Por Sharon Nugent
Autoridad nacional en el béisbol, continúa narrando los partidos de las Grandes Ligas y tiene su programa de entrevistas en Telecaribe, “De frente con Mike”. Ahora, con 86, dice no sorprenderse por nada. Él por su parte, no sorprende pero sí asombra con su honestidad, simpatía y experiencia que lo hacen un elixir de conocimiento para la humanidad.
A pesar de tener que entrevistar a cinco personas ese mismo día, me recibe en su oficina, que comparte con Elena, su nuera. Justo en frente de la puerta de vidrio ubicada en la mitad del ventanal que da al resto de empleados de la empresa, está el gran Mike vestido con una guayabera blanca, hablando enérgicamente por celular, separado de mí por un gran escritorio ocupado por papeles, un computador y un portarretratos que tiene un mosaico de fotos de sus 16 nietos. Otra gruesa capa de vidrio transparente aisla sus ojos color azul turquesa, enmarcados por líneas de años de innumerables sonrisas genuinas, que eliminan cualquier sensación de impenetrabilidad.
Ni sus arrugas ni su pelo blanco ocultan la vitalidad que emana de él. Su voz es fuerte y clara cuando habla por su Nokia “flecha” que tiene porque -me dice luego- “¿Para qué necesito más, si o no? Acá todos saben que si me necesitan, me llaman”. Y es cierto, en el tiempo que permanezco ahí, recibe varias llamadas que contesta siempre con un apodo jocoso en inglés, como “Jimmy Boy”.
Cuando cuelga para saludarme, no tarda en agradecerme por la “oportunidad de la entrevista” aunque expresa que le resulta incomprensible el por qué de haberlo elegido a él dado que no cree ser un personaje importante. Pero lo es, sin duda; el Senado de la República lo ha condecorado con un reconocimiento a su vida y obra.
No es para menos, este lituano, barranquillero por adopción se inició en el periodismo “a los 16 años largos”, con absoluta claridad de fechas y datos, recuerda cuando Carlos Fernandez Garay de la Emisora Atlántico le propuso que reemplazara a los periodistas que no se presentaron, y recordando, pronuncia un “¡claro que sí!, rodando la “a” como si estuviese en ese preciso momento. Entonces, le pregunto por qué cree que él fue elegido, “supongo que fue porque yo conocía del béisbol de Cuba, de Colombia y de los Estados Unidos y creyeron que yo podía aplicar esos conocimientos”.
Fue poco después, en octubre del 47, cuando hizo su primera transmisión de la Serie Mundial en la que “ganaron los Yankees, desafortunadamente”, en su enfrentamiento con los Dodgers, de los que es aficionado. Salta al 71, y modesto, recuerda que El Tiempo lo escogió como reportero para los VI Juegos Panamericanos del Caribe, aunque “no se que vieron en mí (los señores de El Tiempo)… Me escogieron, me honraron y les agradezco”. Así ha transcurrido su oficio como periodista. Hace 31 años empezó en Telecaribe a transmitir Béisbol de Grandes Ligas. En 1986 comenzó su programa de entrevistas “De frente con Mike”.
Sin embargo, Don Mike asegura no ser periodista, “no tengo la facultad del periodismo en mi mente, eso lo hice por accidente ”. Es de nuevo su modestia hablando, independientemente de que sea cierto que los acontecimientos en su vida hubieran coincidido en darle ese título. Queda con la idea en la cabeza “qué estudian los periodistas?” La respuesta podría ser la realidad misma, y qué bien la conoce él. Inclusive, dice que no lee libros porque son mucha habladuría, pero si revistas. “Toda mi educación viene de las revistas. Si no se actualizan con las vainas modernas, se jodieron”.
Su formación como ingeniero químico y economista podría parecer desligada de su afición por el béisbol que llama “el ajedrez de los estadios”. Y él mismo hace la conexión, “claro, con mis dos carreras se tiene la mente abierta lista para lo que sea que pueda pasar en un juego de millonarias proyecciones. Uno tiene que pensar para jugar béisbol, si tú no te anticipas a lo que puede pasar en una jugada, tienes perdido el año”.
Y para las proyecciones es un as. Lo hace al narrar y parte de su formación viene de jugar ajedrez a las ciegas. “Es muy interesante porque tienes que tener el tablero en la mente, pero fracasé, llegaba a cierto número de jugadas y después ¡plop!, me ganaban y dije ¡bah, qué carajo!” Me explica, usando sus dedos para trazar sobre la mesa los movimientos de las fichas. Alza la mano cuando llega a la reina… “como todas las mujeres, claro, se mueve para donde se le da la gana”.
Fuera de la oficina suenan los taladros sobre el pavimento de esta ciudad con la que Mike ha crecido a la par. Para él la Barranquilla de antes “era tan buena que todos nos conocíamos. Conocía a todos los carros que se parqueaban frente al Hotel El Prado”, del que ha sido vecino hace 58 años, calculados a partir de los 61 que lleva casado con Doña Susie Steckerl, “para matrimonios, comidas, Club Rotario, pa’ todo”. “Hoy no conozco a nadie, la ciudad se ha vuelto muy heterogénea, ha desaparecido la fraternidad. No hay tiempo para la familia”. No se refiere a él, su familia es bien unida. Su nuera le pregunta si ya ha felicitado a Joyce, su nieta. Acto seguido, toma su celular y le marca.
Está nostálgico. “A los que me gustaría entrevistar están muertos. Son todos los hombres que contribuyeron con el curso del avance de la humanidad”. Menciona a Marx, a Madame Curie, a Barnard, a Fleming, a Doubleday y a Einstein. A este último “lo considero el más grande cerebro universal. Tanto tiempo después de muerto siguen hablando de su teoría: hace unos meses comprobaron lo de las ondas gravitacionales que van por el espacio. Tener a Einstein frente a frente así como estamos tú y yo lo consideraría algo imperecedero en la vida”.
A diferencia de la mayoría, no se arrepiente de haberle dado a ciertas cosas lo que algunos calificarían como excesiva importancia. “Todas las cosas en la vida son importantes, la propia humanidad les da esa importancia” .
Tiene sus pies bien plantados sobre la tierra. A los jóvenes periodistas dice que cualquier consejo suyo es inservible. Me mira perplejo y añade, “sólo diría que sigan estudiando paralelamente al periodismo las cosas que se van desenvolviendo en la vida, que es lo más importante. Si no, se quedan como el cuento de la liebre y la morrocoya, dormidos en la vera del camino”.
Con todo y su capacidad de vislumbrar las jugadas del mundo, admite que ahora salen cosas que no se imaginaba nunca, y que ya nada le extraña. “La humanidad va muy rápido. Da miedo”.
Se remonta a los gigantes. “¿Cuándo se imaginó Morse que su telegrafía se remplazaría con satélites? “Sin él no se hubiera podido llegar a la luna” o “cuándo se imaginó Mr. Ford que los carros de la Volvo se iban a manejar solos? En 10 años todos los carros se van a manejar solos”.
Su repaso por el curso de la humanidad lo detiene cuando piensa en los niños creados en probeta. “Ahora vamos a tener un ejército de niños creados en probeta. Lo único que no se debe reemplazar es la progenitura, es decir, el hombre y la mujer, para parir” golpeando su escritorio con el puño para hacer énfasis en su aseveración. “Ahora se ha perdido la mistificación. Desde los cuatro meses se puede saber el sexo del bebé. Antes se prendía el foquito rojo o azul, rojo o azul”, me dice, cerrando y abriendo su mano para imitar el destello.
Suspira y entrelaza sus dedos, luego me apunta con el índice, anticipando que me dará un consejo. Resulta ser una observación para los apresurados pasos de la humanidad, que a todo le da importancia: “chi va piano, va sano e va lontano”, expresión italiana que significa “el que va despacio, va sano y llega lejos”.