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Por: Edwin Caicedo Ucros

 

En su cuarta versión, el Premio Gabriel García Márquez entregó el reconocimiento a la excelencia al periódico digital El Faro, de El Salvador. Su fundador Carlos Dada, su director José Luis Sanz y el periodista Óscar Martínez fueron los encargados de recibir el premio y en conversación con Carlos Fernando Chamorro y Mónica Gonzalez de hablar sobre el camino que han recorrido para llegar hasta allí.

Nacido hace 18 años en uno de los países más peligrosos de Centroamérica, El Faro y su grupo de ‘incomodos’ como fueron bautizados, ganaron este reconocimiento gracias a su  incansable labor como periodistas independientes y su empeño y constancia en historias con sentido social.

Para 1998 cuando por falta de recursos sus fundadores crearon –sin darse cuenta- el primer periódico latinoamericano exclusivamente digital -irónicamente para aquel tiempo solo cerca del 1% del país tenía acceso a internet-, el periódico prometía en su primera edición llegar a ser impreso, cosa que hoy agradecen no haya sucedido.

Han pasado por mucho y han logrado aún más. El Faro y sus investigaciones han revelado numerosos casos de corrupción, la relación entre la policía y el mayor grupo de padillas del país y las finanzas ocultas de reconocidos líderes políticos. Pero aun así, también han sufrido ser un periódico digital sin internet para publicar e incluso la falta de recursos que llevó a sus periodistas a conseguir otros trabajos y realizar reportería y redacción en tiempos libres.

Los periodistas afirmaron que si bien hacer reportería como medio independiente los ha llevado a verse afectados por amenazas o por falta de recursos con los que funcionar, su obligación con el periodismo es la de mostrar la verdad, es la de sentirse ‘incomodos’ ante las desigualdades, es la de denunciar.

En su discurso pronunciado el día 29 de septiembre, el equipo sostuvo “nos sabemos incómodos. Incómodos para el poder. Incómodos para los criminales. Incómodos para los corruptos. Somos tan incómodos que lo somos para nosotros mismos. (…) ¿Cómo puede un periodista sentirse cómodo, cómo puede acomodarse si a su alrededor pocas cosas, y poca gente parecen estar, funcionar, vivir bien?”

Óscar Martínez, quien también asistió al evento como uno de los talleristas invitados, aseguró que cubrir violencia en un país como El Salvador demuestra las notables desigualdades sociales de Ámerica Latina.

Para Martínez, quien dictó el taller ‘Del terreno a la página ¿Cómo sobrevivir a la página en blanco tras una investigación de largo aliento?’ la mayor problemática es que exista una sociedad que se sienta cómoda con las desigualdades.

Por su parte, para José Luis Sanz  “lo más jodido de la violencia en Centroamérica es que tiene sentido es que es totalmente lógica”. Los periodistas han apelado erradamente a una violencia sin sentido, pero en países como El Salvador y muchos otros de Latinoamérica la violencia existe por razones inexpugnables.

Algo que se recalcó es que no es solo el periodista quien corre peligros al escribir sobre violencia, las fuentes están también bajo grave riesgo y según dicen, casi nadie pregunta por su devenir.

La prensa escrita también tuvo su aparición. Mónica Gonzales respondió tras una pregunta del público referente al destino de la prensa, en un mundo interconectado por redes sociales y donde la información se replica casi que instantáneamente sin la necesidad de que el periodismo sea un mediador.

“No, la prensa no va a morir. Somos nosotros los que tenemos que entenderlo” dijo, las redes sociales son para esta una herramienta que ahora más que nunca necesita el periodista. La información no solo debe ser contada, debe ser bien dicha, con objetividad, sin interés económico o político alguno para que los lectores sepan realmente qué es lo que sucede.

El panel finalizó en aplausos, risas y elogios para un grupo de periodistas que más que un premio y un público se ganaron el privilegio de escribir la verdad, incomodos como estaban de vivir en una sociedad de desigualdades, mentiras y violencia.

 

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