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Por: Ivy Bonilla*

Basta con decir la palabra feminismo para notar caras de incomodidad y extrañeza.

Recuerdo que la primera vez que la mencioné, todos dieron opiniones sobre lo nefastas que eran ese montón de viejas feas y llenas de pelo con ganas de acabar a todos los hombres del mundo. Pues según ellos, el feminismo es un machismo al revés que está de moda.

El feminismo es todo menos eso. El feminismo no quiere acabar con los hombres; el objetivo es crear conciencia en mujeres y hombres de la opresión y explotación en la que se encuentran las mujeres dentro de nuestra sociedad.

Recién llegué a Barranquilla viví al frente de un edificio en construcción, y sin importar lo que llevase puesto,  todos los días al salir y al entrar a mi casa fui acosada por los trabajadores de la obra. ¿Que me griten obscenidades en la vía pública? es incómodo, pero no es lo peor que te puede pasar como mujer en esta ciudad.

Cuando contemplo mi graduación de la universidad e inclusión en el mercado laboral, me encuentro con que no tendré las mismas oportunidades que mis compañeros hombres. Según el DNP en Barranquilla la tasa masculina de desempleo es de un 5,6%, mientras la tasa femenina es de un 11,4%.

Como si fuera poco, mi salario puede ser considerablemente menor al de mis compañeros porque en Barranquilla las mujeres ganan un 80.9% de los ingresos nominales recibidos por un hombre.

A manera de ejemplo, es común que en el mercado laboral a un abogado hombre recién graduado le paguen  $1.200.000 pesos y a una abogada recién graduada en Barranquilla le pueden pagar $$970.000 pesos, no necesariamente por desempeñar el mismo trabajo. Las posibilidades de que por ser mujer termine en un trabajo menos remunerado es inminente en un mercado laboral con una brecha laboral y salarial tan grande.

Todo esto bajo el supuesto que logre graduarme. No quiero sonar fatalista, créanme, pero con todos los incidentes que han tenido conocidas en las puertas de su casa, en la calle, en el bus, en la universidad donde son llamadas para ingresar a carros que no conocen, una no sabe.

Existe un aumento de la violencia de género en Barranquilla: en el 2018  hubo más de 624 reportes de violencia de género, de los cuales el 82% de las víctimas eran mujeres y el 36% de estas fueron hospitalizadas.

No se nos puede olvidar, que las cifras hablan solo de la mujeres que reportan estos tipos de violencia, la cantidad de casos a la sombra de todos esos números es aún más estremecedora. Barranquilla es un lugar peligroso para ser mujer.

Sumado a todo lo anterior, Barranquilla es una ciudad más pequeña para las mujeres que para los hombres, en términos de acceso y seguridad. Las mujeres nos encontramos con un montón de impedimentos, las mujeres no podemos ir solas a todos lados.

El espacio público es inseguro. ¿Cómo no sentirnos inseguras? si sujetos como Tomás Maldonado Cera, alias: “El Satánico”,  responsable por la muerte de Brenda Pájaro y presunto asesino en serie de mujeres y gays, con nueve homicidios en investigación estuvo libre por aproximadamente 17 años.

Ahora, pensemos un poco más en los lugares a los que podemos acceder las mujeres sin compañía de un hombre o amigas sintiéndonos seguras. Siempre que hago esta reflexión surge la pregunta de ¿a qué lugares de ocio van solas las mujeres en Barranquilla?

Una vez me planteé la posibilidad de ir sola a la Troja, y así lo hice. Durante una corta estancia de veinte minutos se me acercaron tres hombres muy borrachos a ofrecerme su compañía, de la manera menos simpática.

Uno de ellos tuvo el descaro de sentarse en mi misma mesa y pedir una cerveza para mí, la forma en como me miraba de arriba abajo, su aliento repleto de alcohol y su actitud confiazuda. Me repugnó. Después de ese día en mi cabeza hay un recordatorio mental de no volver sola a la Troja. Junto al recordatorio está una advertencia de seguridad respecto a qué lugares me dirijo y a qué horas lo hago.

No con esto quiero decir que a Barranquilla no le interese mejorar las condiciones de vida de sus mujeres, existen una variedad interesante de programas, planes y talleres encaminados a erradicar la discriminación y desigualdad existente, pero es curioso que dentro del Concejo Municipal la mujeres carecemos de representatividad, pues hay solo una concejal mujer.

Vivir en Barranquilla siendo mujer no debería ser un reto para la mitad la población de la ciudad. Al contrario, esta ciudad debería plantearse como una sociedad igualitaria e incluyente. Donde las mujeres participemos activamente en la política, no suframos de discriminación en el plano laboral  y podamos disfrutar de todos los lugares de ocio y entretenimiento que se ofrecen.

Debemos perderle el miedo a proclamarnos feministas, y emprender la tarea de familiarizarnos con el término. En últimas reconocer que las mujeres se encuentran en una situación más precaria que los hombres es también un ejercicio de empatía.

*Estudiante de Derecho de la Universidad del Norte. La información suministrada por los columnistas no representa la opinión del medio.

Foto: Diana M. Arteta

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