Por Sócrates
¿Qué tiene la marcha del 21 que preocupa tanto al Gobierno Nacional hasta el punto de ponerlo a tratar de impedirla? ¿Qué es tan contundente desde sus tuétanos motivadores para que Carlos Vives se sume? ¿Qué molesta tanto a ciertas personas que han acudido a los estigmas, los términos despectivos, y hasta a supuestos complots internacionales para ridiculizarla? ¿Qué tiene de interesante como para que personas que no caminan ni para ir a la tienda anuncien que participarán con entusiasmo?
Sea lo que sea, es un asunto digno de análisis. Lo que se tiene por costumbre es que el blanco de las protestas exprese su rechazo ante la iniciativa y la califique de inapropiada, injusta y varias cosas más, pero que se ponga a tratar de sabotearla es rarísimo, Fíjense que alguien como Nicolás Maduro, a quien muchos no bajan ‘de burro’, lo que hace cada tanto es convocar su movilización propia, y luego vienen los comparativos para mostrar quién llenó los espacios públicos de manera más sincera y contundente, pero ¿tratar de evitarla? ¿Por qué?
Como no se puede prohibir por norma (me imagino que legalmente sería un exabrupto) se acude a su descrédito: se dice que está fundamentada en “falacias”, que sus promotores son gente floja, guerrilleros, mamertos, personas desocupadas, mal informadas, violentos, vándalos, brutos sin pensamiento, manipuladores, nostálgicos sin iniciativa, marchistas a sueldo que reciben cheques desde Venezuela y Cuba, en fin. La lista es larga. Y se deslizan en las redes sociales informaciones sobre supuestas órdenes represivas para tratar de que, por miedo, los entusiastas terminen quedándose en casa, “por si las moscas”.
Es raro. En realidad, parece que las cosas están saliendo al revés, porque tanta propaganda contraria y tanta hiel lo que han hecho es estimular lo contrario. No sé qué irá a pasar, pero supongo que – ya sea porque hay personas a las que les encanta eso, o porque habrá infiltrados que lo harán por si acaso las primeras se reprimen-, algún acto de vandalismo habrá. Y si es menor, como un grafito, por ejemplo, se magnificará a tal grado que el acto de borrarlo corresponderá al presupuesto de todo el año de la entidad dueña de la pared o del lienzo improvisado.
Nos imaginamos las consignas contra el Gobierno, contra sus iniciativas que sin ser imposiciones (eso dice Iván Duque) se perciben pestilentes en el solo hecho de llevarlas a concertación; que si los recursos públicos mal utilizados, que la corrupción, que las mentiras, que… Bueno, la lista de razones es larga. Pueden discutirse, pero, en el fondo, nada hay en ese listado que le sea extraño a cualquier Gobierno. El nuestro, sin embargo, no quiere que ni siquiera se expresen. Es raro, no hay duda. ¿Será porque en otros lares, estas marchas y protestas han sido dinamita pura bajo la poltrona presidencial? Puede ser…
Como me imagino que la marcha de todos modos se dará, el llamado que todos deberíamos hacer es que se dé en paz, en respeto de la propiedad estatal y la privada, y que tan pronto se detecte un foco potencial de violencia o vandalismo, los demás se aparten, o los dejen solos. Y que nadie marche con capuchas o pasamontañas. Mejor dicho: que no den pasto a que ocurra lo que, en el fondo, quienes están tratando de reprimirla quieren que ocurra.
Porque parece así: la quieren impedir porque dicen temer que ocurran cosas; pero como la marcha parece que va, pues que, como mínimo, ocurran todas las cosas malas posibles para decir que se tenía razón al tratar de impedirla. Que este sombrero de ahogado no aparezca debería ser uno de los objetivos de los promotores de la marcha. Y que todo transcurra en paz.