[wpdts-date-time]  

Por: Brianda Jiménez Bolívar. 

Lo primero que vio Sergio cuando abrió sus ojos fue una atarraya. Nació en una familia pesquera oriunda del corregimiento Eduardo Santos La Playa en Barranquilla, con su ombligo enterrado en la gallera de sus abuelos. Aprendió a cultivar la yuca, el maíz, la auyama, las rosas. A unos 500 metros del ecosistema estuarino de la ciénaga de Mallorquín, entre el río y el mar, concibió su cordón umbilical con el agua.

Con su padre aprendió el arte de la pesca en altamar. Lanchas, motores, trasmallos y anzuelos fueron sus primeros aparejos de pesca. Cinco canoas con vela atravesaban a Mallorquín todos los domingos. Iban hacia el mar de Puerto Mocho. Los veteranos lanzaban sus atarrayas a la espera de sábalos, mojarras y moncholos. Sergio y sus primos se bañaban en el mar mientras hervía la olla del sancocho. Después venía el baño con totuma en el río.

Desde la parte más alta de La Playa la orilla del mar no se divisaba—Era una vaina inmensa—. En medio de Mallorquín se erguía la isla de los Cuervos, pero un día desapareció, y una sed insaciable de hacerse preguntas se apoderó de Sergio. La isla pasó a ser la orilla de la ciénaga, algo estaba haciendo que Mallorquín disminuyera su tamaño.

Un habitante de la comunidad camina hacia la barra de arena que limita con Mallorquín, evidenciando la poca profundidad de la ciénaga en este punto. 

Las respuestas de su abuelo, las tertulias con los pescadores y la búsqueda en los libros desgastados por la humedad, hicieron entender a Sergio poco a poco la complejidad del problema al que estaba sometido el complejo lagunar de Mallorquín, en ese entonces conformado por la ciénaga de Canta Gallo, la ciénaga de Mallorquín, la ciénaga de San Nicolás y la ciénaga Grande de la Playa. Víctima de las cuchilladas del río sobre el mar, los tajamares, a mediados de 1935, lo que se conocía como el gran sistema de lagunas costeras fue perdiendo espejo de agua y su grandiosidad, quedando como una sola ciénaga pequeña, Mallorquín.

—Yo no canto el himno de Barranquilla. Si tú le haces el análisis no es lo que está diciendo esa vaina. ¿Cuál desarrollo? ¿cuáles sirenas de fábrica? ¿cuál yunque? ¿dónde está eso? A través de esas cuchilladas perdimos gobernanza en el territorio—.

—Si no hubieran hecho la mole de piedra, hubiera un delta hermoso allí—. El tajamar encauzó las aguas con el fin de obtener mayor profundidad para la entrada de barcos, como consecuencia los aportes de sedimento del Magdalena no fueron los mismos para Mallorquín y su zona costera se fue reduciendo considerablemente cada año.

Comunidad de pescadores con sus canoas en Mallorquín.

Su historia de amor por la defensa del charco de agua comenzó hace más de 23 años, cuando la primera gota de agua residual proveniente de la EDAR El Pueblo cae en Mallorquín en 1997. Los compañeros de Asoplaya en cabeza de Antonio de la Hoz pusieron el grito en el cielo y empezaron a trabajar por solucionar el problema; Alejandro, Atencio y Sergio se unieron a la causa más adelante. Peces boyando en las orillas de unas aguas fétidas fueron el detonante de una lucha. La expansión urbanística y la carencia de un sistema de eliminación de aguas residuales, los victimarios. 

La Playa tomó acción de hecho. Una noche se rebosó la copa. El pueblo se vino en asonada. Tubo por tubo sacaron el sistema de conducción de aguas servidas de la zona manglárica que colinda con Mallorquín. La tubería quedó partida a retazos. Tumbaron la unidad de bombeo y la quemaron. Como respuesta a ello la planeación distrital tuvo en cuenta la ampliación de redes, un alcantarillado exclusivo para la zona.

Ingreso, organizo, siembro y salgo—. Sergio ha pasado por cada junta de acción comunal, frente de seguridad y asociaciones de La Playa. Su interés es que todo se constituya en un ente, pero de una organización de pescadores se multiplican siete, y luego dos más. Palmadas de la administración vienen y van. Cada uno jalonea por su lado. Solo se ven manos que intercambian chalecos salvavidas, lanchas, trasmallos y motores fuera de borda por el sí a un proyecto. Otros rechazan la oferta, pero la base empieza a fraccionarse. Los amores y desamores por Mallorquín se arraigan más. Han perdido de vista a la ciénaga y a la comunidad. El problema: volver a reunirlos a todos.

 La comunidad se ha vuelto candeletusa. La tusa es la cáscara del maíz, lo que está seco. Tú le prendes un fosforito y esa vaina hace una llama de 3 metros, pero no te dura ni 5 minutos, se volvió ceniza.

El día que organizaron el foro sobre Mallorquín con los candidatos a la alcaldía no asistieron más de 30 personas. El enojo de Sergio desbordaba por sus poros. Una comunidad con más de 20000 habitantes parecía no importarle el charquito de agua que tantos beneficios les ha dado. Alejandro, relajado y estirado sobre las gradas del colegio Pies Descalzos, decía con ironía que había que hacer rifas para que la gente fuera y se llenara el evento. Sergio vociferaba que no se podía hacer eso. Mallorquín era de todos. 

Ciénaga de Mallorquín

Un solo ente empoderado ha sido el sueño de Sergio. Una base fuerte que no se derrumbe con ninguna corriente oceánica. Sin embargo, lo que se ha logrado han sido “aspirinetas sociales” o pañitos de agua tibia. Una reja impensa en el arroyo León para mitigar la presencia de residuos sólidos en grandes volúmenes en Mallorquín empieza a retener neveras, televisores y pañales.

En el 2011 con el proyecto de adecuación y mejoramiento de la cuenca estábamos todos bien nucleados. Se sentía poderoso. Había medio pueblo en la organización de La Playa, pero vino Gillo Cova y fragmenta la base—.

Sergio, tú por qué peleas tanto si tú no eres pescador lanza el comentario en medio de la multitud.

Error, si no fuera pescador sería la misma lucha, pero para que te enteres, esas dos lanchas que están allá con motores son mías, de mi padre y mi abuelo que eran pescadoresresponde Sergio. 

Así como el muelle de Puerto Colombia se fue deteriorando la organización. Mentes débiles y estómagos vacíos fueron resquebrajando lo construído. En ese entonces solo se veía como las tarjetas de SAO pasaban de mano en mano. Mercados de 500.000 pesos eran reclamados cada 15 días en las Olímpicas. 

La gente corre arrodillada a esa vaina porque el problema es de estómago. ¿Tú quieres joder La Playa? ofrécele comida, ¿los quieres tener reunidos? ofrécele comida. Están todos luchando y llegas tú y rompes eso con comida—.

El proyecto pedía ser socializado por Sergio y sus demás compañeros, pero agentes externos intentan acabar con su lucha. Por una historia de amor llegan ultimatums a sus oídos. El proyecto fue ejecutado en el arroyo León, y el remedio fue peor que la enfermedad.

Sergio Marimond en Mallorquín.

Sergio dice haber bajado su bandera ambientalista hace rato. La dobló cuando conoció a Miguel, una de las voces que lidera la lucha. Antes que su amor por la ciénaga, ama su vida.

—Bajé la bandera de ponerme en carne de cañón, porque si yo tuviera 24000 mil personas al lado mío yo sigo esa lucha. Trabajar problemas ecológicos es subversivo. Tú vas en contra del que viene a dañar, del que tiene el dinero, del que viene a transformar—.

Pero lo cierto es que su cordón umbilical permanece atado a Mallorquín. A la molécula de agua. A la inmensidad de los árboles. Al respeto hacia la tortuga que desova. Al suelo que respira. Su lucha es por las zonas de vida.

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

elpunto@uninorte.edu.co