Por Valery Castillo
Imaginar un lugar en Colombia donde las mujeres se sientan seguras de salir a las calles es un poco utópico. La realidad es que muchas mujeres cuando salen a la calle, ya sea de mañana, día o noche, se preocupan de cómo van a regresar a sus casas. Les es casi que obligatorio cambiar su forma de vestir para poder así “invisibilizarse” y ser menos provocativas para el género contrario.
Nuestro país busca el cambio constantemente y se enfoca en hacer reformas para el beneficio de la ciudadanía, pero ¿qué está haciendo el gobierno para garantizar la seguridad de la mujer en las calles?
Tomemos como ejemplo el cambio de pico y placa que se hizo vigente hace unos meses en la ciudad de Bogotá. El objetivo de esta medida es incentivar otros medios de transporte no tradicionales y poder descongestionar el flujo vehicular de la capital. No obstante, ¿cómo es posible pedirles a las mujeres que se movilicen caminando o que tomen el transporte público cuando estos espacios se han vuelto casi que un infierno para ellas? Para poder hablar de movilidad alternativa es importante empezar a discutir otros mecanismos de seguridad que prioricen a las mujeres y comunidades vulnerables.
De acuerdo con la Fundación Feminicidios Colombia, este año, a corte de 7 de febrero, van más de 25 casos registrados de mujeres víctimas de feminicidio consumado en Colombia. Así que, afirmar que los hombres y las mujeres tienen la misma libertad y accesibilidad en los espacios públicos sería una mentira. Es cierto que los hombres también sufren agresiones en la calle, pero raramente la razón es debido a su género. Es que, ¿cuántas veces aparecen titulares en los periódicos de que un hombre fue acosado por una mujer a altas horas de la noche o que un hombre fue violentado en el transporte público por su forma de vestir?
Lo que para mí es de las cosas más fastidiosas de ser mujer es recibir los famosos piropos. Piropo es una palabra o expresión de admiración, halago o elogio que se dirige a una persona. Son expresiones inevitables ante la belleza de alguien. Es lindo recibir un piropo de tu pareja, de un amigo o un familiar; claro, siempre y cuando no esté fuera de contexto. Es posible que para muchos el piropo siga siendo un sello cultural, una validación para las mujeres de que son bonitas. Pero, los hombres tienen que entender de una vez por todas que no por eso tienen la potestad de decir cuánta porquería se les venga a la cabeza a una mujer que ven pasar en la calle.
Se podría decir que las mujeres hemos permitido la normalización de esta conducta. Muchas de nosotras no hacemos ningún tipo de reclamo por miedo a sufrir un acto de violencia física como respuesta. Un estudio, publicado en The Company of Biologists, afirma que la fuerza media de los hombres al propinar un puñetazo es un 162% mayor que la de las mujeres. El hombre tiende a ser más fuerte, por eso sabe, con cierta seguridad, que recibir una respuesta física, por parte de una mujer y que resulte perjudicial para él, es poco probable. Analicemos estas respuestas a un hilo de Twitter de la usuaria @mariaantoniam_c. de piropos asquerosos que les han dicho en la calle. Entre estas se encuentran las siguientes: “Qué rico chuparle todo eso”, “Si así de feo mira en la calle cómo mirará en la cama”, “Uff ojalá la tuviera en mi cama para hacerle todo lo que estoy pensando”. ¿Acaso es justo que las mujeres debamos escuchar este tipo de “halagos” y sentir que no podemos decir nada?
En un informe de 2022 titulado ¿Qué tan seguras se sienten las mujeres en el espacio y transporte público de Bogotá D.C.?, la Veeduría Distrital reveló que 8 de cada 10 mujeres han tenido que sufrir algún tipo de acoso o abuso sexual en la ciudad, principalmente en entornos callejeros y en el transporte público. Entre los datos del informe aparece que el 89,3 % coincidió en no haber denunciado y un 62,8 % manifestó no conocer dónde denunciar. Cuanto antes el gobierno tome medida de esta problemática, las personas entenderán que no es un piropo, es acoso callejero; no es una bobada, es algo serio.
Caminar empuñando algún objeto filoso, compartir la ubicación en tiempo real con las amigas, simular una llamada celular, irse por el camino más largo pero quizás más transitado, son algunas de las cosas que como mujeres a muchas nos ha tocado llegar a hacer. No es justo que nosotras tengamos que recurrir a estos métodos de “supervivencia” paras sentirnos “un poco más tranquilas”, mientras que los hombres pueden ir campantes por la ciudad.
Este contenido fue supervisado por el periodista y docente Jorge Mario Sarmiento Figueroa, como parte de la estrategia pedagógica del curso de Argumentación Periodística.