Por: Isabella Vélez Salebe
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Los artículos de segunda mano tienen una mala reputación. Se dice que son de mala calidad, que están llenos de malas energías, que nunca los limpian o que nunca se encuentra nada que valga la pena. A pesar de toda esa mala fama hay más de 20 tiendas físicas de artículos de segunda mano en la ciudad de Barranquilla, como la insignia Óscar de la 30.
Aunque es la ropa usada la que se lleva la peor reputación de igual forma son los artículos de segunda que más se venden. El thrifting se ha convertido en una forma, especialmente para los jóvenes, de explorar nuevos estilos, divertirse mientras “buscan tesoros” y reducir su huella de Carbono.
Otros lo ven como una oportunidad de negocio. Tal es el caso de Isabella De la Cruz, la dueña de OMI Stores, una de las tantas thrift stores online de Barranquilla, que nació a partir de un closet con una gran cantidad de ropa sin usar. “Entonces se me ocurrió venderla a un precio muy económico ¡para que otras personas que sí les gustara pudieran usarla! Es que siempre he tenido mis propios emprendimientos, es algo innato”, cuenta Isabella.
Además de ser una emprendedora innata también se preocupa por el daño que el Fast Fashion hace al planeta, no solo ambientalmente sino en materia de derechos humanos. “Vender ropa de segunda mano es una oportunidad para ayudar al medio ambiente, darle el valor que se merece cada prenda, para disminuir la explotación de mujeres y niños que trabajan en el mundo del retail”. La compra-venta de ropa usada, según Brianna LaSita de The Ithacan, ayuda a reducir la cantidad de ropa producida a través de la fabricación, un proceso que implica una gran carga contaminante. LaSita explica que “las fibras sintéticas, que se utilizan a menudo en los diseños de ropa moderna porque son baratas, requieren toneladas de energía, así como aceites crudos como el petróleo. (…) estos materiales se descomponen fácilmente en el lavado, terminan en nuestra agua potable y hacen que la ropa sea menos duradera”.
En cuanto a la pandemia, Isabella comenta que, a pesar de esto, su negocio ha incrementado las ventas. Su teoría es que las personas, que tenían gastos relacionados a la movilidad o comidas de la calle, han podido ahorrar más y gastar ese dinero en cosas que les gusten. “Mis mayores clientes son las mujeres entre 16 a 28 años”. A pesar de esto, De la Cruz explica que “en realidad, no es cuestión de edad o si son jóvenes o adultos, porque ambos grupos compran ropa de segunda. Pero supongo que los jóvenes son más propensos a comprar ropa de segunda porque se ha vuelto una tendencia en las redes sociales”.
Para las tiendas de segunda mano modernas las redes sociales son decisivas. Si la tienda no tiene buena presencia o no tiene un aesthetic llamativo es más común pasarla de largo y no confiar en la calidad de la ropa que venden. Lo mismo pasa con las fotos que montan, ya que deben convencer al cliente que la prenda es digna de comprar y de usar con la frente en alto, asegura una de las emprendedoras.
OMI Store es una de las thrift stores más llamativas de toda Barranquilla. “Mi página tiene su propio estilo, y su propia personalidad, es decir, no soy yo, es OMI. El tipo de fotos y el tipo de ropa que se vende es lo que lo hace diferente al resto de tiendas”, comenta Isabella.
“Sin duda se encuentran muchos tesoros comprando ropa de segunda, todos deberían darse la oportunidad de alguna vez comprar ropa de segunda, comprar inteligentemente y ayudar al mundo. Los estigmas que le caen son totalmente absurdos ya que todos hemos comprobado que cuando compras una prenda es porque de verdad te encanta”, concluye Isabella. Obtener atuendos únicos y comprar ropa económica de manera socialmente consciente nunca fue más fácil y asequible.