Por: Randy Gomez Africano | Foto: Franklin Cano Alfaro. Cortesía Fundación La Cueva
El pianista arribó al escenario principal de la sala principal de La Cueva. Su vestimenta de camisa similar a un guayabera lo hace parecer más como un asistente a un matrimonio de corte tropical y cubano. Tiene un cabello ondulado que no es ni corto ni largo, barba juvenil y gafas de pasta, cual hipster de Nueva York o Los Ángeles. A su lado lo acompaña un hombre que recuerda a nivel de vestimenta a Richie Ray, tanto que se puede creer que el pianista invitado es el. Pero no, es en realidad el nuevo director de Fundación La Cueva, cuyo nombre es Miguel Iriarte. Quien fue nombrado recientemente con aquel honorable cargo y que se encontraba realizando su primer Carnaval De Las Artes.
En ese momento las luces se bajan y se cambia el ambiente de la sala a una bohemia intimista. Una presentadora vestida elegantemente y decorada por tardíos pero no desubicados adornos y maquillajes de carnaval introduce al pianista contando una pequeña historia de su comienzo y crecimiento en el aprendizaje del arte musical, concluyendo con un final tierno que dicta lo que ha tenido y realizado durante su carrera:
-Se alimenta de una tradición clásica que asimiló en la academia, pero también de sonidos cercanos que escuchaba en fiestas populares de su tierra y que provenían de pueblos cercanos con ímpetu de cañas, pitos y tambores. Aquella profesora que lo acogió en sus clases se llama Patricia, y el alumno, Santiaguito, como ella le decía, aquel niño que hoy es un consagrado músico, arreglista y compositor, está aquí para conversar sobre sus creaciones con el poeta y director de la Fundación La Cueva, Miguel Iriarte.
Su nombre es Santiago Pinaud, y la introducción que Iriarte le da a su conversación comenta una historia y reseña de una situación donde el disco de la banda de jazz que lidera el pianista impacta a su percepción de melómano y lo hace poseedor de una victoria de un concurso que este no Pinaud no ganó, todo para después introducir como ráfaga su currículo e interrumpirlo abruptamente al decir:
-Suficiente ilustración, suficiente ilustración. Muy bien
Y el tema es servido como un platillo arribando a las mesas que suelen habitar esta sala. Lo que se quiere hablar en esta conversación no le pudo caer mejor al lugar, que actualmente es un restaurante. Ese tema era relación de los artes distantes y cercanos de la cocina y la música. Iriarte y Pinaud empiezan a conversar y metaforizar en su charla melómana que busca descubrir el proceso creativo detrás del disco de este último todo lo que realizaba para cada plato, describiendo recetas como si fuera un panel de feria gastronómica. Pinaud explicaría ese proceso de sus composiciones como si tuviera al frente varías pailas y los ingredientes a su lado, y a la vez cuenta como esto también resulta ser su pasión así:
-Alguna vez hablando con un amigo guitarrista le dije que hacer una sonata era un poco como hacer un sancocho, y yo cuando hacía un sancocho yo pensaba un poco como que eso era lo mismo que cuando a uno le pedían una sonata al estilo de Beethoven o de Mozart. ¿Cómo comienzan?, yo lo que hago es un muy buen sofrito y luego agregó la papa, la yuca o cualquier guarnición que tenga el sancocho. Cuando esa primera parte del sancocho, eso que está en la olla empieza a oler bien, a partir de ahí tú agregas el agua, y si ese primer guiso está bueno, no hay pierde.
Al seguir Iriarte preguntando de forma más directa sobre esta charla, Santiago cuenta en una dinámica parecida sus procedimientos de creación de sonatas, y a la par, realización de platillos con su pareja. También entran en la conversación la improvisación y la importancia del procedimiento del error a la hora de tanto cocinar como de componer. Después Iriarte menciona tres canciones que decide enfocar como lo importante para esta conversación: Los Tamales, Moros En La Costa y El Chawarma. Reproduce, reventando los parlantes, el primero, y después dice:
-Si me preguntan que dice eso, para mi diría: los tamales, los tamales, los tamales-canta Iriarte después de hablar
-Eso se basó en una experiencia en la que, viviendo en Bogota, un señor pasaba y gritaba: ¡Tamales! ¡Tamales! ¡Tamales a mil quinientos! ¡Tamales a dos mil quinientos! ¡Tamales!
El recital comestible
Al terminar esa conversación, Santiago se sienta por primera vez en el piano, su primera en toda la tarde. Empieza a explicar acordes como los aumentados y compuestos, y al mismo tiempo metaforiza aún más con la preparación de un platillo. Iriarte, cuando esté concluye, dicta en medio de su hilarancia:
– Yo creo que de esta charla salimos o con hambre o bien nutridos musicalmente
Santiago vuelve al piano e interpreta su tema El Chawarma, proveniente de aquel disco que Iriarte dio como el merecedor de ser el baluarte que tuvo que ser conversado y reflexionado esa tarde. Una interpretación impecable de un piano de jazz sobre una pista con base rítmica cercana al dembow o la Champeta, acompañada de arreglos de vientos tan ricos y detallados como una canción de Glenn Miller. La historia que la sigue al acabarla de interpretar esta plagada de jocosidad e informalidad cuando la cuenta.
-Tengo un amigo bajista, de nombre Francisco que era uno de los pocos bajistas que tocaban Champeta en Bogotá. En esa época teníamos una broma con el, que consistía en que le decíamos Chawa. Solía improvisar mucho con el, hasta que un día cuando compuse la canción y se la lleve, le dije que le llamaría como le decía a él. Pero algo no me cuadraba con el tema, lo sentía incompleto, y pensando en el hecho de que el disco tenia mucho trasfondo con la comida, para completarlo le puse, el Chawarma, que aparte de eso, es uno de mis platos árabes favoritos.
Iriarte impresionado por el trasfondo de la obra expresa una valoración sobre cómo, incluso sin una explicación racional, se puede crear gracias a la gastronomía un concepto y canciones. Al mismos tiempo da paso a Moros En La Costa, una rendición más tradicional de lo que es el jazz, donde el piano de La Cueva resuena con unos dedos sentimentales y sutiles, proveídos por este Pinaud, interpretando las notas cuando se posan sobre su viejo marfil.
Al acabar el presentador le pregunta por un menú para armar en caso de abrir un restaurante. Pinaud menciona Arroz con Pollo, Posta Cartagenera, empieza a hablar de su nueva composición, que tiene de nombre Mote De Queso, y da paso al trompetista para tocar una canción más .
-Yo tenía ya la idea de seguír musicalizando platos de comida, la sigo teniendo. Me interesa buscar retratar con la música los platos que más me gustan mucho. El mote es uno de mis favoritos, y no lo aprendían a hacer hasta que con mi pareja investigamos como se hace.
Y Pinaud en ese momento estrena la canción frente a los ocupantes de las sillas rojas con madera pulida de la sala principal, aunque obligado a cantarla al no estar su banda para apoyarlo. Con amabilidad le indica al público que cante junto a su persona el coro de la canción para no esforzarse con excesos. En ese momento llegan para sorpresa de los asistentes dos meseros que reparten fritos pequeños en bandejas de cerámica azul claro. Uno lleva carimañolas y otro empanadas de carne, acentuando aún más la experiencia y la sensación de inmersión en el tema de la charla, repartiendo la degustación mientras que al son del piano, Pinaud canta con un coro que responde sin titubeo a su público :
Yo quiero mi mote de queso
Yo quiero mi mote de queso
Yo quiero mi mote de queso
No quiero bromas con eso
Yo quiero mi mote
Y con los primeros y casi únicos aplausos de la charla y una declaración final de Iriarte que reza: una muy buena muestra de cómo volver a nuestras raíces. Termina este evento. No hay entrega de máscaras de carnaval como en cada final de los conversatorios. Iriarte agradece con una dibujada alegria en la cara, y concluye la sesión pidiendo reordenar la sala, pues se alista para recibir la inauguración de una exposición de arte sobre grandes cantantes de la salsa, mientras que también anuncia junto a Santiago que este estará en un recital el domingo junto al maestro Antonio Arnedo.
Agradeciendo y sintetizando toda esta experiencia en una sola frase, Miguel Iriarte cierra esta velada que se volvió un pequeño festín declarando:
Créanme que estoy tremendamente agradecido con ustedes por habernos ayudado a tener una sesión tan deliciosa.