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Por: Valeskha De La Hoz

Ser ‘Carromulero’ en Barranquilla es hacer parte de las 484 mil personas que, según el  informe enero-marzo de 2019 del Dane, viven en la informalidad. Aunque este término no existe para la Real Academia Española, en Colombia es muy común usarlo para referirse a quienes maniobran un carro de mula. Este vehículo consta de una carretilla de madera apoyada en dos llantas traseras, un carromulero, quien dirige el rumbo del ‘vehículo’ y un arnés que une  la carretilla al lomo del caballo o yegua, que es quien ejerce toda la fuerza de tracción. De allí que estos reciban el nombre de vehículos de tracción animal (VTA).

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-Voy pa’ arriba- dice Manuel De Jesús mientras se sube a la carretilla de madera, que aunque se ve inestable, lo ha acompañado por trece años. Hace más de 33 años que ‘Pastrana’, como lo conocen popularmente en su barrio, es uno de los 572 carros de mula que, según el Distrito circulan en las calles de la ciudad actualmente.

Grandes cargas de escombros, basura o chatarra, son los viajes que normalmente Manuel realiza desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde, o más, si “sale algo por ahí” como él jocosamente lo relata. Aunque el caballo no tiene nombre, recalca que tienen una relación muy estrecha, pues su animal “nunca le dice que no”. Con esto se refiere a los largos trayectos que ha hecho en su caballo hasta municipios aledaños a la ciudad como Caracolí, Palmar, o Palermo. “Pa’ donde yo lo lleve, él camina, y cuando sabe que vamos lejos pone un caminado que oiga, ya le digo”, me cuenta el hombre, mientras arrea al caballo.

 

 

Aunque es carromulero  hace 33 años, este caballo se lo compró hace 13 años a su yerno, quien ya no podía manejarlo.

 

Durante el trayecto que hicimos juntos, mientras Manuel realizaba una descarga de algunos muebles viejos, le pregunté si alguna vez su animal se había desplomado; me responde rápidamente que gracias a Dios solo se le había desplomado “una sólita vez” , y que aunque llevaba poca carga ese día, cree que algo en la calle había asustado al caballo.

Como este, son varios los casos en la ciudad que, de hecho, se han vuelto virales en las redes sociales, en donde se ven a equinos desplomados en medio de carreteras y vías principales. Luis Alfonso Varela, quien dirige la Fundación S.O.S Apoyo Animal, describió dos situaciones que han sido muy comentadas en internet y de las que él tuvo conocimiento y pudo ayudar, a través de su fundación. “Hubo dos casos: el de un burro desplomado en una calle con el lomo herido y otro de una persona que le puso a un burro una botella de vidrio en la boca y este animal la mordió dejándole heridas muy graves”.

Aunque, según Varela, actualmente la empatía de los barranquilleros frente a estos casos es mayor que años atrás, aún hay muchas personas que no se sensibilizan con este tema. Un ejemplo de esto son las peticiones de algunos clientes de Manuel que, según cuenta,  a veces le piden que con tal de hacer un solo viaje y gastar menos dinero, esfuerce al animal, “e  incluso veo compañeros de este oficio que esfuerzan y sobrecargan al pobre caballo” afirmó Pastrana.

Su teléfono celular es la herramienta principal para concretar los viajes. Allí tiene los números de sus clientes frecuentes.

 

En medio del sol candente de la ciudad, Manuel y su caballo salen al ruedo cada día. Siempre acompañado de una pala, un cojín y un pequeño teléfono celular que lo mantiene comunicado con quien necesita de su servicio. “Hay días donde no sale nada”, dice con tono de tristeza, y luego agrega “salgo a aventurar y si me llaman bien, pero si no, toca devolverse con las manos vacías pa’ la casa”.  

“Salgo a aventurar y si me llaman bien, pero si no, toca devolverse con las manos vacías pa’ la casa”  

Hasta la fecha la Policía de tránsito le ha hecho tres comparendos. Pastrana dice  que las veces  que lo han detenido solo deja que los policías hagan su trabajo, pero enfatiza que “muchos oficiales detienen a carromuleros porque están obstinados por otras situaciones y empiezan a detener al que sea”. Según Ingrid Aragón, quien es la coordinadora de los operativos de control de vehículos de tracción animal de la Secretaría de Movilidad, en compañía de la policía ambiental realizan controles en vías como la Avenida Murillo, La circunvalar, Calle 17 y calle 30, que son vías restringidas desde el primero de octubre del año 2014.

La restricción en estas vías consideradas neurálgicas se hace con el fin de evitar accidentes. Según lo comentado por Victor Cantillo, experto en movilidad, el modo de operación de los VTA genera retrasos a los vehículos automotores que pueden circular a mayores velocidades. Por otra parte, los conductores de estos vehículos son personas que tienen escaso conocimiento de las normas de tránsito, por lo cual frecuentemente las violan, generando problemas de seguridad vial e incrementando la congestión.

Cantillo señala que la restricción vial de los VTA en algunas calles es un paso para mejorar la grave situación de movilidad que tiene la ciudad, no obstante, la solución al problema debe ser integral, proporcionando alternativas para que quienes hoy dependen de su carro de mula, como Manuel de Jesús, tengan otra opción para subsistir.

Una de las estrategias que se inició en el año 2012 fue el proyecto Capital Semilla, que buscaba la sustitución de un carro de mula por el desarrollo de un proyecto empresarial escogido por quien entregaba al animal valuado en $5 millones, cantidad que se entregaba en materiales o propiedades.  Al iniciarlo se censó a todos los conductores de vehículos de tracción animal en Barranquilla, de los 919 que inicialmente habían, se sustituyeron paulatinamente 338 carros de mula. Pero, ¿por qué el proyecto no siguió?

Manuel cuenta cómo después de las primeras sustituciones las cosas no empezaron a salir muy bien. A un compañero suyo le habían ofrecido $3 millones de pesos por su caballo, y cuando se acercó a entregarlo, solo le estaban ofreciendo $1 millón 500 mil pesos. Esta es la razón por la que afirma que por tan poco dinero, él no entrega  su caballo.

“Por tan poco dinero, yo no entrego mi caballo”

A pesar de estas situaciones, la Secretaría de Movilidad adelanta sus operativos dos veces por semana. Durante el año 2018 solo incautaron 8 equinos, mientras que este año, hasta la fecha, llevan 9 incautaciones. Este es un avance significativo frente a la funcionalidad del proyecto realizado. El proceso de incautación se hace en compañía de la Policía Ambiental y el Instituto Colombiano Agropecuario. Es un proceso donde inicialmente se verifica si el animal está en condición de maltrato evidente y luego un veterinario determina si debe ser incautado, es decir, separado de su propietario. De ser así, el animal entra en un proceso de recuperación y luego de adopción por parte de voluntarios que poseen lugares aptos para encargarse de la recuperación del equino. Todo este proceso es regulado por la secretaría de movilidad.

 

Al final de cada viaje, Manuel siempre recicla algunos objetos para luego venderlos en chatarrerias.

 

Parece que Manuel disfruta pasar tanto tiempo montado en su carromula. Desamarra las cuerdas que aseguran la parte trasera de la carretilla dejando que salgan las piedras y escombros. Solo se escucha un estruendo y detrás de la nube de polvo veo de nuevo a Pastrana, quien luego de descargar acomoda su pala y lo que decide reciclar de su último viaje. Canta mientras lo hace como si el sol ardiente no le hiciera daño. El caballo en cambio, un poco cansado y sediento, pone firme sus patas y suena sus cascos como tomando fuerza para el próximo trayecto. La salida no es un camino fácil, rodeado de una selva de desechos, piedras y basura,  hacen que el sendero sea inestable y  que las patas del animal tiemblen. Allí,  donde los carromuleros de la ciudad depositan lo que a lo largo del día recogen, también queda un poco de la energía de cada caballo.

En pleno medio día le da de tomar a su caballo agua de panela. “Eso es gasolina pa’ el organismo”, así es como el animal recupera energías.  A mí me ofrece una chicha de arroz que su esposa prepara y vende. En su barrio todos lo saludan y lo llaman por su apodo. Es muy cotidiano ver caballos y yeguas de diferentes colores y tamaños amarrados afuera de las casas. Cerca de la casa de Manuel hay varias chatarrerías en donde vende el hierro y el aluminio que va reciclando. Por las noches, cuando ya el caballo está descansado, lo alimenta con tusa, yerba o desperdicios.

 

Póngase en mi pellejo

 

Las correas y el arnés que tiene el caballo ayudan a que Manuel pueda tener el control del animal.

 

Sí, yo sé que es maltrato -me dice un poco apenado Manuel- pero póngase usted en mi pellejo. Uno de los encuentros en donde a Riquett lo multó la policía, un oficial le sugirió trabajar en otro oficio, pero según él mismo afirma: “Ni por muy mala que sea la empresa, o muy buen trabajador que sea yo, van a contratar a un señor de 51 años”.

Esta es quizás una de las dificultades que enfrentan la mayoría de carromuleros frente a la decisión de dejar de conducir un carromula.  Aunque él  reconoce que su trabajo es maltrato animal, compara la situación actual con las circunstancias del pasado.

“ ¿En la época de los romanos quienes eran los que trabajaban?” -me pregunta

–  ¡Los animales!”, concluye satisfecho.

Aunque entiende que actualmente son muy diferentes los procesos sociales, y reitera  “yo sé que ya la gente no quiere que uno maltrate a un animalito de estos”, pero para él no hay otra opción. Debe llevar el pan de cada día a su familia. 

Juan C. Fuentes, quien es concejal de la ciudad y se considera un animalista, hace un análisis muy parecido. Relata cómo Barranquilla por muchos años lidió y solucionó otros tipos de problemas que eran prioridad. La salud, la educación y los arroyos, fueron en su momento lo que la ciudadanía reclamaba. Hoy la sociedad exige otro tipo de avance, y se puede notar cómo en comparación con las ciudades capitales este tema en nuestra ciudad ha estado rezagado.

El concejal propone la creación de una oficina de defensa animal en el distrito, tal y como ya la poseen Medellín, Montería y Cartagena. Además, un centro de refugio para animales que pueda combatir la ola de animales callejeros que están dispersos en toda el área metropolitana y sus alrededores.

La empatía que  la sociedad barranquillera muestra hoy en día es en parte el fruto de un trabajo arduo que por más de 15 años la Policía Ambiental desarrolló a nivel de educación ciudadana. En ese momento la parte ambiental de la Policía, estaba a cargo de el ex comandante Luis Hernández.

Conversando con Luis, quien se considera un amante de la naturaleza y los animales, recordó cómo hace varios años se logró mediante acciones educativas y preventivas, la protección de muchos caballos, burros y yeguas a través de charlas a sus propietarios sobre la ley 84 de 1989, que es el Estatuto de Protección Animal. Este estatuto desarrolla a lo largo de sus artículos que  los animales tendrán en todo el territorio nacional especial protección contra el sufrimiento y el dolor, causados directa o indirectamente por el hombre.

En compañía de un equipo de trabajo que él señala como “apasionado”, logró que se adelantaran labores de vacunación y nutrición a favor de esta comunidad, y desarrollaron la idea del uso del  ‘pañal’ en los equinos; que es el saco donde los animales van dejando su excremento. Esto, para contrarrestar el problema ambiental y de contaminación que suponía dejar la excreción en las vías.

Sin embargo para el ex director de la Policía Ambiental, muchos de estos procesos han involucionado precisamente por la falta de educación de las comunidades, pero también por la falta de compromiso de quienes hoy en día dirigen estos sistemas desde la Policía Nacional. “Hace falta  que las personas que coloquen al frente de estos programas sean personas comprometidas con la causa.” puntualizó Hernández.

La ciudadanía barranquillera opinó acerca de la frecuencia con la que ven este tipo de maltrato en la localidad en la que residen y además manifestó como se sienten frente a esta situación.

 

Una encuesta realizada a un grupo de cien personas seleccionadas aleatoriamente, que viven en diferentes localidades de la ciudad, dio como resultado que existe una probabilidad del 32,9% de ver con más frecuencia un carromula en barrios como Las Nieves, El campito, El ferry y Simón Bolívar, ubicados al sur oriente de la ciudad: frente a una del solo 12% en barrios como Villa Campestre, Paraíso y Villa Santos, pertenecientes a la localidad de Riomar.

Tristeza, rabia e impotencia son varios de los sentimientos que manifestaron los encuestados frente a imágenes de equinos desplomados en carreteras o en grave estado de salud, y afirmaron usar sus redes sociales para manifestar sus inconformidades frente a esta problemática. 

 

 

 

 

Frente a qué tipos de actividades realizaban los VTA, con un 55,1%  concluimos que la mayoría de los carromula que transitan en la ciudad actualmente se dedica al transporte de materiales y chatarra, frente al 44,9% restante que usa estos vehículos para la comercialización de alimentos.

El tipo de actividad a la que se dedican, las zonas en las que se desplazan y principalmente el tipo de persona que está cargo del animal determina el maltrato y el descuido en el que están muchos de los caballos y yeguas que aún circulan en la ciudad.

Pastrana reitera que “sea lo que sea, el animal trabaja  y todos los días en su corral llega y encuentra su comida”, refiriéndose al ‘pago’ que su caballo tiene después de una larga jornada de lo que él considera, es un trabajo para el equino.

 

 

Al finalizar el recorrido, Manuel me pide que lo acompañe a la casa de unos clientes fieles, “porque siempre me llaman cuando van a desocupar algo en la casa” según lo que el comenta. La calle de estos clientes es muy estrecha, pero ágilmente logra que el caballo y su carretilla entren, agilidad que le ha dado la experiencia de tantos años.

Tiene un caballo manso. Un niño de esa calle se acerca y quiere tocarlo. Manuel confiado lo deja y dice entre risas: “el no muerde, el que puedo morder soy yo”. Tiene un caballo manso, porque como él dice, el animal camina a donde lo lleven, siempre y cuando tenga un arnés y una cadena para asegurarlo.

Como sociedad podemos usar con responsabilidad las herramientas que tenemos a la mano para manifestar las inconformidades frente al manejo de esta problemática, pues como afirma el Mayor Jaime Niño, quien dirige el programa de VTA en la Secretaría de Movilidad: “A veces nos escriben por twitter, insultando la labor que hacemos  porque no ven respuestas inmediatas, otras veces nos informan tarde de los casos y así es mucho más difícil”. Para bien o para mal, las redes sociales son la forma más inmediata para comentar los casos de maltrato y lograr que las autoridades actúen a tiempo.

Al igual que  Manuel hay cientos de carromuleros que cada día se enfrentan a la situación de ser criticados por el maltrato que ciertamente ejercen sobre los animales con los que trabajan, pero también son cientos de personas que encuentran en este trabajo la forma de mantener a sus familias dignamente.

 

 

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