A pesar de las caras blancas y las calaveras, el Día de los Muertos no es una festividad de miedo ni es halloween, como muchas personas creen. Es un día para recordar y honrar a los seres queridos que han fallecido.
El Día de los Muertos es una celebración originaria del centro y sur de México. Aquellos que lo celebran creen que a la medianoche del 31 de octubre, las almas de todos los niños fallecidos bajan del cielo y se reúnen con sus familias el 1 de noviembre, y las almas de los adultos fallecidos vienen a visitarnos el 2 de noviembre.
Las familias hacen coloridos altares en sus hogares en honor a sus seres queridos fallecidos, y los altares están decorados con flores, velas, la comida favorita de sus seres queridos y pan de muerto (un pan ligeramente dulce hecho específicamente para esta época).
Según Rosario, dueña de una tienda folclórica de Mexico, cada cosa en el altar tiene su propio significado. “Entonces, por ejemplo, el incienso los ayuda a guiar el camino. Las flores de caléndula tienen un tipo muy específico de fragancia que ayuda a atraer a estos espíritus. La gente también hace rastros de las flores de caléndula para ayudarlas a llegar al altar”, menciona.
Las festividades continúan en el cementerio, donde las familias llevan picnics, tocan música y, a veces pasan la noche como una forma de celebrar las vidas de aquellos que ya no están en esta tierra.
La tradición inextinguible se remonta hace 3.000 años, durante el tiempo de los aztecas. Sobrevivió durante el siglo XVI, cuando los españoles llegaron al centro de México y pensaron que la tradición era sacrílega. Sin embargo, en lugar de abolirse, la celebración evolucionó para incorporar elementos del cristianismo, como celebrarlo los días 1 y 2 de noviembre para coincidir con el Día de Todos los Santos o de Todas las Almas, un tiempo para orar almas abandonadas.
Lo que a muchos preocupa es que esta tradición se este perdiendo por culpa de Halloween y la invasión cultural Americana. Muchas personas han dejado de hacer altares y solo se disfrazan.
“Mis padres nunca hicieron un altar para celebrar a los muertos mientras crecía, pero algunos de mis amigos lo hicieron”, dijo Arturo Rodriguez, estudiante que nació y se crió en México. “Cada 1 y 2 de noviembre, ponen altares de familiares y amigos. La tradición en México es invitar gente a tu casa para comer pan de muerto y luego ir al cementerio. Ahí comemos, tomamos tequila o mezcal, y esa es la celebración. También se deja la puerta abierta porque un extraño puede traer el espíritu de tu ser querido. Uno nunca sabe”, expresa Arturo.