Se montó en el carro, recuerdo haber visto el reloj, eran las 7:36 de la mañana. “Buuuuenoooss díííaass” me dijo Kike, con esa lentitud que lo caracteriza al hablar, buenos días -“¿Ya desayunaste?”- pregunté; sí, me dijo. De camino a la casa museo, pasamos por la estación del ferrocarril en Aracataca, quise preguntarle ¿qué había pasado con ese proyecto? Pues sabía que lo habían frenado por algún motivo; Kike se enganchó a hablar de la historia de tal lugar y de las razones por la cual no estaba funcionando; lo más sorprendente de todo fue que la lentitud en su conversación, desapareció por completo.
Finalmente llegamos; nos bajamos y decidimos sentarnos en una casa situada frente al museo; nos tiramos al piso como dos niños, empezamos a hablar como si fuéramos viejos amigos, la verdad es que era la segunda vez que lo veía, imagino que la informalidad de la escena hizo que se sintiera más cómodo conmigo.
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Manuel Enrique Mojica Torrenegra, es su nombre completo, pero aquí en “Cataca” la gente lo conoce como “Kike”, el “pelao” que siempre se sienta frente a la casa museo a esperar turistas para darles una pequeña introducción de esta a cambio de una pequeña colaboración.
-“Oye, me llama mucho la atención ver que un muchacho tan joven como tú, esté tan interesado en la historia de este pueblo, -“¿cómo es posible que sepas lo mismo o más que una persona mayor?”- le pregunté.
-“Cuando llegué al último grado de la primaria, empezamos a dar ciencias sociales y ahí comenzó mi gusto por la historia de este país, iniciando por la época precolombina hasta la actual, los presidentes de Colombia también despertaron gran interés en mí, y qué decir de la historia de Aracataca, quería saber hasta el más mínimo detalle ¿cómo había sido fundada? ¿en qué año fue declarada municipio?, eso y todo lo que tuviera que ver con este pueblo que a propósito ya está a un año de llegar a su bicentenario”- dijo.
Aproveché el momento para hablar de su niñez, pues había tocado el tema de la primaria. Puso su mirada en el piso y salió de su rostro una sonrisa algo nostálgica que me dejó ver sus labios carnosos y exagerados, contrastaban perfectamente con el tono de su piel morena y su cabello grueso, que por cierto me recordó a un compañero del colegio que también se caracterizaba por tener una “melena gruesa” igual a la de kike.
“Fue muy bonita, siempre me trae muchos recuerdos, la mayoría buenos” me respondió.
-“¿Y Terminaste el colegio?”-
-“Sí, gracias a Dios. Terminé en el año 2005 en un colegio que ya no existe, se llamaba ABC”-.
Yo quería saber todo de Enrique, tenía tantas preguntas; pero la que más me hablaría de él fue la siguiente: -“Cuéntame, ¿qué haces en tus tiempos libres?”-
-“Bueno, yo me la paso en la biblioteca, o en la sala de internet, siempre estoy buscando noticias actuales y es que aparte del turismo yo tengo otra pasión muy distinta, es el periodismo, yo desde pequeño soñaba con ser periodista, y aun lo sigo soñando”-
Fue un momento increíble, se me erizó la piel de sólo pensar que yo estaba viviendo el sueño de Kike, y es que me gusta mucho lo que hago, pero sabía perfectamente que él valoraría esto más que yo.
Continuó diciendo: -“Quisiera vivir en Santa Marta o posiblemente Bogotá, aunque en Bogotá es donde más me gustaría –Se le iban los ojos, eso me hacía entender que añoraba mucho vivir en la “nevera”- allá tendría más oportunidades de trabajar en un medio de comunicación, en este caso elegiría la radio”-.
-“¿Cómo te ves en unos años?”-
-“Me veo trabajando como periodista, como te dije, me gustan los medios de comunicación, me gusta analizar temas, soy muy bueno para eso porque soy muy neutral, no defiendo, ni ataco a nadie”-.
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Kike va a la casa museo de Gabriel García Márquez desde el año 2012, ahí espera a los turistas para ganarse una “platica” que no le cae mal a nadie en estos tiempos.
No le permiten entrar al museo, ni trabajar oficialmente como guía dentro es esta, ya que tienen un convenio con la Universidad del Magdalena y sólo ellos autorizan y capacitan a las personas que ofrecen tal recorrido; lastimosamente este joven oriundo de Aracataca debe ofrecer su servicio afuera de la casa.
– “¿Dónde te sientas mientras esperas a los turistas?”-
– “Ahí, en toda la entrada. -gira su cuerpo y señala con su dedo la puerta de enfrente- como no puedo pasar me toca hacerles una pequeña introducción desde acá afuera, ellos me colaboran con algo, no me gusta ponerle precio a mi trabajo; después dicen que uno “tumba” a los turistas y no es así”-.
-“¿Y vienen muchos extranjeros?”-
-“¡Claro! De todas partes: Estados Unidos, Inglaterra, Brasil… ¡Hasta de la Conchinchina!” y se echa a reír.
-“¿Has tenido alguna anécdota particular con uno de ellos?”
-“Una que otra, por lo menos, una vez vino una pareja de argentinos, ellos querían conocer la casa de Gabo pero era lunes y no estaba abierta; no sé por qué pero la señora se alteró mucho, les ofrecí llevarlos a la casa del telegrafista como consuelo, aunque la mujer decía que no le interesaba nada de eso, los convencí, les di un recorrido y al regresar pudimos convencer al vigilante de la casa museo para que los dejara entrar; al terminar me pidió disculpas y me dijo que era un poco nerviosa, lo importante es que se fueron contentos y yo quedé satisfecho”-
-“¿La casa del telegrafista? ¿También eres guía allá?”-
-“Así es, digamos que allá trabajo de forma oficial, queda a unas cuantas cuadras de aquí, yo le ofrezco a los turistas una introducción aquí y luego les pregunto si desean dar un recorrido en la casa del telegrafista, ellos son quienes deciden si sí, o si no”-
-“Entonces.. ¿dónde te va mejor? ¿Aquí o allá?”-
-“ En las dos partes, en realidad Aracataca no es sólo la casa de Gabriel García Márquez, Aracataca tiene muchos sitios turísticos importantes, como la iglesia San José que también queda aquí mismo, es más, queda ahí en el parque, lejos de la zona turística central está la estación del ferrocarril, el camellón 20 de julio, la escuela Montessori donde estudió Gabo el preescolar y primero de primaria de la mano de su maestra Rosa Helena Fergusson, también está la logia masónica, el comisariato de la United Fruit Company, la biblioteca municipal………….”
Y así me perdí en el tiempo mientras dejaba que Kike hablara libremente, los “ciclotaxis”, bicicletas, motos, unos cuantos carros y hasta un tractor, se paseaban por las calles, hacía un calor infernal, algo que caracteriza mucho a este pequeño pueblo que inspiró las calles de Macondo, en ese momento, una señora interrumpió preguntando: -“¿está la señora de la casa?”-, le respondí que no sabía, que si gustaba tocara el timbre, a lo mejor pensaba que yo era familiar de los dueños; en fin, gracias a esa mujer pude regresar del más allá y puse nuevamente mi atención en Kike.
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Era momento de irme y no saldría de ahí sin pedirle al joven que me diera un breve recorrido; nos pusimos de pie, empezó a hablarme de la edificación donde vivió nuestro primer y único nobel de literatura.
-“En esta casa lineal, a lo largo del corredor de las begonias nació el mejor escritor de este país, un 6 de marzo de 1927 y vivió hasta los nueve años criado por sus abuelos maternos”-.
Luego de un momento, nos dirigimos a la casa de telegrafista, Kike uno poco acelerado se adelantó, no digamos que me dejó olvidada, simplemente me llevaba unos pasos de ventaja; pude notar su caminado peculiar, con un meneo de aquí para allá que me llamaba mucho la atención, iba saludando a todo el que se le cruzara por el frente, era como ver a toda una celebridad. Pero ese divertido momento llegó a su fin cuando pasábamos la calle para llegar al parque central, unos bicitaxistas le gritaron.
-“Espere a la dama”-. Dijeron con un tono burlesco.
Para ese entonces yo seguía caminando detrás de Kike, sin decir nada, cruzó la calle; yo no pude hacerlo porque una moto se atravesó, crucé inmediatamente y apresuré mi paso para alcanzarlo, cuando por fin lo logré le dije.
-“¿Te molestan mucho?”-.
-“Ellos son así, pero prefiero no hablar de eso”-.
Por fortuna llegamos a la casa del telegrafista y aquel episodio desapareció por completo. Vi la casa cerrada y me desanimé un poco; pensé que habíamos ido en vano, pero para mi sorpresa Kike sacó una llave y abrió, ahí me di cuenta de que más que un simple guía, era el sub-encargado del lugar; -“Señorita, espere un momentico, yo iré a abrir todas las puertas”- me dijo.
Salió a los cinco minutos y me hizo pasar, -“ Esta es la casa del telegrafista, aquí vivió y laboró durante dos años el padre de Gabriel García Márquez, el señor Gabriel Eligio García Martínez, desde 1924 hasta 1926”-. Se veía muy deteriorada, llena de polvo, eso sí, había una variedad de cosas, máquinas de escribir, fotografías, árboles genealógicos, mecedoras rotas, mesas, proyectores oxidados y hasta una Santa Lucía que estaba medio destruida por un incendio. Terminamos el recorrido y le pregunté a Kike si quería que lo llevara a su casa; me dijo que sí, rápidamente cerró todo y caminamos hasta el carro, nos subimos, miré el reloj y eran las 9:23 de la mañana, de regreso a su casa le hice una última pregunta sobre Aracataca; tomó aire y como un muñeco de cuerda empezó a hablar sin que nadie pudiera callarlo.