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Por Octavio De La Hoz P.

Con una sonrisa que le irradia de mejilla a mejilla, Robinson Albor, un barranquillero de 67 años, se detiene por un segundo y lanza la expresión: “¡El Carnaval es mi vida!”.

Y puede tener razón, pues a lo largo de sus más de seis décadas de vida ha participado en todas las esferas de la fiesta: desde figurar como Rey Momo hasta convertirse en el propietario del restaurante-show El Rancho Currambero, un sitio muy emblemático ubicado en el corazón del barrio Montes, al suroccidente de la ciudad.

A mi llegada a su negocio, me recibe con una pinta muy formal, y en su eterno restaurante se denota un lugar mágico que me transporta al Carnaval.

Lo adornan un sin fin de colores: retratos de Esthercita Forero, Nelson Henríquez, una variada galería de imágenes y cuatro marimondas de trapo que embellecen la pista de baile.

Entre sus gustos, Albor se proclama a sí mismo como un bohemio, factor al cual le aduce la idea de crear este lugar que hoy sirve como punto de convergencia para todos los amantes de la Salsa.

“Sentí que Barranquilla necesitaba un sitio para los salseros y la ciudad no contaba con muchos lugares de este estilo, además de haber limitaciones para las damas”, asegura con orgullo.

Pero entre risas y una mirada al infinito, cuenta uno a uno los artistas que han pasado por la tarima de su establecimiento.

“Siempre seré feliz porque el Rancho fue una tarima donde se lanzaron muchas orquestas nacionales como la del gran Checo Acosta, el Grupo Bananas, El Nene y sus Traviesos, entre otros. Pero dentro de ese gran grupo cabe resaltar que por aquí también pasaron orquestas internacionales como Los Blancos de Venezuela, la Orquesta de Aragón de Cuba, la Orquesta de Willie Colón y la de mi gran amigo, cantante y excelente persona de Puerto Rico, Tito Gómez”, recuerda con nostalgia sin perder esa mirada que ve en el pasado a esos amigos famosos que, gracias a su pasión, logró conocer a lo largo de su vida.

Además, en su memoria carnavalera, recuerda aquella gran experiencia de ser el Rey Momo del Carnaval de Barranquilla del año 2000.

“La figura del Rey Momo es muy representativa. Sin embargo, hubo una época donde se había perdido, pero fue retomada en el año 1992 con el desfile de la calle 17. Luego, para 1999, llego a oídos de la junta del Carnaval que había una persona rumbera, carnavalera y, además, amante de los disfraces. Ese era yo, y por tal motivo fui nominado y escogido. Haber estado cerca de la gente como una figura tan importante del Carnaval, los desfiles y las presentaciones es algo que atesoro en mi corazón”, recuerda ante la nostalgia de sus ojos y un sorbo de agua que toma para recuperar la voz.

En su esencia, es un hombre optimista que también mira con buenos ojos la evolución del Carnaval en los tiempos actuales.

“Lo fundamental del Carnaval de ahora es el ingenio de los organizadores para poder integrar lo moderno sin perder la esencia distintiva de las fiestas, así se mantiene un equilibrio con las personas mayores y esta nueva ola de jóvenes que recién comienzan a vivirlas”, precisa.

Robinson pareciera ser un hombre serio y poco expresivo cuando se trata de formalidad, pero cambia a ser una persona más alegre y sonriente cuando le preguntan sobre el Carnaval, su amado Rancho Currambero y todo lo referente a la música salsa.

“Nunca imaginé que mis gustos y preferencias musicales me llevarán a lo que soy, y no puedo estar más agradecido con Dios por todo lo que me ha dado”, concluye sin dejar de lado su emoción.

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