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Escrito por: Victoria Torres

Sí, hoy tenemos voz, pero ¿es escuchada o solo somos un ruido más en la realidad? Es cuestionable pensar en un avance si seguimos viviendo en la violencia. ¿Cómo sentirnos protegidas si, en nuestro país, según el Instituto Nacional de Salud de Colombia, “el 75,6% de los casos registrados por violencia de género en 2024 son contra mujeres”?

Cifras que probablemente no tienen la suficiente atención del Estado, pero que nosotras acogemos dolorosamente como nuestras. ¿Cómo no apropiarnos de la realidad, siendo nosotras quienes la vivimos?

Cambiamos de época y dimos algunos pasos, pero algo nos falta como sociedad. En los inicios, las mujeres asumieron su papel. Vivían para su hogar y desde su hogar, sin ninguna voz. Hoy en día tenemos voces y roles completamente diferentes. Hoy podemos ser y actuar, aprovechando cada una de las capacidades que tenemos. Sí, sentimos el poder, pero ¿lo tenemos?

Es una buena pregunta para despertar en esta época. Cada mujer en la historia vivió una realidad diferente en una sociedad constituida por distintos ideales. Este proceso sigue de generación en generación y, aunque es difícil reconocerlo, en algunos rincones del mundo todavía la mujer padece desigualdad, violencia y opresión. Como si el tiempo se hubiese quedado en esa época en la que no teníamos libertad, pero durante el siglo XXI. Son situaciones que nos demuestran una vez más que aún hay víctimas del poder, que sigue el control y que son pocas las oportunidades para aquellas mujeres.

Uno de los fenómenos que más abunda en la actualidad es la violencia, pero en la historia de nuestro país ha dejado grandes secuelas. Colombia ha luchado por la paz, pero ha olvidado una de sus mayores problemáticas: la violencia de género que se viene dando desde hace años. Es una problemática constante debido a la falta de contundencia en las medidas de prevención, y muchas de las denuncias son olvidadas por las entidades encargadas.

Casos de violencia contra la mujer aún siguen archivados, esperando ser algún día procesados. Las víctimas de la violencia en Colombia no creen en la justicia, sino en el olvido. Y es por esto que muchas mujeres solo pasan la página, perdonan a sus agresores y se acostumbran a una vida de maltratos.

El caso más reciente que conmovió al país fue el de Sofía Delgado, una niña de 12 años que desapareció el 29 de septiembre y fue encontrada 19 días después, sin vida y en lamentables condiciones. Su agresor, Bryan Ocampo, fue acusado de feminicidio agravado, secuestro simple agravado, secuestro simple tentado agravado y ocultamiento, alteración y destrucción de material probatorio. En total, podría pagar entre 45 y 50 años de prisión por estos delitos.

Pero, ¿es suficiente? Yo considero que no. La gravedad de los cargos y el sufrimiento de Sofía y su familia no se compensan con solo 50 años de prisión. Sofía tenía tan solo 12 años, unos sueños y una vida que le fue arrebatada de la forma más cruel e inmoral. Sus familiares quedaron devastados y solo piden una justicia que no se logrará con tan poco castigo. En mi opinión, la pena de muerte en Colombia para los violadores de niños debería ser considerada como una ley, conforme a nuestra Constitución. Es cuestionable cómo defendemos el derecho a la vida, pero permitimos que personas arrebaten ese derecho a los niños inocentes, que apenas empiezan a formarse en nuestra sociedad y que no tienen la culpa de la caótica vida de sus agresores.

Respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios es un principio fundamental en una sociedad civilizada, pero al parecer, muchas personas en Colombia no tienen en cuenta esto. Por eso, las medidas deberían ser más contundentes cuando se violan los derechos de los niños. Si en Colombia los agresores recurren a la violencia y no respetan el derecho a la vida, ¿por qué sería inconstitucional promover la pena de muerte? ¿Por qué a ellos sí hay que respetarles su derecho?

En la actualidad, muchas personas alzamos la voz por esta medida. Como mujeres, no nos sentimos seguras y, tristemente, nuestras futuras niñas están siendo las víctimas de una historia que queremos acabar: la violencia de género en Colombia.

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