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Las ciudades esconden lugares recónditos que comprenden completos mundos misteriosos. Es el caso de los hogares de Lourdes, una santera cubana, en Barranquilla, Bogotá y La Habana. En ellos, decenas de figuras inusuales permanecen expectantes a la atención de su dueña, a quien muchos tildarían de bruja.

Pero ella no hace sino rezar. Reza a unas figuras que con sus  facciones rústicas y caricaturescas, que parecen burlar a los santos católicos que los acompañan en los altares que les ha construído.

La señora Lourdes, como muchos, practica la Regla de Osha, mejor conocida como Santería… No es nada oscuro, aunque la falta de datos demográficos acerca de sus devotos lo sugiera. En realidad, es un sincretismo. Es la unión de las religiones de los amerindios, el catolicismo romano y la religión Yoruba de los africanos de las faldas del río Níger.

La práctica de la santería se remonta a siglos atrás, a la época colonial del caribe americano, pues mediante el sincretismo. permitió a los dominados profesar y preservar sus creencias a espaldas de los misioneros, convencidos de haber logrado su evangelización.

Así que, en otras palabras, lo que esta devota posee no son sino figuras de deidades africanas u orishas y de ídolos de santos católicos, que hacen las veces de orishas.

Los orishas son para ella y todos los seguidores de este culto, los intermediarios del espíritu de su deidad superior llamada Olorun, que dominan todas las áreas de la naturaleza. La materialización de los orishas le permite a los devotos hacer peticiones específicas, explica Gladys Hernández, una estudiosa de la religión.

La correspondencia entre estos santos va acorde con la vestimenta del orisha y del santo católico. Por ejemplo, Santa Bárbara corresponde a Changó, el dios de  los truenos, los rayos, el fuego, la justicia, la virilidad y la danza. Entre sus ofrendas se encuentran las manzanas, la miel o inclusive joyas “en casos extremos, cuando también se le puede poner vino”, agrega Gladys.

Y es que Lourdes les ha construído altares completos para cuidar a sus orishas, a quienes llama antes de hacerles cualquier pedido o agradecimiento con las campanas de cristal que acompañan las ofrendas que tiene para ofrecerle a sus santos. No están ahí por casualidad esa vaquita ni las muñecas vestidas de blanco: son regalos.

Además, se encuentra Yemayá, la diosa del mar, que viste de azul. Sus ofrendas pueden ser cosas relacionadas con el océano: “a Yemaya se le dan cosas azules y que tengan que ver con el mar, como conchitas. Se puede poner una copa con agua de mar, también; claro que si quieres darle algo costoso también se puede dar comida, como pescado seco”.

Este culto tiene una enorme carga simbólica. Por ejemplo, existen significados para la posición de los orishas. Por ejemplo, en esta imagen Gladys explica que “si te fijas, unos están mirando para la pared, lo cual quiere decir que  se está pidiendo ayuda para alguien”.

Es algo desconocido para nosotros, y parece brujería. Pero “que quede claro que no lo es”- o al menos eso dice la señora Gladys sobre la práctica de la santera. Pide respeto, y no más.

Altares, Orishas y ofrendas

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