por: Valeria Montaño.
Neil nunca conocería una vida tan tranquila,
incluso años después de salir de Vietnam, donde los recuerdos de lo vivido en Saigon
todavía lo persiguen.
Neil Sheehan empezó la vida entre vacas y pasto. Antes de que los campos se volvieran de guerra, y los sonidos de las balas inundarán su mente, un joven Neil, llamado en ese tiempo Cornelius Mahoney, soñaba con un día dejar la granja. En Holyoke, Massachusetts la vidade Neil era simple. Su familia, compuesta por padres inmigrantes irlandeses, se encargaba de administrar una granja de lácteos. Neil nunca conocería una vida tan tranquila como esa, incluso años después de salir de Vietnam, donde los recuerdos de lo vivido en Saigon todavía lo persiguen.
Sentado en un hotel, revisando los papeles que en poco tiempo se publicarían en el New
York Times, Sheehan solo podía recordar los días asfixiantes en la ciudad de Ho Chi Minh
donde él se empezaba a preguntar si lo que estaba viendo era justicia. Esta no era la
primera guerra de Neil. Un año después de graduarse cum laude de Harvard Neil prestó el
servicio militar en Corea. Posteriormente fue transferido a Tokio donde trabajó en la United
Press International, su segunda aventura en el mundo del periodismo después de escribir
para el Harvard Crimson. Después de su descargo militar, fue contratado por la UPI como
correspondiente en Saigon.
Sheehan llegó a Vietnam cuando la idea de la Pax-Americana todavía existía en la cabeza de esos que luchaban por ella. Fue después de la crisis Budista, en 1962 cuando Sheehan, junto a David Halberstam, empezó a encubrir secretos que se escondían detrás de la fachada de una guerra que América tenía que ganar. Después de dos años, movidos por el excelente trabajo de reportería que Sheehan había realizado, El New York Times lo contrato tiempo completo.
Volver a Vietnam después de haber presenciado actos atroces no fue fácil para Sheehan, que años después confesó que cada vez que iba temía volver sin vida. En 1965, año en el cual Neil volvió, el presidente Lyndon B Johnson ordenó que 3,500 marinos estadounidenses fueran enviados a Vietnam. Sheehan recuerda los jóvenes americanos que rondaban las calles con un aire de superioridad. Sus uniformes y cigarrillos colgando de la boca se encontraban en todos los bares, buscando mujeres Vietnamitas y juegos para pasar el tiempo. En esos momentos ellos todavía se consideraban héroes. Las mamás mandaban a sus hijos a una guerra que aún no los había desensibilizado, pero que no tardaría en hacerlo. No es difícil para Sheehan acceder la memoria de los jóvenes derrotados, sus miradas inertes, sus espíritus abatidos.
Fue después de estas visitas que nació la idea de publicar un libro. Sheehan no lo haría hasta muchos años después, liderado por la idea que tenía de buscar justicia para John Paul Vann, ex teniente coronel de las fuerzas armadas. En 1966, Neil se volvió correspondiente del Pentágono para el New York Times, cubriendo asuntos militares, politicos y diplomaticos. Aquí ganó una experticia que, combinada con sus experiencias en Vietnam, atrajeron a Daniel Ellsberg. Los papeles que Ellsberg pasó dos años fotocopiando en secreto solo concretaron lo que Sheehan ya sospechaba. Ganar la guerra de Vietnam era imposible, y el Estado lo sabía. El documento, titulado Estados Unidos relaciones con Vietnam (1945 – 1967) le pesaba cuando Ellsberg se lo entregó. En él se encontraban numerosos errores militares y mentiras por parte de los políticos que involucraban la Guerra de Vietnam. En el, aunque esto no lo sabían Ellsberg y Sheehan, tambíen se encontraba la renuncia de un presidente.
La publicación de los llamados Papeles del Pentágono cambiarían la vida de Sheehan por siempre. Tildad por la presidencia como soplón, espía y antipatriota, la reputación de Neilno estaba en su mejor momento. A pesar de esto, no faltaba los que lo veían a él y a el equipo del New York Times como héroes, posteriormente siendo galardonados con un premio Pulitzer. Pero nada de esto le sirvió a Neil de clausura. En su mente, las escenas de Vietnam todavía no llegaban a una conclusión. Su equipo trato de enviarlo a otras partes a
cubrir diversos acontecimientos pero esto no era suficiente para Sheehan, que veía a
Vietnam en todas las cosas que hacía.
Por esto decidió finalmente escribir su libro. El proceso duró dieciséis años. En este tiempo, Sheehan sufrío de un accidente que le hizo temporalmente perder parte de sus habilidades motoras. También fue despedido del New York Times, y su familia pasó por crisis financieras. Sus hijas, María y Catherine no recuerdan una vida antes de que su papá empezara a escribir el libro. Lentamente, las palabras lo consumieron y solo quedaba un reflejo de lo que Sheehan era. El público se preguntaba por el. Sus amigos más cercanos
pasaban meses sin verlo. Pero Neil estaba decidido. Con la misma determinación que lo sacó de Massachussets el libro fue terminado.
En poco tiempo se volvió un bestseller. Y mientras el público, los reporteros y sus colegas periodistas le preguntaron qué iba a hacer después, Sheehan solo contestaba una cosa “Quiero volver a Vietnam”.