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En homenaje al maestro Adolfo Echeverría, quien hoy estaría cumpliendo 86 años de edad, la historia detrás de una de sus más reconocidas canciones

Por: Javier Franco Altamar

Cuando el juglar Juancho Polo Valencia escuchó el llamado por los altavoces y se puso de pie para dirigirse a la tarima, estiró el brazo buscando algo sobre la mesa y la mano se le fue en blanco. “Hey, ¿quién me cogió el sombrero?”, preguntó mirando para todos lados.

Era un fin de semana a principios de 1974, y la escena transcurría en la zona de los artistas de una caseta, donde ellos, dispuestos en varias mesas, departían mientras les llegaba su turno de presentación. “Dejen la pendejada, ombe”, dijo Juancho Polo frente a la seriedad simulada de sus colegas.

Presentarse en la tarima sin sombrero no estaba entre los planes del juglar. Y no era, ni siquiera, asunto de protección o vanidad, sino de que aquel sombrero – inclinado hacia la derecha, y ayudado por un mechón de cabello-, ponía la oreja incompleta a salvo de las miradas. Era mejor así que estimular la imaginación de la gente, aunque casi todo mundo sabía que, dos décadas atrás, había perdido parte de su oreja por un navajazo de riña.

Por todo eso, una de la ofensa más grandes que podían hacerle a Juancho Polo Valencia era esconderle su sombrero. Además, ese que lucía esa noche, típico de la Sabana de Bolívar, se lo había regalado el ganadero Andrés Gamarra Meza, uno de sus grandes padrinos musicales y propietario de varias fincas del Magdalena. La costumbre de Gamarra, cuando contrataba al juglar para sus fiestas privadas, era encimarle un sombrero al momento del pago.

Juancho Polo Valencia nació Candelaria, corregimiento de El Cerro de San Antonio (Magdalena) el 18 de septiembre de 1918. Su nombre real era Juan Manuel Polo Cervantes.

En medio de las risas ahora contenidas de los otros músicos, Juancho Polo empezó a apurarlos para que le devolvieran el sombrero. Cuando ya comenzaba a perder la paciencia, escuchó algo que lo dejó helado: era su propia voz amplificada por el equipo de sonido de la fiesta: “Upa, me robaron mi sombrero. Yo sé quién lo tiene. Devuélvanme el sombrero, carajo. Parecen es mujeres”.

A Juancho Polo -‘El respeto del Magdalena’ como le gustaba presentarse, y camorrero por naturaleza-, aquello le pareció el colmo ¿Quién era el burlón que lo imitaba con singular fidelidad? Alguien, que no era él, estaba usando el micrófono del anunciador. Solo vino a saberlo cuando el mismo imitador se le acercó muerto de la risa y le devolvió el sombrero: era Tommy Arraut, bromista incorregible y cantante de la agrupación Los Mayorales del maestro barranquillero Adolfo Echeverría.

En efecto, entre los conjuntos que esperaban turno estaba el de Echeverría. Era la época de la llamada ‘bonanza marimbera’, y el vallenato, impulsado por las fiestas dionisíacas de los traficantes de la hierba, había comenzado a desplegar su fuerza imbatible en toda la Costa. La propuesta original del maestro Adolfo incluía, sobre todo, aires tropicales, porros, cumbias y varios otros ritmos de la región, pero él le había incorporado algo de música vallenata a través de sus Mayorales para estar a tono con las circunstancias.

Anastasia Arrieta, la viuda del maestro Echeverría, recuerda que, por esos años, cada vez que la agrupación de su esposo era invitada a tocar por esa zona, en parrandas que duraban varios días, se encontraba con la de Juancho Polo Valencia. Con tanta gira por ese pedazo de la historia, a Anastasia le resulta imposible precisar ahora en qué punto de la geografía costeña ocurrió lo del sombrero. Pero pudo haber pasado igual en la Alta Guajira, La Paz, Carrizal, Zaragoza o San Juan del Cesar, dice ella: eran ambientes calcados.

A esa imprecisión también contribuye que, desde aquel momento, Arraut tomó por su cuenta a Juancho Polo, y cuando lo veía aparecer o sabía de su llegada, tomaba prestado el micrófono del anunciador y la volvía a enfilar con la imitación: “Señoras y señores, acaba de llegar el hombre del sombrerito”, decía.

A calmar a Juancho

Por aquel entonces, Juancho Polo Valencia andaba en sus 54 años, pero aparentaba muchos más. Era delgado en extremo, y su rostro pálido no solo estaba lleno de arrugas diminutas, sino cruzado por la mueca de la dentadura perdida. Completaba su apariencia una camisa multicolor, un pantalón estrafalario de terlenka y el sombrero, el sagrado sombrero.

El juglar murió el 22 de julio de 1978 de un paro cardíaco en su casa de Fundación.

Si todo este ataque de Arraut no pasaba a mayores en las fiestas, era porque, a la final, todo se entendía como una broma. Claro que, para calmar a Juancho Polo, intervenían el propio maestro Echeverría o alguno de sus músicos: de alguna manera lo convencían de que aquello era una suerte de reconocimiento a su estatura musical.

Por los lados de la agrupación de Echeverría, la situación derivó en que  Arraut empezó a gozarse la parodia. De hecho, imitar a otros cantantes y hacerlo en distintos géneros musicales era una de sus habilidades para hacer reír a sus compañeros. Así, aprovechaba las pausas de ensayos en Barranquilla y cantaba, de vez en cuando, ‘Lucero Espiritual’, uno de los temas pegados de Juancho Polo Valencia. Para hacerlo, no solo imitaba el timbre entre nasal y chillón del juglar, sino que se acompañaba del acordeón de la agrupación. Era tan graciosa la caricatura que una noche, el maestro Echeverría lo llamó aparte con una sorpresa:

-Se te oye bacano el ‘Lucero Espiritual’ -le dijo a Arraut-, pero te tengo unos temas inéditos para que te luzcas de verdad. Eso sí, tienes que cantarlos remedando a Juancho Polo.

Arraut no lo podía creer, pero terminó de convencerse cuando el propio Echeverría le cantó el inicio de uno de los temas a viva voz y en ritmo de paseaíto:

 

Se robaron mi sombrero,

y yo sé quién me lo tiene,

pobrecitos majaderos

como si fueran mujeres

Y luego cantó el inicio de la otra canción:

Póngale cuidado, Alicia,

que le pica esa culebra,

páguele lo que le deba,

pero no se esconda, Alicia.

A Arraut -oriundo de Magangué (Bolívar), hijo adoptivo de Barranquilla, y cuyo verdadero nombre era Manuel Pava Viñas-, aquello le pareció una muy buena idea, pero pidió no figurar con su seudónimo habitual, ya reconocido por ‘la Ninfa Morena’ o ‘El Bocachico’, sino como ‘Don Abundio’. La razón era que así habían empezado a apodarlo en las calles por la indumentaria con la que “se la vacilaba” a ratos, y que en algo evocaba a un personaje de tiras cómicas de la época.

Y justo con esa indumentaria de sombrero pequeño, gafas redondas y una mochila artesanal colgada al hombro, se ve hoy la foto de Arraut en la contra-carátula de aquel trabajo discográfico de 1974 con el que Echeverría presentó ‘Me robaron el sombrero’. Fue producido con el sello Sonolux (reeditado por Sonoven en Venezuela). El tema era el segundo de lado 1 del disco, pero el nombre estallaba en letras grandes en la cubierta. Y allí mismo quedaba claro, también en grafía destacada,  que ‘Adolfo Echeverría y Don Abundio’ estaban al frente.

En la contra-carátula, Tommy Arraut (fallecido en 1998 en Nueva York) como ‘Don Abundio’.

Las otras estrofas de esa canción quedaron así:

Qué le pasara a esa gente

será por la competencia,

saben cuánto Abundio pesa

y le robaron los lentes.

 

Y le robaron los lentes,

los zapatos y el sombrero.

Pobrecitos majaderos

como si fueran mujeres:

El otro tema fue ‘El hombre del sombrerito’, que apareció en el trabajo discográfico ‘El estilo vallenato de Adolfo Echeverría’ del mismo año y con la misma Sonolux. Es el primero del lado B de ese disco:

Un año después, y como para que no quedara duda del acierto, Sonolux produjo un nuevo trabajo con Adolfo Echeverría titulado ‘Acordeón Vallenato’, y en él aparecen ya los dos temas juntos. Un tercer tema titulado ‘San Gregorio’ también cantado por ‘Don Abundio’ no fue tenido en cuenta y pasó al olvido. El acordeonista era Medardo Mercado.

Como era de esperarse en el ambiente festivo del Caribe, los dos temas vocalizados por Don Abundio pegaron con fuerza, pero sobre todo el del robo del sombrero. Ya la broma original, entonces, había pasado a otros niveles.

Ahora sí, juntos los dos éxitos de Don Abundio.

El maestro Hugo Molinares, quien para esa época era el bajista de Los Mayorales, recuerda algunos momentos graciosos que se dieron en la reconocida ‘Sede de los Músicos’ en el Centro de Barranquilla, calle 36 entre carreras 40 y 41,  a un costado del almacén Ley de entonces.

Para esos años, ese era el sitio de concurrencia de directores, cantantes y miembros de agrupaciones musicales, y, era donde se establecían los contratos. Por eso, era común que por allí se aparecieran, con frecuencia, Alejo Durán, el maestro Pacho Galán -que tenía su oficina por allí cerca-, representantes de las agrupaciones venezolanas de moda, y hasta Richie Ray. Y, por supuesto, en varios momentos coincidieron Juancho Polo Valencia y Arraut, este último investido ya como Don Abundio.

-‘Pilas, que por ahí está Juancho Polo y te va a joder’, le decían a Tommy. ‘Mira, por ahí anda Don Abundio cantando como tú’, le decían a su vez a Juancho. ¿Dónde está ese pendejo? Lo voy a joder porque a mí se me respeta’ gritaba del autor de ‘Alicia Adorada’. Y si lo veía, entonces lo correteaba. Tommy, que se la vacilaba con su sombrerito y su mochila, salía corriendo y desaparecía entre la gente. ‘Ya se fue’, le decía yo a Juancho para calmarlo, pero sí eso era mucha risa -, recuerda Molinares.

La respuesta

Esa situación derivó en que Juancho Polo empezara a interpretar en los bailes un merengue de su inspiración titulado ‘Para volverlo gallina’. El tema, básicamente, es una respuesta grosera y ofensiva al imitador, con amenaza de muerte incluida. La primera estrofa es un alarde de dotes de conquistador y habla de que tiene 12 mujeres que lo aman y lo visitan, pero el veneno viene en el resto de la canción:

Y el desgraciado, don Abundio

no lo he visto ni de paso (bis).

Le voy a meté un porrazo,

pa’ mandarlo al otro mundo (bis).

 

Don Abundio, don Abundio,

¿Tú qué haces por la plaza? (bis).

Busca camino en tu casa

Y no alegras a ninguno.

 

Yo lo busco y no lo hallo

Yo pregunto en las cantinas

Ando buscando a ese gallo, ´

Para volverlo gallina:

Pero, a esas alturas, la parodia de Don Abundio había cogido suficiente vuelo propio y era claro que le estaba ganando la partida a Juancho Polo en las emisoras. Por eso, en la disquera Fuentes, le propusieron al cantautor vallenato grabar el exitoso tema del sombrero con su propia voz. Lo convencieron entre el director artístico, Isaac Villanueva, y el propietario, Antonio Fuentes.

Y a la final, resultó buena la idea, porque la canción, divulgada primero en un sencillo de 45 revoluciones por minuto, se convirtió en un éxito de 1975. La letra era prácticamente la misma: sólo se reemplazó ‘Abundio’ por  ‘Juancho’ en la automención, y en vez de ‘pobrecitos majaderos’, Juancho prefirió ‘hombrecitos majaderos’ y listo:

Entonces se dio una situación simpática cuyas consecuencias han llegado hasta nuestros días: las dos versiones de ‘Me robaron el sombrero’ estaban sonando al mismo tiempo, y eso se volvió motivo de disputas y discusiones. Llegó a tal grado el asunto que, por las emisoras locales, se dieron concursos al aire para que los oyentes descifraran quién era quién. La discusión era si había un imitador o era el mismo Juancho Polo que cantaba con otro nombre para evadir el contrato de exclusividad con su sello disquero.

Al maestro Echeverría, que en aquellos momentos ya tenía impuestos varios de sus temas hoy clásicos -‘Las cuatro fiestas’, ‘Cumbia Negra’, ‘la Paloma’, ‘Puya y Hunde’ entre otros-, eso le importaba muy poco, recuerda ahora su viuda Anastasia, pero a ella sí. “Y entonces, como él no quería, yo sí llamaba a las emisoras, me identificaba y ponía todo en claro: hay dos versiones y un mismo autor que es Adolfo Echeverría. Una la canta don Abundio, que es Tommy Arraut, y la otra la ‘fusilaron’ en Discos Fuentes”, dice.

Anastasia Arrieta, siempre luchadora al lado de su esposo, que murió el 20 de diciembre de 2018. Echeverría había nacido el 4 de septiembre de 1934 en el barrio San Roque,

Al año siguiente, y como para sacarle provecho a la simpática pelea, Juancho Polo Valencia grabó por fin el merengue ‘Para volverlo gallina’. Lo hizo con el sello Machuca de Barranquilla en un trabajo titulado ‘Jesus Cristo caminando con San Juan’. Incluso, en ese disco de larga duración, y a manera de complemento, está un paseo llamado ‘La Crítica’, que, si bien no es de autoría de Juancho Polo, sino de Hernando Barrios, lleva intenciones parecidas contra Don Abundio.  La expresión “Yo no sé por qué” se incluye como estribillo:

Yo les canto a los muchachos,

algo que sale del fondo,

para que toditos sepan

que no canta don Abundio.

 

Mucha gente coge fama,

imitando a Juancho Polo,

no se sienten competentes

al progresar por sí solo.

Coro: esta es mi nota, este es mi canto

Yo deseara que la gente

tuviera en cuenta una cosa,

tiene distinta la voz

y tiene distinta la nota.

 

Ya con esta me despido,

haciendo esta observación:

Don Abundio canta solo,

Yo canto y toco acordeón.

Coro: esta es mi nota, este es mi canto

Luego de todo este cruce de bromas, respuestas fuertes, apuntes de picardía, canciones y parodias, la historia terminaría siendo más favorable con la interpretación de  Juancho Polo que con la original de Don Abundio. Hoy, esa versión que la viuda del maestro Echeverría define como una “muy buena fusilada” es de las más reconocidas y sabrosas atribuidas al juglar.

En varias de las recopilaciones de la obra musical de Juancho Polo Valencia, todas de Discos Fuentes, figura esa versión: una de 1978 (el año de su muerte), otra de 1994, y en la pareja de CDs ‘La historia musical’ del 2012 que agrupa 40 de sus canciones.

Incluso, estimuladas por el ritmo pegajoso y el mensaje gracioso del tema, fueron apareciendo otras versiones con el paso de los años, como la de los Hermanos Sarmiento, David Vargas, Leyenda XXI, Toño Meriño y Elver Díaz. Todas, sin excepción, respetan la presencia de Juancho en la letra, porque, igual que aquel sombrero extraviado, los versos quedaron para siempre a la medida del ‘Respeto del Magdalena’.

Comunicador social-periodista (1986), Magíster en Comunicación (2010), con 34 años de experiencia periodística, 24 de ellos como redactor de planta del diario El Tiempo (y ADN), en Barranquilla (Colombia). Docente de Periodismo en el programa de Comunicación Social (Universidad del Norte) desde 2002.

jfranco@uninorte.edu.co