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Quemando Central, 1.

Un nuevo proyecto de ley que busca sancionar a quienes paguen por sexo alborota el avispero del mundo del trabajo sexual con lo que parece, a simple vista, un acto de pura filantropía (porque ahora no hay trabajadoras sexuales sino personas en “estado de prostitución”), dicho como si esto se tratara de una discapacidad.

Para Clara Rojas todas las “putas” son arena de un mismo saco; de un mundo en el que solo están ahí por causa de trata, proxenetismo, drogadicción y otros males que aquejan al mundo, ignorando que hay mujeres que solo quieren  garantías y leyes que dignifiquen su profesión, mejor dicho, sacarle unos pesitos a su aparato reproductor. Rojas, montada en su papel de “dama incorrupta” argumenta que las multas pretenden crear el Fondo Nacional de Atención y Apoyo a Personas en Situación de Prostitución (FONASP) para ayudar con vivienda y otros beneficios a las mujeres que se identifiquen como prostitutas todo con el fin de abolir por completo la prostitución.

Cualquiera pensaría que este proyecto es el papá de los proyectos, sin embargo, no  es el caso, y tampoco está cerca de serlo. Yo me pregunto cual es el afán de la parlamentaria por intentar erradicar la prostitución, o más bien, porque ese afán de ser su salvadora, siendo que muchas de las personas que ejercen tal profesión no quieren ser salvadas porque no sienten que su situación sea un problema; lo que quieren es que no se les persiga con proyectos de ley como este que, según Fidelina Suárez, lo que hace es estigmatizar aún más la profesión, sumirlas en la clandestinidad y excluir a quienes llevan luchando para que este trabajo sea reconocido bajo normas laborales como cualquier otra actividad en el país.

Otro de los problemas es que se busca exterminar la prostitución por medio de un modelo de origen sueco cuyos resultados demuestran la reducción de prostitución registrada por el estado, pero no tiene control alguno sobre la clandestinidad, es decir, no sirve de nada. Cuál es la bendita (para no maldecir porque mi mamá me regaña) obsesión de Colombia por adoptar conocimiento y no producirlo, por qué no reflexionar, y ser nosotros quienes producimos modelos de si funcionen para nosotros los que como diría Jaime Garzón los que por culpa de Dios, el destino o la divina providencia nos tocó habitar este territorio llamado Colombia, es decir, colombianos.

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