No revivamos la historia ajena

Por Mariana Gómez Acevedo

El 4 de septiembre marcó un día histórico para la democracia en Chile, luego de haber registrado 13 millones de votos en el plebiscito constitucional, para el cual fueron habilitadas para votar 15.1 millones de personas.

Muchos fueron los mensajes en los que primó la importancia de que la democracia se manifestara más allá de los resultados. Sin embargo, un mensaje en un tono distinto logró captar mi atención: el tweet del actual presidente de Colombia, Gustavo Petro.

“Revivió Pinochet”, escribió el Presidente luego de citar al portal de noticias CNN en español, que anunciaba resultados preliminares que presagiaban el rechazo popular de la ciudadanía chilena a la nueva constitución propuesta. La idea de que el Presidente se quede solo con que “revivió Pinochet”, deja mucho que desear, puesto que en ese país han existido múltiples expresiones de la mayoría de la población chilena que muestra no ser pinochetista. Además, las elecciones demostraron que en Chile ganó la democracia con un 61.9% de votos en contra de la reforma, a causa del rechazo de lo que se planteaba en el texto.

Las reacciones por este tweet no se hicieron esperar y, al observarlas, me encontré con que, en una ocasión, Gustavo Petro fue quien criticó al Centro Democrático por intervenir en un proceso político de Estados Unidos, contradiciendo sus acciones ahora al hacer un comentario fuera de lugar sobre el proceso electoral en Chile.

Además de intervenir en este proceso y dejar a un lado la importancia de las personas que ejercieron su derecho al voto, la reacción de Gustavo Petro estuvo muy lejos del proceder de Gabriel Boric, presidente de Chile, quien a pesar de haber apostado por la aprobación del plebiscito, afirmó que se debe escuchar la voz del pueblo, invitando a las instituciones políticas a trabajar con mayor empeño por un nuevo proceso constitucional.

La reacción de Gustavo Petro pudo haber nacido desde sus ideales como individuo, sin embargo, se debe tener precaución con aquello que es publicado a sus redes, debido a que no solo responden a una necesidad de él como individuo de expresar su opinión, sino que también podrían ser confundidos con el sentir de un país, representado y expresado por su Presidente de la República.

Parece ser que la primera enseñanza para el Presidente, quien quizás olvidó sus críticas hacia los demás políticos colombianos tras haber caído en las mismas acciones dirigidas hacia los procesos electorales de otros países, se basa en recordar aquellos comentarios hechos por él mismo y respetar la democracia en otros países, así como se respetó en Colombia en las elecciones de este año, que también representaron un número significativo en el país, tras registrar 22.6 millones de votos (de 39 millones habilitados), de los cuales 11.2 millones le concedieron la victoria a Petro el pasado 19 de junio.

Ojalá en todos los países, así como en Chile, la voz del pueblo sea siempre la que haga a sus mandatarios trabajar con más empeño; y ojalá se aprenda que no se debe revivir fantasmas del pasado, de manera innecesaria, ya que cada país debe vivir con ellos. Esto es de un calado muy hondo si le agregamos que Petro gobierna en un país como Colombia, que aún cuenta con sus propios fantasmas con los que luchar y responder por los actos que han causado a su paso.