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La barranquillera superó la barrera física para acceder a la educación, al ingresar al programa de Atención Integral a la Primera Infancia del Sena en el Atlántico.

Tan frágil como una galleta de soda, así era percibida Marlein Narváez Campo a los pocos días de nacida. Sus pequeños huesos se fracturaban con la mínima caricia, y su esperanza de vida era escasa. El nombre de sus padecimientos lo conocerían sus familiares a los ocho días de su nacimiento: osteogénesis imperfecta tipo uno, un trastorno genético que hoy día la joven, de 28 años, explica con una sonrisa tranquilizadora.

En las calles de Barranquilla y Soledad (Atlántico) no es raro verla montada en, como dice ella, su mejor amiga: una vieja patineta de cuatro ruedas que la lleva a sus fiestas, a buscar a sus hijos al colegio y a visitar a sus amigos. Y es que quedarse en casa nunca ha sido una opción, ni siquiera lo fue en su niñez, cuando entendió que no tenía la posibilidad de caminar debido a sus ‘‘huesos de cristal’’.

Entre el barro, las piedras, la arena y el cemento, Marlein se mueve como pez en el agua gracias a esta amiga de madera y a sus manos que le permiten impulsarla. ‘‘Mi familia siempre me ha enseñado a ser libre; yo veré cómo hago, pero tengo que salir adelante’’, dice con determinación mientras observa a sus hijos: Jhoan, de nueve años, y Ángel, de cinco, quienes le dan la fuerza que necesita para levantarse cada día.

Por su parte, su abuela Amparo Jiménez asegura que ‘Marle’ es una mujer luchadora y admirada en su barrio. ‘‘Siempre le he dicho que estudie, estuve tras ella todo el tiempo porque sus hijos necesitan que esté preparada para enfrentar al mundo. Tengo que reconocer que, si yo fuera ‘Marle’, si tuviera su condición, yo no estudiara, estuviera escondida en el último cuarto de la casa, pero a ella no le da pena nada, se pone sus vestidos, sus ‘shorts’ y sale… es una guerrera’’.

Por esa motivación y palabras de aliento, Marlein recuerda que en sus días más felices ha lucido una toga y un birrete. Estudiar, debido a su condición médica y a las limitaciones económicas con las que ha crecido, ha sido una barrera que ha superado durante su vida. ‘‘Mucha gente, cuando me gradué del colegio, me dijo que me admiraba mucho, y yo les respondía: todo tiene que ver con los límites que te pongas, estás completa, no tienes ninguna enfermedad y no aprovechas… ponte en mis zapatos y lucha por lo que quieres’’, recuerda.

Cada meta que cumple la celebra con gran alegría, la misma que la ha caracterizado desde pequeña. Un sueño que siempre tuvo fue formarse en Atención Integral a la Primera Infancia, se lo propuso y luego de intentar, por más de una vez, ingresó al Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) a prepararse y mejorar su calidad de vida.

‘‘Entré a estudiar un poco con nervios porque pensaba: yo soy la única con esta condición. Incluso le dije a una instructora que creía que me había equivocado de carrera porque los aprendices me miraban con extrañeza, pero ella me respondió: no, te miran así porque a pesar de la discapacidad estás aquí, has sido valiente, sinceramente me quito el sombrero’’, cuenta Marlein desde la terraza de su casa ubicada en Soledad.

La educación, para la joven, es un paso más hacia la transformación que le ha querido dar a su vida, por eso arregla uñas para tener el dinero necesario para transportarse todos los días hacia el nodo de Salud del Sena una de las nuevas 12 sedes especializadas con que cuenta la Entidad en el Distrito, y que está ubicado en la carrera 35 con calle 31, detrás del Camino Nuevo Barranquilla en el barrio San Roque.

‘‘Me abrieron las puertas en esa Entidad, me han hecho sentir una más, disfruto mucho de mi formación, incluso fui reina en el Carnaval. El Sena está haciendo de mí una mejor persona y me va a abrir muchas puertas para ser exitosa’’, manifiesta Marlein.

Su madre, Liana Campo, dice que lo que más destaca de ella es la habilidad que tiene para vivir sin obstáculos. ‘‘Nos encanta bailar juntas, tomar, cantar, disfrutar de la vida. Salimos al parque, hacemos desorden, nos grabamos. Me alegra saber que ahora los discapacitados tienen una oportunidad en la sociedad, en la educación, porque ese era uno de nuestros temores cuando supimos de su enfermedad’’.

Con dolor crónico y fracturas óseas ha vivido Marlein, por cuenta de esta enfermedad que también padece su hijo Ángel, y que le ha provocado más de una fisura en los huesos. Aunque el niño puede caminar, debido a las molestias prefiere jugar y arrastrarse para hacer sus actividades diarias, demostrando, al igual que su madre, que puede lograr todo lo que se propone. ‘‘Yo vivo mi vida al máximo, yo no nací para complacer a los demás, simplemente soy yo, tengo muchas metas y las voy a alcanzar’’, dice la joven barranquillera.

Sena Incluyente

La Política Institucional para Atención de las Personas con Discapacidad en el Sena, a través del Enfoque de Derechos, promueve de manera progresiva y convergente el acceso, en igualdad de oportunidades, a los servicios de la Entidad a fin de impactar de manera pertinente de acuerdo con la dinámica del mercado laboral abierto, en la productividad y mejoramiento de la calidad de vida de las Personas con discapacidad.

“Demostramos que somos un Sena Incluyente no solo cuando adoptamos, sino que adaptamos la formación a la necesidad específica de nuestros aprendices, arropándolos a ellos y sus familias y haciendo, por un lado, un acompañamiento psicosocial y por otro garantizando el acceso a la formación, por ejemplo, en las condiciones de infraestructura que le permitan a Marlein sentirse parte del entorno educativo en cada ambiente de formación. En otros casos, garantizando interpretes de Lengua de Señas Colombianas para el caso de la población con discapacidad auditiva, integrados con aprendices sin discapacidad, evidenciando una verdadera inclusión”, resaltó Jacqueline Rojas, directora del Sena en el Atlántico.

En Atlántico, en el primer semestre de 2022, 595 personas con discapacidad reciben formación para el trabajo con el Sena

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Comunicador social-periodista (1986), Magíster en Comunicación (2010), con 34 años de experiencia periodística, 24 de ellos como redactor de planta del diario El Tiempo (y ADN), en Barranquilla (Colombia). Docente de Periodismo en el programa de Comunicación Social (Universidad del Norte) desde 2002.

jfranco@uninorte.edu.co