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Por: Gabriela Abello, Daniel Cordero, Danna De La Hoz, Isabella Gutiérrez, Mariana Hernández

PRIMERA PARTE: DÓNDE Y CÓMO EMPEZÓ TODO

Una mañana usual en la universidad del Norte, estaban reunidos 4 estudiantes que aguardaban su cambio de hora. Sorpresivamente el profesor de la clase anterior les había permitido salir unos 40 minutos antes así que de entre todos los oficios se dedicaron al mejor: hablar y contar experiencias. En medio de la conversación a Daniel, uno de ellos, le surgió una pregunta; pues, aseguraba que cualquier buen amigo debía conocer la respuesta al interrogante: “¿Cuál es su comida costeña favorita?”. Así que les preguntó.

Mariana, respondió que sin duda eran los patacones con queso, Gabriela dijo que la suya era el mote de guandul (bastante barranquillero de su parte). Danna no se decidía entre el sancocho de costilla y la posta cartagenera y la respuesta de Isabella fue: “el Kibbe”. 

Todos callaron por un momento. Algunos se miraban confundidos y otros no tanto. A lo que Gabriela decidida respondió: “Isa, el Kibbe no es una comida costeña”. Isabella mofó y le dijo que el Kibbe era lo más costeño que podía existir. Gabriela al instante corrigió y dijo que, en vez de eso, era una de las cosas más árabes que existen en la costa.

Entre toda “la verdad” y “la mentira”, la única solución era la duda. Así que con ayuda de la web investigaron a fondo y en efecto, Isabella estaba equivocada. A demás de eso, notaron que había muchas otras comidas de procedencia árabe que eran de su agradado a las que injustamente se les había otorgado la identidad costeña. En eso, ataron cabos y fueron conscientes de lo rodeados que estaban de dicha cultura (tanto las atlanticenses Gabriela y Danna, como el foráneo bolivarense, Daniel; la sucreña Isabella y la santandereana Mariana).

A través de todos estos pensamientos, fueron conscientes de que la duda es el heraldo del progreso; el genio de la razón y finalmente el camino a la verdad, entonces se interesaron por investigar más a fondo sobre toda esa cultura en la ciudad de Barranquilla sin que se les escapase ni una sola “W”: “¿Qué? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué?”.

Por eso, se animaron atender al llamado de uno de sus apreciados maestros de clase, Javier Franco, que días después de su conversación gracias a una pertinente casualidad, los estuvo notificando para asistir a un evento que se realizaría en la mezquita de la ciudad en el que se resolverían dudas acerca de la cultura árabe, los musulmanes y el islam, una religión que se asocia a esta cultura. La visita fue para ellos un llamado al diálogo interreligioso para poderse quitar la venda que tenían sobre dicha religión. 

La islamofobia es algo tan común en nuestra sociedad, que el imaginario que tenían sobre ella no les había permitido acercarse y tener la oportunidad de indagar.

Entre diálogo y preguntas, desde simples hasta controversiales, el espacio les permitió abrir su mente y desmentir muchos mitos que tenían acerca de la religión, sus prácticas y creyentes. Finalmente, pudieron entender que realmente no todos los árabes son musulmanes.

Odette Yidi, directora del Instituto Árabe de Colombia y también coordinadora del evento, les abrió el espacio con el fin de entender, conocer, aprender y reconocer desde el respeto y la tolerancia, la cultura interreligiosa que tiene un país laico como Colombia.

Al final de la jornada en la mezquita, Mariana e Isabella, decidieron acercarse a Odette ya que querían conocer su perspectiva como hija/nieta de inmigrantes árabes en la ciudad de Barranquilla. Todo funcionó rápido y su respuesta fue conmovedora:

Mariana: “Hola Odette, ¿Cómo estás?”

Isabella: “Esperamos que te encuentres bien. Quisiéramos hacerte un par de preguntas”

La conversación escaló al punto de lograr obtener una respuesta que las hizo replantearse (sobre todo a Isabella) e incluso, marcharse pensativas del lugar.

Odette: (…) “Entonces aquí en Colombia, especialmente en el Caribe, hay toda una fijación por lo árabe desde la gastronomía, ¿cierto? Desde las danzas también. La apropiación de las danzas y de la gastronomía árabe. Pero nos quedamos ahí, no vamos un paso más allá, no nos interesa leer sobre lo que está pasando actualmente. En diciembre todos ponemos un pesebre y decimos Belén y cantamos canciones de Belén y nadie sabe qué está pasando en Belén. Pues, Israel ha construido un muro alrededor de Belén, el muro del apartheid que, de hecho, según una opinión consultiva y la Corte Internacional de Justicia es ilegal. Nadie sabe lo que está pasando y no les importa. Y aun así asumen inclusive actitudes pro-sionistas que no tienen ningún sentido. Si aquí nos gusta tanto la comida y nos gusta tanto supuestamente la cultura árabe y luego no nos importa lo que está pasando en los lugares de orígenes, no es congruente no es consecuente. Aquí hace falta leer a más autores árabes. O sea, nos hemos quedado simplemente con el Kibbe e inclusive le hemos cambiado el origen al Kibbe. Muchas personas dicen que el Kibbe es colombiano y está bien, es muy bonito; es muy bonito ver ese intercambio, ese sincretismo cultural, pero no está bien la apropiación y tampoco está bien tú celebrar una cultura aquí, pero luego tener unas posesiones islamofóbicas, arabo fóbicas o antiárabes cuando se trata de los árabes que todavía están en los países árabes

Al marcharse, Mariana e Isabella charlaron sobre lo que han ocasionado este tipo de tendencias discriminatorias hacia esta cultura y fueron conscientes de lo mejor informadas que debían estar por el bien y la integridad de los árabes de Barranquilla y de todo el mundo. Por ello, esta investigación… Isabella Gutiérrez en la Mezquita ”Othman Ben Affan” de Barranquilla.

SEGUNDA PARTE: PARA COMPRENDER TODA LA HISTORIA

CONTEXTO HISTÓRICO

En el centenario XIX, las patrias de América, incluyendo Colombia, confrontaron los retos de la vastedad de su terreno y la escasez de población. Esto obstaculizaba la edificación política de la nación y el avance económico. Para el siglo XIX y gran fracción del XX, la migración en Colombia se percibía como un esquema civilizatorio para lograr el progreso económico y enaltecer la estirpe colombiana. Esta perspectiva se sustentaba en doctrinas científicas europeas discriminatorias que defendían la preeminencia de los blancos sobre otros conjuntos étnicos y otras culturas. El gobierno colombiano instauró leyes y resoluciones que fomentaban la migración europea blanca y restringían el acceso de migrantes de otras razas y etnias. La Constitución de 1886 fijó el español como lengua oficial y el catolicismo como religión del país, buscando cohesionar a la comunidad en un contexto de conflictos civiles y amenazas separatistas.

Colombia, un estado con una amplia heterogeneidad étnica y cultural, ejecutó políticas migratorias que excluían a grupos enteros de individuos basándose en su raza y origen, incluyendo a los árabes.

Paradójicamente a lo anterior, al término del centenario XIX, empezaron a arribar al Caribe colombiano migrantes procedentes de la Gran Siria, actualmente conocida como Líbano, Siria y Palestina. Estas tierras fueron dominadas desde el centenario XVI hasta el término de la Primera Guerra Mundial por el Imperio Otomano. Distintos conflictos de naturaleza política y religiosa que implicaron a las naciones europeas convirtieron la región en un escenario de inestabilidad y guerras que ocasionaron la partida masiva de cristianos. A esto se sumó que, en 1908, el Imperio Otomano instituyó el servicio militar obligatorio para los jóvenes cristianos, impulsando así el fenómeno migratorio. La mayoría entró al país por Puerto Colombia y se establecieron en las fronteras agrícolas y ganaderas, así como en poblados ribereños. Fue preciso su arribo en ciudades-puertos como Santa Marta, Cartagena de Indias o Barranquilla. Según Gladys Behaine, estos migrantes llegaron al país en tres oleadas: la primera abarca a los pioneros que llegaron entre 1880 y 1920, la segunda corresponde a los arribados en el período entre guerras 1920-1940, y la tercera oleada la constituyen quienes llegaron desde la fundación del Estado de Israel en tierras palestinas en 1948 hasta el fin del conflicto civil en el Líbano en 1990.

Aunque los migrantes árabes se expandieron por gran parte del territorio colombiano, su principal área de asentamiento fue la región Caribe. Allí buscaron poblados ribereños porque, mediante los variados ríos, podían transportar mercancías para distribuir y comercializar. Además de involucrarse en la economía y comercio de esta población. En el caso de las ciudades capitales del Caribe colombiano, Barranquilla, Santa Marta y Cartagena de Indias, la mayor parte de los migrantes se estableció en los primeros años del centenario XX. Barranquilla, por ejemplo, se hallaba experimentando un crecimiento económico y demográfico desde el último cuarto del centenario XIX derivado de su continua actividad portuaria. Esto se tradujo para los comerciantes en un acceso veloz a los mercados internacionales a través de su puerto, así como la opción de obtener crédito a través de las diferentes instituciones bancarias establecidas en la ciudad. Por lo tanto, Barranquilla se convirtió en un destino atractivo para migrantes de diversas procedencias que buscaban mejores oportunidades. Así, en la ciudad se instalaron comunidades alemanas, italianas, españolas, judías, chinas, japonesas, y por supuesto, árabes.

A semejanza de casi todas las historias de migrantes, la gran mayoría de árabes que llegaron a Colombia vinieron en busca de prosperidad económica. Algunos pretendían alcanzar riquezas en el “continente de las oportunidades” y luego regresar a sus tierras de origen, mientras que otros optaron por establecerse definitivamente debido al éxito que lograban con sus innovaciones comerciales como el crédito, las tiendas por departamentos y la venta de tela por kilo.

Posteriormente, los árabes se fueron integrando en un arduo y laborioso proceso a la sociedad colombiana en todos sus ámbitos, no sin estar exentos de prejuicios y discriminación. Así, lograron consolidar importantes conglomerados económicos, comerciales y financieros. Otros tantos han contribuido al crecimiento y desarrollo del país mediante donaciones, avances y aportes en la medicina, la ciencia, la lingüística, política, y con contribuciones artísticas, arquitectónicas y culinarias que son innegables en nuestra sociedad. 

ECONOMÍA

La cultura árabe en la actualidad está tan introducida en el caribe como la cultura costeña, y de igual forma, sus diferentes formas de vivir y de tener una economía prospera que una vez cementada, sirviera como una guía para las generaciones que le siguieran desde su llegada en el siglo XIX. A pesar que inicialmente los árabes habían sido excluidos del mercado y del comercio en general, la ciudad de Barranquilla es clave al ser reconocida como un lugar de “colonias” extranjeras siendo como un centro de comercio y de negocios para los emigrantes árabes, abriendo paso a sentar las bases para un importante desarrollo industrial, comercial y urbano.

Inicialmente, su actividad comercial se realizaba mediante la venta ambulante, tal y como fue el caso de Elías Muvdi, en las calles de una Barranquilla vibrante, calurosa y bulliciosa como cualquier ciudad egipcia, argelina o libanesa.  “…Sus voces agregaban al Caribe un acento extraño, misterioso y encantador, al anunciar cordones, telas y mercancías de todo tipo, como, hilos, peines, polvos para la cara, perfumes, pomadas, espejos, collares que bajaron como en un río hasta lo más remoto de nuestro vasto territorio, gracias al espíritu aventurero de algunos inmigrantes” son algunas de las palabras de la exministra de Cultura: María Consuelo Araujo describiendo el impacto económico de los árabes en la ciudad.

Una vez los árabes pudieron entrar en el comercio en la costa, se unieron a otras comunidades extranjeras y contribuyeron a la construcción en la costa como carreteras y arterias de comunicación, especialmente porque se consideraba útil para sus negocios. Sin embargo, el fuerte de los árabes en la economía es el comercio y la industria textil.

POLITICA

Por otro lado, Barranquilla los inmigrantes y descendientes árabes no se involucraron en la política directa en las primeras décadas del siglo XX, esto primero se dio en otras ciudades del Caribe, como, por ejemplo: Cartagena o Lorica, con casos puntuales como Abraham Jadid y César Fayad.

Fue hasta 1988 que predominaron dos apellidos en la política barranquillera: los apellidos Slebi y Name. Ambos tuvieron un papel importante en la transición a la política de la nueva generación de descendientes de árabes, representada por la familia Char y los Amin Escaff, este último socio político de Juan Slebi desde la década anterior.

En 1984, Name fue elegido presidente del Senado y pronto consiguió sustituir como gobernador del Atlántico al representante de las antiguas familias de élite Abel Francisco Carbonell por Fuad Char Abdala, empresario privado y presidente del equipo de fútbol local Junior, siendo en el primer gobernador que no formaba parte de las élites tradicionales.

Durante la década de 1990 parecía evidente que los políticos de la segunda generación de origen árabe intentaron sentar las bases para conformar dinastías familiares dinastías familiares implicadas en la política, la gestión de la economía local y los contratos públicos. Fuad Char, principalmente en las filas del partido Cambio Radical, compartió su poder político con sus hijos: Alejandro Char (quien está presente en la política de la actualidad), quien fue elegido en el Concejo local en 1997 y como alcalde de Barranquilla, y Arturo Char Chaljub quien fue elegido senador en 2006, junto con su sobrino David Char Navas.

GASTRONOMÍA

La iniciación gastronómica árabe en Barranquilla no comienza en los primeros años de la formación de esta comunidad de migrantes, sino más tarde. Gracias, sobre todo, al trabajo de las mujeres, observamos que se inician las primeras ventas de alimentos árabes (especialmente del Kibbe) en los primeros establecimientos gastronómicos de la ciudad. Esto forma parte de la integración que los árabes tienen con la ciudad, ya que se sienten cómodos compartiendo su cocina con la población local, y esta sociedad receptora también se siente cómoda conociendo y compartiendo estos platos con la migración. Así, muchos de ellos comienzan a establecer negocios de alimentos porque, podríamos decir, es un arte o una especialidad en la que no hay mucha competencia, y también las mujeres tienen un papel importante en estos negocios.

Debido a que Colombia es un país diverso, cada región contribuía a estos inmigrantes árabes con lo que producía en su región para que ellos pudieran replicarlo en sus comidas. Cada asentamiento de inmigrantes adaptaba los productos de la región donde se establecía a cada preparación que conocemos.

La alimentación tiene un significado muy importante para la cultura árabe. Muchas reuniones, decisiones o celebraciones giran en torno a la mesa. Por lo tanto, muchos platos tienen historias detrás. Algunos platos se preparan únicamente en fechas específicas, otros son exclusivos de ciertas poblaciones o geografías. Entonces, podríamos decir que la cocina, la gastronomía, la tierra y las personas en el mundo árabe están en constante diálogo. Cuando emigran, algunos platos también emigran; otros no lo hacen. Lo valioso de encontrar algunos de estos platos árabes en el vasto universo gastronómico del Caribe colombiano, específicamente en Barranquilla, da cuenta de esa integración y encuentro de ambos mundos, y de cómo el Caribe y el Mediterráneo, como Colombia y los países árabes, dialogan todos los días en torno a la comida, tal como ocurre en esos países.

Por ello, es importante que las personas que consumen estos alimentos reconozcan su origen, ya que al mismo tiempo están reconociendo una parte importante de la historia y de la identidad caribeña que se formó y se construyó con la migración árabe, entre muchas otras migraciones, pero que en particular la migración árabe tuvo mucho que ver en el desarrollo y consolidación de esta identidad costeña.

TERCERA PARTE: CIERRE

Con tradiciones arraigadas y su influencia palpable en la cultura barranquillera, la comunidad árabe en esta vibrante ciudad costeña ha dejado una marca que es imborrable en su historia. Desde los inmigrantes que llegaron hace siglos hasta las generaciones actuales que continúan enriqueciendo la diversidad cultural, su legado perdura en cada rincón de la ciudad. Ya sea a través de su gastronomía, sus negocios prósperos o sus festividades coloridas, los árabes han dejado su estampa en esta ciudad, recordándonos la belleza y la importancia de la convivencia entre diferentes culturas. En las calles de Barranquilla, el pasado se entrelaza con el presente, y la influencia árabe sigue siendo una parte vibrante y esencial de su identidad multicultural, tal y como lo menciona Fidis Acosta, una mujer barranquillera que fue entrevistada por Danna De La Hoz y que le expresó “podemos ver como los árabes se han empapado de cosas muy culturales de barranquilla como lo es el carnaval hacen muchos aportes a él y lo disfrutan como si hubieran nacido con él en la sangre”

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Comunicador social-periodista (1986), Magíster en Comunicación (2010), con 34 años de experiencia periodística, 24 de ellos como redactor de planta del diario El Tiempo (y ADN), en Barranquilla (Colombia). Docente de Periodismo en el programa de Comunicación Social (Universidad del Norte) desde 2002.

jfranco@uninorte.edu.co