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Los aires carnavaleros ya cesaron en la ciudad de Barranquilla, todo está volviendo poco a poco a la calma. Miércoles de ceniza, 4 de la tarde, una invitación llega a mi teléfono: evangelización y tarde lúdica para las reclusas de El Buen Pastor. Motivada por conocer el centro penitenciario, sus internas, sus patios, pero sobre todo su reina y su carnaval, ese que ha llamado la atención de todos los medios del país por su entusiasmo y por como las mujeres que allí viven diariamente se las ingenian por salir de la rutina y la soledad que vivir ahí conllevan; acepté la invitación.

Jueves 2:30pm. Ingresé al reclusorio atravesando por estrechos callejones en los que puedo sentir con facilidad las cargas pesadas de un pasado y presente que atormentan a quienes pasan sus vidas esperando una condena. Me topé con algunas sonrisas de bienvenida, otras caras no muy amables que ni siquiera responden el saludo, sin importar las reacciones seguí caminando intrigada por conocer a alguna mujer que en medio de la actividad, que un tiempo después hicimos, estuviera dispuesta a contarme de esa experiencia que acababan de vivir hacía menos de una semana.

Finalizada la jornada en la que junto con un grupo de más de 25 personas le llevamos una palabra de aliento a las internas, me acerqué a Kiara. Al preguntarle por su famoso carnaval, me presentó a Yoelis, la reina, una joven de 20 años quien es sindicada de haber asesinado a dos personas en el barrio La Central, del municipio de Soledad, lugar donde nació, creció y tuvo a sus dos hijos. Ella feliz, me contó como otras tres reclusas le confeccionaron su vestido de garabato con bolsas negras y papeles que recogieron por todo el centro penitenciario. También expresó que lo que la hizo merecedora de su premio fue su gran carisma, y que tuvo el mejor Rey Momo fue el mejor, otra reclusa disfrazada de hombre, que tuvo comitiva, una coreografía y la mejor actitud de todas. Por un momento, sentí con tanta pasión lo que Yoelis me contaba que se me olvidó que lo que esta mujer narraba había sucedido dentro de ese lugar lleno de soledad y tristeza. Se veía tan motivada y llena de alegría contándome su hazaña, que parecía que ella también olvidara por instantes los 43 años a los que puede estar condenada si llega a ser declarada culpable.

“Completamente de admirar. Ahí donde la ven, ella llegó como un desechable. Daba lástima, flaquita, con la cabeza pelada y enferma de VIH”, dijo una compañera de la joven mujer. Sin embargo, todo ha desaparecido, todo excepto el VIH. Es evidente que no hay rastros de esa mujer desechable de las que sus compañeras hablaron, por lo contrario, conocí una mujer que aseguró no dejarse vencer por esa enfermedad, ya que tiene dos motivaciones que la esperan cuando salga del juicio – del cual afirmó saldrá bien librada -: Emmanuel y Violeta, sus pequeños de uno y cuatro años respectivamente.

Fui para llevar una palabra de aliento, sin embargo ellas me dieron una lección de vida que merece ser conocida por todos. No hay que dejarse vencer, hay que ponerle la mejor cara a las adversidades y agradecer por todo lo que nos pasa en nuestras vidas. Un ejemplo de esto es Yoelis, una mujer que la agradece a Dios por haber caído en ese reclusorio, un lugar en el que ve una salvación a su vida, lugar donde tiene seguras las tres comidas, y un lugar donde como ella misma dijo, sanará poco a poco las equivocaciones tan grandes que ha cometido a su corta edad.

 

Imagen tomada de Revista Semana

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