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Texto: Yineth Bayona – Fotos y video: Andrea Villamil 

Con cerveza en mano, y, como aseguraron después, un guayabo después de una noche de tragos, pocas horas de sueño y con la ropa más relajada que encontraron, hablaron durante más de media hora sin que fuese evidente el efecto del alcohol que corría por su sangre. Todo en una mañana de domingo un poco lluviosa, de esas en las que levantarse de la cama resulta una tarea muy difícil. Esto no fue impedimento para que alrededor de 30 personas asistieran para escucharlos hablar de literatura.

’’Somos una sociedad de borrachos’’ afirmó Pablo Arango, escritor Caldense. ‘’En otros países beben para celebrar la vida y nosotros para emborracharnos y acabar la vida, para desaparecernos de la vida’’ decía mientras sostenía tanto una cerveza en la mano, como una resaca más grande que las ganas de mañanear ese día.

Eran las 10:oo a.m. hora en la que estaba programada la charla. Los asistentes interesados en oírla llegaron puntuales, sin embargo, los escritores no estaban en el lugar. Al parecer, los tragos de la noche anterior no les habían permitido llegar temprano a la conferencia, la cual, no por coincidencia, ni por azares del destino, era sobre el alcohol. Y sobre literatura, obviamente. Después de todo, hacía parte de la programación de La Galería del Libro.

Fue la mañana del domingo 29 cuando se les dio cita en La Plaza de La Paz a los escritores Pablo Arango, Luis Miguel Rivas, Gilmer Meza y al periodista Pascual Gaviria, para hablar de las historias que enlazan la literatura con el alcoholismo en una conferencia llamada ‘’Pa’ pasar el guayabo: historia de bebedores y escritores’’. El evento empezó casi hora y media después. Los escritores se disculparon jocosamente por la demora diciendo que estaban enguayabados, al mismo tiempo que se les recibía con unas cervezas. Entre cuentos, risas y mamadera de gallo por lo que acababa de pasar, fueron dando inicio a la charla, en la que el público se mostraba alegre escuchando sus historias en relación al alcohol.

 

El moderador Pascual Gaviria y el escritor Pablo Arango en conversación sobre historias de bebedores.

 

Historias de bebedores y escritores

‘’El alcohol es muy buen elemento para la metamorfosis, todos conocemos personas que, ebrias, se comportan de una manera y cuando están sobrias se comportan de otra’’, comentaba Pascual Gaviria, periodista y en esta ocasión moderador de la charla. Lo cierto es que el alcohol permite cierta metamorfosis, lo cual según él no se sabe si es una virtud o un defecto.  ‘’El glamour’’ del alcohol es que crea filiación, nivela a quienes lo están consumiendo y crea conexiones, rompe desigualdades y hace de distintos individuos un solo grupo.

Pablo Arango comentó que la realidad de los escritores es que no pueden, o más bien, no deben escribir borrachos o enguayabados, porque cuando están en su sano juicio revisan lo que han escrito y se dan cuenta de que aquello no sirvió para nada. Sin embargo, también salieron a colación nombres de grandes escritores cuya figura se relaciona directamente con su gusto por el alcohol,  como los antioqueños León De Greiff,  Manuel Mejía Vallejo, y Francisco Gómez Escobar, el cordobés Raúl Gómez Jattin, además de los norteamericanos  Truman Capote y Charles Bukowski. 

‘’Un borracho es alguien que está bebiendo cuando uno no lo está’’, fue uno de los conceptos dados por Gilmer Meza al iniciar el conversatorio, citando al periodista Antonio Caballero, y que más adelante retomó Gaviria, volviendo al tema y diciendo que cuando uno no está en la misma tónica que el otro que está bebiendo, entonces es en ese momento cuando el borracho resulta molestoso para uno, aún siendo un borracho casi de profesión.

“El trago es el momento en que nos permitimos lo que no nos permitimos el resto de la vida” – Pablo Arango

El escritor valluno Luis Miguel Rivas también sopesó sobre la relación entre el licor y las letras, pero también enfatizó en la necesidad de que el autor tenga algo qué contar:   “Escribir requiere de riqueza interior. Vos podés estar en las circunstancias materiales, la precariedad más tremenda, o en los vicios más abyectos, pero si mantenés una riqueza interior ahí es posible que haya una obra de arte”.

Por otro lado, Arango bromeó respecto al concepto de enfermedad mental en Caldas, su departamento de nacimiento, “no hay psiquiatras.(…) usted tiene un problema mental y la gente lo que le dice es ‘no sea tan cansón, vaya emborráchese’, entonces el trago es una forma de terapia individual y colectiva, pero como no funciona, como dice John Cheever, ‘no puede haber una dosis suficiente de algo que no funciona’ y lo que hacemos es cagarla y cagarla’’.

El mismo escritor manizalita también comentó sobre la relación latente entre, como él apuntó, “el trago y el arte literario: “El alcoholismo es una forma de negación, la literatura también, tienen una característica pero son dos formas muy distintas. Mientras que la literatura ayuda a armar los pedazos que quedan de uno después de un gran sufrimiento y hace algo bello para los demás. El alcoholismo lo hunde a uno más en el pantano pequeño de su propio eco, no solo lo destruye a uno sino a lo que tiene alrededor. Ambas son formas de negar la realidad y de enfrentar una realidad que resulta más comprensible o adversa y difícil de lidiar con ella’’.

 

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