da algunas indicaciones a los jóvenes, esto se lo permite sus más de 50 años de experiencia que tiene elaborando este traje. Al mismo tiempo nos cuenta que aunque ha participado en muchos desfiles del carnaval, sigue sintiendo la misma ansiedad a pesar de que ya no participe directamente en ellos y espera como en otros años, alcanzar un congo de oro.

Sábado de Carnaval: Batalla de flores

Desde las 7 de la mañana, en la casa de los Escorcia, Wilfrido y su padre daban los últimos retoques a las cabezas del día. Luego Wilfrido se encuentra con su hijo y los demás muchachos que los acompañaran en el desfile. A diferencia de otros colectivos o comparsas, los descabezados salen  ya vestidos con el pesado cuerpo de alambre listos para desfilar en la vía 40. Llegan al cumbiódromo a las 10:30 am y de inmediato les indican que son quienes abrirán el desfile. Ya a las 12 del mediodía, salen desfilando con sus machetes y cabezas en mano los descabezados liderados por Wilfrido. Desde ese momento hasta el final del desfile, extraños y propios no dejaban de sorprenderse con las impresionantes creaciones de Ismael, que para algunos eran un poco extraños.

Fotos por Saúl Granados y Román Medrano.

Un hombre sin cabeza solo puede existir en un mundo fantástico como lo es el carnaval de Barranquilla, pero nunca en la realidad porque como dice Ismael Escorcia Medina: “Nadie tiene el derecho de quitarle la vida a otro”.

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