Por: Wilbert Daw | Foto: @CBF_Futebol
A 12 días de que comience la Copa América 2019 en Brasil, los 10 equipos sudamericanos más dos invitados del continente asiático ya revelaron sus convocatorias definitivas al torneo. Varios nombres rutilantes y otros no tan conocidos integran las listas de cada nación participante en busca de un solo objetivo: conquistar el trofeo más importante de Sudamérica a nivel de selecciones.
Pero el sueño de la Copa América no es algo reciente. Este torneo se viene jugando desde 1916, con algunas largas interrupciones, pero ha mantenido una relativa continuidad. Por ello, en ‘90+1’ volvemos a encender la máquina del tiempo y nos devolvemos 100 años para recordar la primera vez que la copa aterrizó en tierras brasileras.
Bem-vindo
Como se explicaba en el párrafo anterior, la Copa América comenzó a disputarse en 1916 en Argentina bajo el nombre de Campeonato Sudamericano de Selecciones.
Fue el segundo campeonato entre más de dos naciones que se estableció en el mundo, después de que el Reino Unido organizara uno en 1883 entre sus países miembro (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda. Después de 1950, Irlanda del Norte reemplazó a la Irlanda unida).
Eran tiempos en los que fútbol apenas comenzaba su expansión y las diferencias entre grandes y chicos eran brechas tan enormes como el gran porcentaje de agua que separa a Sudamérica de África.
Solo 4 países hacían el famoso campeonato sudamericano. Uruguay, Argentina, Brasil y Chile fueron los pioneros del certamen.
El sistema de aquellos primeros años era sencillo. Todos los participantes se enfrentaban entre sí y el equipo que mayor cantidad de puntos obtuviera se coronaba campeón. Este formato liguero se mantuvo en la Copa América hasta 1975.
Uruguay ganó las dos primeras ediciones del torneo. La primera en 1916 en predios de Argentina, su eterno rival de patio. Un año después, los ‘Charrúas’ repitieron título, pero en esta ocasión lo hicieron frente a su público.
Fue así que tras esos dos primeros torneos, el comité organizador decidió programar la tercera edición del entonces Campeonato Sudamericano de selecciones en Brasil en 1918.
No obstante, un enemigo silencioso hizo presencia y amenazó con impedir la realización del espectáculo deportivo. La pandemia de Gripe que surgió aquel año obligó a postergar el torneo para el año siguiente y dar comienzo a un certamen plagado de circunstancias curiosas.
Para el 11 de mayo de 1919, Brasil estaba lista para acoger la copa e intentar mantenerla en casa.
Blanco y negro
El estadio Das Laranjeiras, la primera casa del Fluminense de Río de Janeiro y también el primer hogar de la selección brasilera, acogió todos los encuentros del certamen. Brasil, como buen anfitrión, abrió el campeonato enfrentando a Chile, la cenicienta del torneo.
No tuvo muchos problemas el elenco local, que por ese entonces lucía una indumentaria blanca, para derrotar a los ‘Australes’. Una apabullante paliza 6-0 fue suficiente para desatar el júbilo entre los asistentes al encuentro.
Lo curioso de este triunfo no pasó por alguna sorpresa en el partido, sino en quién fue el hombre del encuentro. Su nombre se perdió en los libros de historia, pero hay quienes aún preservan su recuerdo por la dimensión tan grande que tomó en un país que por esos días lideraba una política de ‘blanqueamiento racial’ en su población.
Curiosamente, aquella tarde el héroe no fue un blanco ario y descendiente de europeos, sino un mulato que pintaba su cara con polvo de arroz para evitar la discriminación. Se llamaba Arthur Friedenreich.
Friedenreich, hijo de una brasileña y un inmigrante alemán que llegó al país incentivado por el gobierno brasilero en un intento por ‘blanquear’ el país, marcó tres de los seis goles ante Chile. Su olfato goleador era innato y su fútbol era una oda a la belleza, según relatos de la época.
Algunos afirman que en toda su carrera, que culminó a principios de los años 30, marcó 1.379 goles, lo que lo situaría como el hombre que más dianas ha marcado en la historia de este deporte por encima de un tal Pelé, aunque esos datos aún siguen en discusión.
Aquella primera jornada culminó dos días después, el 13 de mayo, con el famoso clásico del río de la Plata entre Uruguay y Argentina. La ‘Celeste’ se impuso 3-2 con goles de los hermanos Héctor y Carlos Scarone y otra diana de Isabelino Gradín, que en 1916 se convirtió en el primer goleador en la historia de la Copa América.
Carlos Izaguirre y un autogol de Manuel Varela firmaron las anotaciones ‘Gauchas’.
Debut luctuoso
El día 17 de mayo, la tarde carioca fue testigo una vez más de otra jornada de fútbol sudamericano. Uruguay, bicampeón defensor, saltaba a la cancha del Das Laranjeiras para rivalizar a Chile, que venía de ser vapuleado por el anfitrión.
Los uruguayos eran los mejores de la región y después se consolidarían en la década siguiente como los mejores del mundo. Para 1919, contaban con la seguridad de Cayetano Saporiti en el arco, el liderazgo de Alfredo Foglino en la defensa, la empatía de los hermanos Scarone en ataque y la velocidad de Isabelino Gradín y Ángel Romano para apoyar la ofensiva.
Pero para el duelo ante Chile, la dirigencia ‘Charrúa’ hizo algunos cambios. Seguramente, algún lector se preguntará por qué los dirigentes hacen cambios en alineación cuando eso es deber del entrenador.
La respuesta es sencilla: en esa época no existía la figura del Director Técnico y si un equipo tenía uno, o fungía como jugador-entrenador o simplemente estaba en el banco como un maniquí de tienda, algo que en nuestros tiempos aún se ve.
En todo caso, el veterano Saporiti no fue al equipo titular y en su lugar estaría un joven arquero de nombre Roberto Chery, figura de Peñarol y que alternaba su pasión por el fútbol con la escritura. De hecho, era apodado ‘El Poeta’ gracias a su afición a las letras.
El partido fue un trámite para los orientales a pesar de no apabullar a su rival andino. Un 2-0 con tantos de Carlos Scarone y José Pérez fue suficiente para sentenciar el duelo a favor de Uruguay. No obstante, el momento dramático llegó en el meridiano del segundo tiempo.
Un ataque peligroso de Chile obligó a Chery a sacar una atajada de antología para ahogar el grito de gol ‘Austral’, lo que le arrancó unos aplausos al público en las gradas. No obstante, cuando cayó al suelo, ‘El Poeta’ sintió un fuerte dolor que lo aquejó durante el resto del encuentro y en los días venideros.
El joven Chery nunca se imaginó que aquel dolor era el principio de un doloroso final. El 26 de mayo tuvo que ser remitido de urgencia al hospital por una hernia causada en aquella desafortunada caída y el 30 del mismo mes, un día después de finalizado el torneo, los médicos confirmaron el deceso del guardameta.
Dos semanas después de su muerte, en Uruguay se enteraron de su deceso y se celebraron sus honras fúnebres tras el arribo de la delegación ‘Celeste’. Por otro lado, después del triunfo uruguayo en la segunda jornada, Brasil dejaba fuera de camino a Argentina con un contundente 3-1, que lo dejaba ad portas de su primera Copa América.
¿Cuando acabará?
La última jornada la abrieron Argentina y Chile ya eliminados de toda posibilidad de título. Un triplete de Edwin Clarcke y otro tanto de Carlos Izaguirre permitieron que la ‘Albiceleste’ triunfara 4-1 sobre los andinos, quienes descontaron gracias a Alberto France.
Tras el compromiso entre ‘Gauchos’ y ‘Australes’, que se jugó el 22 de mayo de 1919, Brasil y Uruguay protagonizarían el juego de fondo el 26 de mayo en el Das Laranjeiras. El vencedor de este duelo se coronaría como monarca sudamericano.
En Río de Janeiro, el ambiente era optimista. Había confianza en que Brasil pudiera obtener el título, pero sabían de la fortaleza y el prestigio del elenco que tenían enfrente. De hecho, la categoría uruguaya se impuso en los primeros minutos del encuentro con dos goles, uno de Isabelino Gradín y otro de Carlos Scarone.
Sin embargo, a pesar del golpe, un hombre tomó el barco brasilero y fue a su rescate.
Se llamaba Manoel Nunes, pero todos los conocían como Neco. Ídolo del Corinthians, Neco era conocido por su elegante juego y su mal carácter, aspecto que lo llevó a protagonizar situaciones fuertes como cuando mordió a un árbitro –quién te conoce Luis Suárez– tras discutir un señalamiento del juez en un encuentro del campeonato carioca o cuando fue despedido de su trabajo como arquitecto porque nadie soportaba su ‘geniesito’.
Lo cierto es que aquel 26 de mayo, el ‘pacífico’ Neco firmó un doblete salvador que puso el encuentro en tablas…y así terminó. Un 2-2 que dejaba a ambas escuadras igualadas en puntos y obligaba a un desempate por el título.
Dicho desempate se jugó el 29 de mayo en el mismo lugar -Das Laranjeiras- y con el mismo público entusiasta. No obstante, el ánimo de los aficionados se transformó en nervios al ver que ninguno de los dos equipos logró abrir el marcador en 90 minutos.
Para la organización del torneo era inconcebible que dos escuadras compartiesen el trofeo, por lo que determinó que se jugarán cuatro tiempos suplementarios de 15 minutos cada uno.
Pasaron los primeros quince, nada de goles. Vinieron los otros quince…y tampoco. Cuando arrancaba el tercer tiempo extra, el mulato del polvo de arroz Arthur Friederenich tomó el esférico y venció con potencia el arco de Saporiti. Luego llegaron los 15 minutos finales y el encuentro acabó.
Brasil fue una fiesta porque obtenía su primer trofeo de fútbol: la Copa América.
Además de ser el partido que le dió el primer título oficial a Brasil, ese desempate pasó a la historia como el encuentro más largo en la historia del fútbol, pues hasta el sol de hoy no ha habido ningún juego que haya terminado tras 150 minutos de partido.
En todo caso, 100 años después de aquel torneo, el fútbol vuelve a la tierra de la samba. Ya en 1922, 1949 y 1989 la Copa América estuvo en suelo brasilero y en todas esas ediciones el campeón fue el mismo: el anfitrión.
¿Podrá el ‘Scratch’ salirse con la suya de nuevo en 2019? Solo el tiempo nos dará una respuesta.