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Por: Byronn Zuñiga

La pandemia por la que el mundo está pasando actualmente, no solamente nos ha quitado la oportunidad de poder ver a otras personas cuando todo acabe, sino que también ha hecho que el ser humano entienda la importancia de recibir el afecto de otras personas. Por otro lado, la coyuntura actual nos ha llevado a entender que la belleza de la vida no radica en las cosas materiales, sino en lo que es invisible a los ojos. 

El sistema en el que nos movíamos nos llevaba a alejarnos del corazón de las personas que tanto amábamos. Lo digo porque en muchas ocasiones salíamos con nuestra familia, pareja, amigos, solamente porque nuestra agenda se ajustaba a ello, o peor aún, porque no teníamos nada que hacer. Eso nos termina llevando a que tal vez disfrutamos esos momentos, pero nunca nos deteníamos a pensar lo afortunado que éramos de compartir con tales personas, y tampoco valorábamos los detalles de cada ocasión. 

La cuarentena nos ha llevado a pasar más tiempo en nuestras cosas, lo que significa que, en la gran mayoría de casos, sé que has tenido la oportunidad en algún momento de reflexionar acerca de lo que estabas haciendo y de las personas con las que te estabas relacionando. Si hiciste lo anterior, seguramente recordaste momentos con personas, y te has detenido a pensar en cada detalle que ha hecho que ese momento sea especial, y finalmente, terminamos extrañando el hecho de salir. 

Yo soy testigo de lo dicho anteriormente. El COVID me ha enseñado algo, y no sólo porque me llevó a darme cuenta de eso, sino que también me lo ilustró de una forma que me quebrantó completamente: 

Me levanté un viernes en la mañana emocionada, pero con mucho sueño también. Aunque lo anterior lo escatimé porque era el día en el que me tocaba salir, y no era sólo eso, era el día en el que me iba a ver con mi pareja. 

Desayuné, me bañé, me cambié y en seguida pedí un taxi para que me llevara a un lugar que, antes de la pandemia, era como mi casa de fin de semana por el simple hecho de que era un lugar que frecuentaba tales días y siempre me iba tarde. Todos los que antes visitaban a su pareja cada cierto tiempo, saben que el momento de despedida es larguísimo y puede llegar a extenderse hasta media hora con la famosa excusa del “último beso”. 

Cuando llegué a su casa, me recibió su abuela, estaba feliz porque tenía mucho tiempo de no verla. Estaba tan emocionada que enseguida le avisó a su nieta y confundió mi nombre. Al momento de ingresar a la casa, una de sus hermanitas no me recibió con un gran abrazo, como antes, sino con un gran baño de alcohol y desinfectante. 

Después de haber cumplido el famoso protocolo de seguridad al que seguramente todos nos hemos enfrentado, la vi. Pude verla a mi mano izquierda, sentada frente a un computador escuchando una clase, estaba tan atenta que no pudo evitar dejar su clase remota a un lado para poder sentir un poco de afecto humano por una persona distinta a su familia. En ese momento tan corto, mientras me acercaba, pude ver a esa persona que tuvo la magia de cautivarme y enamorarme con su belleza, esa persona que nunca quería dejar de ver. Luego, cuando ya estaba frente a ella, vi sus ojos y me fue imposible no darle un gran beso en sus labios, pues después de tanto tiempo separados, por fin podíamos vernos. Ese momento, el cual evidentemente fue muy efímero debido a que había personas a su alrededor, pude sentir tantas cosas con tan solo un beso. De las cosas que rescato de la pandemia, es que me ha enseñado a valorar más esos pequeños detalles, los cuales solamente tenía en cuenta cuando la relación estaba empezando. 

Me sentía venturoso, tenía a la persona que tanto amaba en frente mío y no frente a una pantalla. Estuvimos toda la tarde hablando y pasando el día juntos. Después de tanto tiempo, dejé de estar pendiente de la hora y me olvidé de otras ocupaciones para sólo estar con ella por un día. Creo que, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido la oportunidad de conocer a una persona que tiene la magia para hacer que el tiempo pase rápido. 

Al final del día, después de haber pasado por risas, besos, abrazos, cariños, pequeñas molestias, juegos, ver películas, y muchísimas más cosas, llegó el momento más difícil: la despedida. Este fue un momento devastador para mí, por el simple hecho de que cuando le dije que ya tenía que irme, observé en su cara una tristeza muy grande, vi algo en esos ojos que nunca antes había visto, fue una mirada que me transmitió tanto hasta el punto de que quería llorar. Sí, quería llorar. Ella me abrazó y lo único que me pudo salir de su boca fue “Amor…”, y yo, de forma mental, completé la frase que ella no pudo terminar: “… no quiero que te vayas”. En ese momento, yo solamente quería tener el poder de detener el tiempo y junto con eso todo mi entorno, para así poder estar más tiempo. 

Luego de estar así un rato, ella recostó su cara en mi pecho por un rato. Luego yo dije palabras que me costó mucho decirlas, “No me lo hagas más difícil”. Cuando llegó el taxi, ninguno de los dos quería decir algo, no queríamos hacerlo más difícil, pero terminó siéndolo. Solamente nos abrazamos, y así estuvimos durante un rato, nos dimos un beso, y nos despedimos. Con eso, se acabó un día que sabemos, será una anécdota para contar cómo fue para un noviazgo de jóvenes verse en medio de una pandemia. 

El COVID ha traído muchas enseñanzas al mundo, gracias a esta situación adversa, hemos podido darnos cuenta que tenemos que valorar los detalles, porque, aunque pueden ser pequeños si son vistos de forma superficial, cuando profundizamos en ellos podemos entender que en realidad no es así, y tienen la capacidad de mostrarnos grandes cosas, y que la magia de todo, está en los detalles. 

Cuando tengamos la oportunidad de salir, seremos personas especiales en el sentido de que vamos a saber valorar cada momento que vivimos con las personas. Tendremos la oportunidad de saber alejarnos del afán que el sistema nos trae para concentrarnos en lo realmente importante en nuestra vida efímera. 

Sin dudarlo, estoy seguro que cuando acabe la pandemia, seremos personas diferentes.

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

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