Por: Karolina Hernández Rosales
Me asomo al balcón y veo que de una camioneta blanca se baja una mujer con gorro quirúrgico, tapabocas, bata, guantes y botas. Le habla al vigilante. Desesperadamente llamo a mamá deseando que de alguna forma ella pueda descifrar qué estaba pasando. Solo llevábamos cinco días en cuarentena.
– Así se visten los trabajadores de la Secretaría Distrital de Salud- me dice mi mamá.
– ¿Habrá algún contagiado?- pregunto preocupada.
Acostumbrarse
La Universidad nos dio dos semanas de preparación para las clases remotas. Sinceramente parecían vacaciones, no tenía responsabilidades como estudiante y debido a que vivo en un sector de Barranquilla cerca de un centro comercial el flujo de personas, automóviles y servicios de transporte es abundante. Todo seguía normal como si nada estuviera pasando.
Pero un día desperté y todo estaba en silencio, solo se escuchaba el sonido de las hojas de los árboles. Alcancé a preguntarme si era festivo pero no, la razón de ese silencio era que el día anterior el Presidente se había pronunciado haciendo oficial la cuarentena y con ello también la suspensión de clases presenciales. Y ahí es cuando empieza mi verdadero confinamiento.
Clases virtuales, los problemas de conexión a internet, la acumulación de trabajos, los inconvenientes por errores en las tareas asignadas -incluso en los parciales-, el estrés por entregar los trabajos a tiempo o no entender las actividades, etc. Las clases no eran lo mismo, ya extrañaba la universidad. Ir en las mañanas en el bus, la sensación de la brisa que entraba por la ventana y se estrellaba en mi cara; la comodidad de los salones con el frío de los aires acondicionados; los pasillos y su gente caminando, hablando y riendo; la comida, el caliente Croissant de queso recién horneado y el Swiss miss chocolate de Le Petit.
No me esperaba que cancelaran las clases, no quería y no me gustaban mis clases virtuales pero como “el hombre es un individuo -no animal- de costumbres” ya hasta me gustan. Ahora el computador, los audífonos, el celular y las notas o memos adhesivos son mis nuevos compañeros de clase. Son para mí como ese amigo que tiene el mismo horario que tú y anda contigo pa’ arriba y pa’ abajo. Ellos me han enseñado la organización, aprender a manejar mi tiempo y trabajos, sobre todo trabajos que abundan y se multiplican.
Pero de alguna forma hay que ‘sacar adelante’ el semestre, superar la situación y en el camino aprender mucho. Mis amigos han sido de gran utilidad, entre todos nos hemos apoyado en los trabajos. Incluso me atrevería a decir que ahora hablamos y compartimos más cosas que cuando asistíamos a clase de manera presencial.
Ahora las reglas son…
Ya llevo en cuarentena dos meses, si no es más. Ha sido un reto para todos estar encerrados. La preocupación ha sido uno de los sentimientos más vigente durante estos meses. Debo admitir que mi familia -mi abuela, mamá y yo- hemos sabido afrontar esta situación. No ha sido fácil, las tres somos vulnerables al virus, sufrimos de alergia.
Con mi mamá, sentadas en el balcón, en pijamas -lo más de cómodas- veíamos los domicilios pasar, había un silencio impresionante casi imposible, solo se escuchaban nuestras voces, los perros ladrar y una salsa o vallenato como “tema de fondo”. Hablábamos de la situación y de lo difícil que ha sido diferenciar entre las noticias reales y las falsas.
Por las redes sociales era abundante el flujo de información desde distintos puntos de vista. Nuestros celulares eran una cascada de información falsa. Por medio de cadenas en WhatsApp llegaba información de todo tipo: videos, imágenes, links, artículos con teorías, etc. Por eso las cuentas del Ministerio de Salud se volvieron mis fieles informantes.
Los informes del Ministerio eran cada vez más alarmantes, casos confirmados en Colombia: 798, 5.597, 15.574, 26.688 y hasta hace poco 40.719.
Ya se habían implementado decretos y resoluciones por parte de la Presidencia de la República, todos publicados en la página de la ‘Consejería presidencial para las Regiones’, para ser más exactos, en la sección de ‘covid-19’. Ahí encontré muchos documentos en formato PDF para informarme e informar a mi familia sobre los lineamientos establecidos en Colombia.
La situación estaba difícil, ya mi mamá había creado una rutina de higiene con todos los protocolos de seguridad.
- Está prohibido salir del apartamento hasta nueva orden -casi decretó-.
Todo será diferente y por más que se desaparezca el virus no será por completo ni de un día para otro.
Seguimos hablando y las carcajadas en el balcón eran tan fuertes que en portería nos escucharon. El citófono sonó, era nuestra amiga vigilante, en medio de una conversación llena de bromas y risas llegó el tema del coronavirus.
Idalides del Rosario decía que para ella en principio había sido muy duro, ya que sus padres -adultos mayores- e hijos -de 12 y 14 años- se encontraban en estado de vulnerabilidad y su trabajo ameritaba salir de casa y estar en contacto con particulares que salen y entran al Conjunto durante todo el día.
En el Conjunto la cuarentena se ha manejado muy bien. Se han implementado, en áreas comunes los protocolos de seguridad, lavamanos, antibacterial y restricción de visitas y/o atención a los domiciliarios. Sin embargo para ella fue complicado.
- Yo me estresaba demasiado, sentía que las cosas estaban muy tensas. Sin embargo a medida que pasaban los días logré calmarme- dijo.
Su situación no solo de estrés constante sino también su instinto de protección con su familia la obligaba a informarse adecuadamente y de alguna forma sentirse un poco más segura y tranquila.
- Solo recomiendo que se informen bien, usen los protocolos de seguridad y traten de no salir a la calle.
La verdad es que Idalides tiene razón, de nosotros depende que esta situación se supere prontamente. Las reglas de ahora en adelante son: Lavarse las manos siempre, usar tapabocas – recuerda cubrir la nariz- y mantener dos metros de distancia.
Positivismo y esperanza
Ahora vivimos una rutina diferente. Difícil, pero siempre es bueno verle el lado positivo a las cosas. Cada día ha sido mucho más sencillo y liviano.
Algunos dicen es tiempo de reinventarse pero yo digo, es tiempo de aprovechar la distancia social en pro de nosotros mismos y disfrutar de lo mucho que tenemos en nuestro entorno en el hogar.
Eso hemos hecho mi familia y yo, no solo hemos tenido muchísimo más tiempo para compartir juntas, sino que también hemos descubierto nuevas actividades, emprendimientos y proyectos, hemos cocinado nuevos platos de comida salados, dulces y saludables. Y personalmente he retomado hábitos como la lectura, escritura, fotografía, edición y repostería.
Algunos días eran largos y las noches eternas. La marea aumentaba, no soportaba a nadie y mi manejo de las emociones ya no era tan sólido. No podía dejar que me controlaran. Entonces encontré en la meditación, los libros y en las películas y series una forma de ‘viajar a otro mundo diferente’ y así logré desviar un poco mis pensamientos y apagar los negativos.
Observando a mi alrededor, en el balcón, me encontré a una mujer protegida de pies a cabeza. ¿Habrá algún contagiado? Mi corazón latió demasiado rápido casi como si hubiera visto un espanto.
Muy rápido la mujer recibe algo y se va y con ello también mi susto y preocupación. Falsa alarma.
Seguí observando y noté el cuerpo de una persona, se me hacía familiar. Esa persona voltea -y con todo y su tapabocas- logro diferenciar a mi amigo y vecino Pablo.
- Cuando acabe todo esto voy a ir a visitarte- me gritó
Sentí alegría, hacía mucho tiempo no veía a nadie conocido a excepción de mi mamá y mi abuela. Aún tengo esperanzas de que esto acabe pronto y poder saludar a aquellos que están lejos, despegarme del celular y valorar su presencia y escucha. Espero que así como yo hayan aprovechado este ‘encierro’ para dedicarse tiempo a ellos mismos.