Esta es la historia de un payaso llamado Piki, que por medio de la ‘risología’ construye país en hospitales, colegios y barrios de la Costa.
Por Asly Novoa Garizao
Piki entra por el amplio portón del Colegio Distrital Antonio José de Sucre con varios globos de colores, una nariz grande y roja, montura de gafas verdes, una corbata amarilla y su chaqueta manga larga. Cerca de 150 niños lo esperan en los alrededores de una cancha que ilumina el sol, pero eso no parece importarles. Están concentrados en Piki, sus globos, su risa, su entusiasmo y todo lo bueno que transmite al llegar a un lugar.
Omar es solo el nombre que aparece en su cédula, pues todos le llaman ‘Doctor Piki Risólogo’ hace 28 años. Él saca sonrisas en Barranquilla y en toda la costa, con una mezcla de buen humor, ternura y lo que para él es la mejor medicina, la risa.
Piki siempre lleva consigo una nariz roja que lo caracteriza, pero él es más que un payaso tradicional, pues su trabajo es una fusión entre la risa y la psicología. Es que eso trae múltiples beneficios para la salud; reduce el estrés y las preocupaciones, refuerza la autoestima, ayuda a afrontar positivamente los problemas, activa el sistema inmune, repite en la antesala del escenario Piki. Todo esto es gracias a que la risoterapia fomenta la secreción de las llamadas hormonas de la felicidad, la serotonina, dopamina, adrenalina y las endorfinas. Es por esto que este risólogo siempre está presente en los lugares donde más lo necesitan, que para él son los hospitales, los colegios y los barrios más pobres de la Costa.
“La mayoría de niños en esta institución tienen muchos problemas en su familia, y cuando Piki hace su show ellos sonríen, participan, bailan, son felices y se olvidan de todo eso”, expresa el profesor Edgar Reyes, quien ha disfrutado el show como cualquiera de sus alumnos. Exactamente esa es una de las características de este risólogo, hacer reír sin importar tu edad: “Yo me inclino más por los niños de uno a cien años, porque el que ríe más vive más”, les dice a los niños Piki, mientras guarda en la maleta sus implementos del show de magia que es solo es ilusionismo.
En la Clínica Materno Infantil de Barranquilla, Piki entra con una gran sonrisa y la mejor actitud. No hay mejor motivación que ver a un niño enfermo reír. “Es duro ver a diario personas enfermas, pero me impulsa que la risoterapia dé buenos resultados, porque hace que reciban mejor su medicamento y que se acelere su evolución… la risa es la mejor medicina”, les repite.
Con ese pensamiento, Omar se levanta todos los días y se repite a sí mismo un fragmento de un poema que para él y quizá para muchos risólogos, resume lo más difícil de su trabajo: “quién es el payaso en esta vida a quien Dios destinó a sufrir, que aun teniendo el alma herida, el hace reír”. Entonces baja la mirada y expresa: “Esa frase resume lo duro que es ver niños tristes y con poco tiempo de vida… es duro querer llorar, pero también lo es reír para que ellos también lo hagan”.
En el recinto sube la atención. Piki, con sus enormes zapatos y sus coloridas gafas y sus muecas y risas logra que el tiempo de la felicidad se detenga en esta habitación. Se oyen risas, muchas risas en tonos agudos y graves.
Piki se despide y sale sonriente del hospital. Es el ‘doctor risoterapeuta’, como él mismo se llama. Pero no es el único Risólogo de Colombia, pues muchos van dejando a cada niño muchos globos con forma de perro, pato, flores y espadas, para que su sonrisa permanezca.
Para todos los que nos formamos como contadores de historias en este particular espacio de tiempo, y en estos momentos cuando estamos buscando dejar atrás la piel de un reptil que, como país fuimos, es necesario aprender a armar memoria, sin perder los estribos, con pedazos sueltos, pedazos de acciones, recuerdos y olvidos.
Esta es una colección de historias que ofrecen oportunidades, historias quizá nuevas, quizá conocidas, pero todas escritas desde las perspectivas a veces juguetonas, a veces muy formales, de una serie de mentes fértiles de las que brota la necesidad de dar a conocer un país diferente a aquel que nos venden y que, tristemente y con frecuencia, compramos al precio más bajo.
#YoConstruyoPaís es la muestra inequívoca de que Colombia vale oro. Y a la vez es una invitación de El Punto y las jóvenes generaciones de periodistas de Uninorte -que no pasan de sus 20 años-, a pensar y proponer un país mirado desde la paz.