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Por: Laura Farelo/ Facebook personaje

Roberto Flores Prieto es un director, productor y guionista barranquillero que ha dejado el nombre de la ciudad y el país en alto dentro del marco de la cinematografía alrededor de todo el mundo. Con películas como Cazando Luciérnagas (2008) ha ganado numerosos premios, entre ellos mejor actriz, dirección, guión y fotografía en el Festival de Cine de Gramado. Nació en un hogar que derrochaba arte, por lo que desde niño estuvo expuesto a la poesía, la producción de televisión, la investigación y la fotografía. Sus padres nunca dudaron en empacar las maletas y mudarse a distintos lugares del mundo, ocasionando que desde muy temprana edad conociera el mundo a través de sus propios ojos. Sin embargo, después de finiquitar sus estudios y cuando llegó la hora de decidir donde se asentaría finalmente, Barranquilla fue la única respuesta.

Roberto Flores es un hombre nostálgico, completamente romántico y enamorado de lugares, momentos y la vida en general. No en vano para poder obtener esta entrevista tuve que adentrarme en el centro de la ciudad, en el edificio García, donde por cosas de la vida el ascensor estaba en reparaciones. Esto me obligó a recorrer el edificio en el que decidió localizar su oficina. La edificación es completamente antigua, tiene un diseño de baldosa que te transporta a otras épocas, grandes ventanales para apreciar la ciudad y pasillos gigantescos. Cuando por fin llegué al sexto y último piso, me encontré cara a cara con él y su oficina, todo como de otras épocas, posters de Star Wars en cada una de sus paredes e incluso el logo de la película en su camiseta. Ahí comenzaba a tener un destello de su romance con el pasado.

Desde arriba se veía Barranquilla en todo su esplendor y decidí preguntarle por qué había tomado la decisión de quedarse en esta ciudad una persona con su trayectoria y con posibilidades de vivir en cualquier lugar del mundo. Sonriendo me contestó que esa es una pregunta que nunca le dejan de hacer periodistas, amigos e inclusive familiares. “Yo llevaba muchos años por fuera, mi familia fue muy nómada. Vivimos en Europa, Centroamérica, en muchos lugares (…), tengo cuatro hermanos mayores y me llevan cierta distancia, a ellos les tocó ser todavía más nómadas, pero a mí me tocó mucho también y después de estar (tanto) tiempo por fuera yo sentía que quería un retorno a la placenta. Yo creo que las personas y todos los artistas necesitan un lugar en el mundo y yo necesitaba eso y Barranquilla con todos sus defectos y sus dificultades es eso para mi. Yo amo Barranquilla y la amo por razones prácticas concretas y objetivas, pero también por muchas razones subjetivas; es el primer lugar donde di mi primer beso, el lugar donde por primera vez bailé y esas cosas tienen un peso muy fuerte en mi vida”.

Ese sentimiento de llamado de la tierra que lo vio nacer hizo que incluso rechazara ofertas laborales en Bogotá para hacer televisión, pero eso no era lo que él quería, él quería regresar a Barranquilla a pesar de no tener muy claro exactamente a qué. Su primera labor fue reencontrarse con la ciudad y aprender sus dinámicas. En esa búsqueda fue productor de eventos en vivo, de bandas de rock y se dedicó a escribir guiones. Después de sus primeros años en la ciudad y de terminar su fase experimental comenzó de lleno en el cine, que no fue una tarea para nada fácil dado que tenía que traer casi a todo el equipo de trabajo de fuera y si no los traía de fuera, tenía que trabajar con personas a quienes les veía talento pero nunca habían ejercido en la cinematografía.

En la  historia de Roberto es evidente que no hay coincidencias, la vida se encarga de poner a las personas en el lugar y momento preciso. La vocación de Roberto siempre fue el cine, pero él no siempre lo supo; sin embargo, la vida lo fue dotando de habilidades que desarrollarían su sensibilidad y  creatividad. “Mi madre siempre creyó ciegamente en mí y eso podría ser un lugar común de casi todas las madres, pero esta particularmente creyó en mí. Además por su relación con el audiovisual (…) desde que estaba niño la acompañaba a rodajes y la veía editar hasta altas horas de la madrugada. La acompañaba en la sala de edición, en unidades móviles y ella era una persona del hacer y yo soy muy así. No es que no me importe investigar y la teoría, pero eso viene más del lado de mi padre. Mi padre cuando uno estaba sin hacer nada en la casa y lo veía a uno como desparchado: ‘Robertico que estás haciendo?’ – ‘No, nada’ – ‘Investiga, investiga’. Sacaba un libro y le ponía a uno a hacer algo y se lo ponía a uno en las manos y por supuesto a mi me daba una rabia tremenda, yo lo que quería era salir a montar bicicleta, a jugar futbol o lo que fuera. Pero se lo agradecí profundamente. Mi padre también era una persona del hacer pero se entregaba al conocimiento de una manera muy profunda y lo hacía a uno enamorarse del hecho de saber. Y mi madre aunque también le gustaba mucho aprender, saber y estudiar lo hacía a uno enamorarse de hacer”.

También sus hermanos jugaron un gran rol en la búsqueda de su vocación, siendo su hermana Pamela, quien con su esposo, llevó a Roberto por primera vez al cine cuando el tenia unos 6 ó 7 años. Y ni hablar de Fabiana, a quien Roberto le quitaba la cámara y se iba a explorar el mundo y fotografiarlo. Roberto ha mantenido una nostalgia por ese mundo que fotografiaba en su infancia, de hecho, él considera que Barranquilla es la capital colombiana de la ausencia de la memoria y en sus películas intenta recuperarla.

“(…) En Ruido Rosa eso está muy claro, y a veces es como una capa de la película que mucha gente no se percata. Hay un chico que me ha estado escribiendo por Ruido Rosa, obsesivamente, que quiere verla que donde la puede conseguir que no la ha podido ver, etc. Y el otro día salí de aquí en mi oficina y estaba sentado un chico ahí en el sillón, me miró así como medio intimidado, yo le di la mano, lo saludé y seguí, no me dijo nada. Después me enteré que era ese chico que me escribía que había venido a ver dónde podía ver Ruido Rosa, y lo que es mejor, después me enteré que la película hacía parte de su investigación de grado en torno a la memoria en Barranquilla y a los espacios. Y eso me conmovió profundamente(…) porque una de las capas de Ruido Rosa es precisamente la construcción (de memoria) de una manera muy particular porque está hecha a partir del detalle del objeto, de espacios cerrados. No de la panorámica, del gran plano abierto(…), aquí lo que quise relacionar con la intimidad del personaje eran los espacios cerrados pero está construida en una Barranquilla que para mi es una Barranquilla de la que me hablaban mis padres y de la que he leído en textos, los pocos que hay, y eso está construido a partir de un cafetín, una grieta en la pared, una baldosa, pompeyas como estas, ese tipo de cosas; y estos pelaos como que se la pillaron, para mi hay una construcción de memoria, de hecho yo estuve en todo el proceso como un año y medio antes del rodaje, buscando locaciones e iba viendo como las locaciones que me interesaban las iban demoliendo, las iban interviniendo y se me escapaban de las manos y ya no pude usarlas. Era agónico y las pocas cosas que quedaron de esa etapa de búsqueda, que usé en la película, ya (…) no existen. Entonces espero que esa película de una manera muy humilde, muy contenida, muy minimalista, (…) aporte a una construcción de memoria en torno a una Barranquilla que ha desparecido”.

Quedo con plena seguridad de que Roberto seguirá trabajando por preservar y formar esa memoria de nuestra ciudad y país. Su trayectoria cinematográfica impulsa a los jóvenes a que se aventuran en el cine. Él es la prueba viviente de que en Barranquilla sí se puede hacer cine.

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