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Por: María José de la Rosa

Las mujeres representan poco más de la mitad de la población mundial, pero su contribución a la actividad económica, al crecimiento y al bienestar, está muy por debajo de su potencial, lo que tiene no solo serias consecuencias a nivel económico, como asegura el Fondo Monetario Internacional en un informe, sino en la condición social de las mujeres. Esta situación no es diferente en otros países latinoamericanos, donde la tasa de desempleo es más de un punto porcentual mayor en la situación femenina (9.8% para hombres y 12.8% para mujeres).

Así, a pesar de los significativos progresos logrados en las últimas décadas, en todo el mundo los mercados de trabajo siguen estando divididos por géneros y parece haberse estancado el camino hacia la igualdad de género.

No hay que olvidar, además, que la participación femenina en el mercado laboral se ha mantenido históricamente por debajo de la masculina: las mujeres realizan la mayor parte de los trabajos no remunerados, y en cuanto a aquellas con salario, deben en muchas ocasiones recurrir a actividades informales para obtener ingresos adicionales. A lo anterior se suma el hecho de que las mujeres del mundo y por supuesto las colombianas, también han tenido que luchar a lo largo del tiempo (sin mucho éxito), contra las significativas diferencias económicas frente a la población masculina. En muchos países, la discriminación en el mercado laboral restringe las opciones de las mujeres para conseguir un empleo bien remunerado y la representación femenina en altos cargos continúa siendo muy discreta.

Los desafíos del crecimiento, la creación y la inclusión están estrechamente relacionadas. Si bien el crecimiento y la estabilidad son necesarias para ofrecer a las mujeres las oportunidades que necesitan, la participación de la mujer en el mundo del trabajo, también es parte de este crecimiento y estabilidad. Específicamente en las economías más dinámicas y que cambian constantemente, una mayor participación femenina en la fuerza laboral puede estimular el crecimiento económico al disminuir por consecuencia directa la ausencia de personal colaborativo. Mejores oportunidades para las mujeres también pueden significar un mayor desarrollo social con eventos como el aumento de la matrícula escolar en niñas y la participación de las jóvenes en la vida universitaria.

La aplicación de políticas que corrijan las inequidades de la competencia laboral y creen igualdad de condiciones, ofrecerán a las mujeres la oportunidad de desarrollar su potencial y participar en la dinámica económica de manera más visible. No es injusto entonces pensar que las mujeres merecen un reconocimiento y una reivindicación de sus derechos fundamentales en todos los niveles de la sociedad, pero sí es pertinente afirmar que el ordenamiento político y en consecuencia, el jurídico, debería plantear prácticas que se orienten a la normalización y reglamentación de un mayor espectro de oportunidades para las mujeres.

Colombia se encuentra a nivel latinoamericano en el grupo de países donde se ha ido avanzando en cerrar la brecha educacional en cuanto a género, pero aun teniendo en cuenta este contexto, sigue existiendo una baja participación de las mujeres económica y laboralmente. Es decir, en el país no se terminan de remover las barreras que le impiden al talento mejor preparado, ofrecer todo su potencial en beneficio del país.

Es por ello que, analizando la problemática, una posible solución para reducir la brecha de género que mantiene un bajo índice de las mujeres y su participación como importante fuerza laboral estaría en armonizar la relación trabajo-familia, generar equidad entre salarios y crear condiciones igualitarias de competitividad para cargos importantes tanto en hombres como mujeres, sin discriminar las razones físicas que diferencien a ambos sexos. Los datos son evidentes y nos ofrecen un panorama que llama a modificar las estructuras laborales para así mejorar la productividad y competitividad que tanto buscamos.

 

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