Por: Cristina Navarro Santos
“Ha fallecido HChF 4:25 p.m., martes 5 de marzo de 2013.”
Así comienza Catalina Lobo-Guerrero su libro, con su primer capítulo titulado “Muerte”, ¿no es irónico? Aquello que es el final, es el comienzo de una historia, de un libro.
Los restos de la revolución es el libro que habla de lo que pasó en Venezuela después de la muerte de Hugo Chávez en 2013 y el inicio del gobierno de Nicolás Maduro, que explica desde adentro lo que ha sucedido en el país vecino.
Cuando empecé leer el libro, sentía, en mi ignorancia, que ya todo se sabía de Venezuela, que, porque está tan cerca de nosotros, su historia me era conocida, pero definitivamente estaba equivocada. Solo sabía aquello que todos sabíamos; algo superficial, pero necesitábamos que una persona curiosa nos contara desde el centro del corazón de Venezuela y de la revolución qué pasó.
Hay muchas razones por la cuales leer este libro y porque creo que es bueno, pero hablaré de tres: Primeramente, el trabajo que hace Lobo Guerrero en investigación es evidente en todo su libro. Ella hace un recorrido importante por la historia, la independencia, la conquista del país, habla de Simón Bolívar y el impacto que tuvo en Venezuela. Creo que es eso; la manera en que la autora se informó tanto del contexto, lo que nos permite tener una mirada más amplia. De alguna manera creo que este libro es un rompecabezas que, si no estaban todas las piezas, no se habría podido entender que eran años y años donde la autora vivió y escribió. No era fácil de estructurar, pero ella encontró la pieza faltante y la imagen es evidente.
En segundo lugar, creo que el libro es bueno por las herramientas que la autora usa. Este punto se relaciona mucho con el anterior: el lenguaje del libro lo hace muy ameno de leer, a pesar de ser extenso y con temas densos. Las fotografías son fundamentales, honestamente no esperaba que las tuviera, pero no podía esperar verlas al inicio de cada capítulo y leer los pies de foto que siempre daban una antesala de lo que se iba a encontrar.
En tercer lugar, este libro toca temas sensibles y te sensibiliza a empatizar con las historias que son contadas. Con nombre y apellido, Catalina Lobo-Guerreo cuenta algunos testimonios, eso tiene un impacto mayor. Hay historias que se quedarán en mi memoria, como la inscripción en la grieta en la avenida Francisco Mirando que era un homenaje al 11 de abril 2002 y la comparación que hace con la grieta política del país, que traspasaba las paredes y entraba en las familias, las oficinas y los barrios; la corrupción en todas las áreas, la censura de prensa, las injusticias con los jueces y fiscales que perdían su independencia, como le sucedió a la fiscal María Alejandra Poleo; los dos hermanos Gutiérrez, que salieron a protestar pacíficamente y terminaron siendo víctimas del abuso de poder de la policía; una doctora a quien se le negaba el deber de atender bien a sus pacientes y quien a escondidas le toco ayudar a los cinco “chamos” que venían esposados y heridos. Entre ellos estaba Luis Alberto Gutiérrez. Terminó con una desfiguración en el rostro por la patada de un policía. Al final te duele, te duele un país que ni siquiera es tuyo, pero es inevitable no quebrantarse ante tal escenario.
Sin embargo, mi mayor critica sería el hecho que a pesar de que es una crónica —que permite ser mostrar un poco más la opinión— personalmente sentí un cambio en la forma que la autora hablaba de Chávez y Maduro. En los primeros capítulos, eleva a HChF, casi como si de cierta forma ella llegara a simpatizar con él, pero con Maduro, parece que eso cambió radicalmente. Esta obra termina recopilando una visión, unos ojos: los de Lobo-Guerrero; porque así es la vida y así es el periodismo; somos personas, somos humanos. La línea entre toda esa cantidad de experiencias por las que pasamos es tan delgada como un hilo, que se termina juntando en un nudo lleno de “el yo”.
Lobo-Guerrero nos presta sus ojos para ver algo que ya no se puede ver: un pasado que ya no se puede vivir. Nos presta sus sentidos para que se conviertan en nuestros. Abrimos su libro y estamos ahí, en las calles de Venezuela. Todos somos periodistas: todos somos Catalina Lobo Guerrero.