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Por: Camilo Vásquez e Isaac Rivera

Todos la conocen como la novia eterna de Barranquilla, pero a ella le hubiese gustado mantener en secreto ese y todos sus romances.

La mujer de los faroles y del palito de matarratón, era una lluvia de matices sentimentales. Por lo menos así la recuerda con orgullo el profesor Julio Adán Hernández, aquella voz con vibratos que se hicieron conocidos en las emisoras de la ciudad gracias al espíritu motivador que caracterizaba a Esthercita. Hablar de ella le quiebra la voz. En el brillo de sus ojos se refleja agradecimiento, admiración y respeto hacia la mujer que lo convirtió en un prodigioso locutor.

En sus inicios, Julio era visto como un  simple mensajero dentro de las emisoras. Algunas veces se colaba entre las cabinas de radio y con la ilusión de hacer escuchar su voz emitía la hora. Pero, entre aquellas imprudencias, Esthercita alcanzó a escucharlo y empujada por su instinto alentador exaltó la talentosa voz que albergaba en él. Y lo vio triunfar.

Julio es contratado por la emisora La Voz de la Patria para animar un evento en el Colegio Americano de Barranquilla; él animaría una velada en la que Esthercita Forero estaría ofreciendo una presentación. En aquellos tiempos, Hernández ya se consideraba un admirador de Esther, por canciones como La luna de Barranquilla.   

Y a la vez guardaba la esperanza de poder conocerla, pero sus expectativas fueron más allá de lo pensado. Cuando anuncia la entrada de Esther Forero Celis al gran escenario, la cantante y compositora aparta sutilmente el micrófono de su lado y le murmura algo al oído. Minutos después, la mujer abandona el escenario y la sigue Julio Adán.

Ambos se encontraron en los camerinos improvisados del colegio y comenzó a surgir una conversación fluida e interesante. La novia de Barranquilla, reconociendo su gusto por la voz de Julio, le propone que trabajen juntos en “El show de Esthercita”, un programa que se emitía entonces por La voz de la Patria y cuyo anfitrión tendría apellido Hernández.

En ese entonces, Julio Adán también se dedicaba a dictar clases “en el Americano”, y entre risas, que ocultaban su nerviosismo, aceptó la favorable propuesta de la artista.  A partir de ese momento, se tejió una fructífera relación de amistad entre los dos, “que ni la tumba ha podido acabar”.

Sincera y cariñosa, Esthercita impartía además una dulzura innata en cada uno de sus seguidores, colegas, amigos y allegados, lo que podía verse reflejado en la brillante sonrisa que daba más vida a su expresivo rostro. Una sonrisa que hoy solo se puede apreciar en el delicado portarretrato que aún conserva su nieta: Teresa González.

Miguel

Esthercita era muy joven, tenía 18 años cuando tuvo su primera relación, esta vez con un periodista muy renombrado en Barranquilla, Miguel González Martínez.  Fue una relación que duró poco porque había una diferencia ostensible en edades y los gustos eran diferentes. Además, dicen que el hombre era un poco celoso y Esthercita era una mujer de otro estilo.

Ella siempre supo comportarse a pesar de que estaba en un ambiente hostil para las mujeres, que eran discriminadas. Supo mantenerse con una moral intacta y una dignidad a toda prueba, relata Álvaro Suescún, amigo y biógrafo. Yo diría que Esther Forero estaba en una época inapropiada para ella, era una mujer de avanzada. 

A esto se refiere Suescún para mencionar que la novia de Barranquilla era una mujer muy liberal e independiente, en un sistema meramente patriarcal, pero que también se cuidaba de que no la fueran a tildar con criterios morales – indelicados– o de “mujer fácil”. Y es que la misma Esthercita, desde pequeña sabía lo que quería.

“Escogí una carrera de pequeña, me decían: bueno, ¿usted que va a hacer? Yo voy a ser una artista, desde chiquita, desde los 4 años decía que iba a cantar y yo fuí eso, lo que soñaba ser. Dios me permitió alcanzar esto”, le cuenta Esthercita a Ernesto McCausland durante una entrevista en su casa del barrio Silencio.

Nace Iván, su hijo mayor, un oasis que en medio de la desolación también se convierte en un motivo para seguir luchando. Luego de la separación con el periodista, a Esther Forero ni las melancolías o las tristezas la detienen. Decide viajar junto a su madre y su pequeño hijo por toda Colombia para hacer lo que más le gustaba: cantar.

Gustavo

Las cosas mejoran y Esthercita empieza a realizar sus primeras salidas internacionales. Era 1938, cuando a su paso por Venezuela conoce a Gustavo Nowel, un ingeniero de sonido que enamorado de los bambucos, los pasillos, las guabinas, los valses y los boleros que interpreta Esthercita, decide entablar una relación. En un vaivén de emociones, ambos llegan a gustarse y se mantienen juntos durante 4 años.

Ella estaba muy enamorada de él, narra Álvaro Suescún mientras ahonda en sus incontables recuerdos con su gran amiga. Pero, esta relación sentimental con el ingeniero de sonido termina cuando Esthercita se entera de que él está casado y los impedimentos civiles no le permiten consolidar un vínculo duradero. Producto de esta relación nace su segunda hija, Esthercita Nowel.

Esthercita en la ciudad de Caracas, cortesía de Álvaro Suescún.

Jorge

Era 1943, cuando Esthercita Forero llega de Panamá a Cartagena de Indias, ciudad que luego sería testigo de un encuentro providencial entre el poeta de las negritudes y la novia de Barranquilla. Forero, que lee con intensidad las obras de Jorge Artel, aquellas que hablan de la exaltación de la raza negra, la cultura popular y el sentir de los caribeños, se encuentra interesada en conocerle.

La joven de  24 años pregunta desesperadamente por Artel y venciendo múltiples ocupaciones del poeta, fijan un encuentro en el antiguo Teatro Heredia. Conversan y Artel le hace una propuesta que definirá el curso de su carrera. Así lo manifiesta Esthercita en una tertulia del año 1998, contada así por Álvaro Suescún:

“Cantaba las cosas que venía grabadas, los tangos, los boleros, la música española, de todo lo que venía, discos que me gustaban, yo cantaba pasillos, de todo, pero llegó Jorge Artel y cuando me conoció me dijo: “usted tiene un gran temperamento artístico, pero… ¿por qué canta de todo? ¿Por qué no se dedica a expresar las razones, el sentimiento de su pueblo? “Me habló del folclor y me enamoré del folclor”.

Su pasión por la música y el folclor la llevaron a ser osada. Así lo recuerda Julio Adán Hernández, amigo íntimo: Triunfar en la época de Esthercita era de mucho arresto; a ella le tocó difícil en un momento en el que la mujer no era reconocida, ni siquiera se hablaba de que la mujer pudiera elegir o ser elegida.  

Pese al rechazo social hacia las mujeres por dedicarse a cantar la música folclórica costeña y más, Esthercita Forero emprende un viaje por varios territorios del Caribe colombiano junto al autor de Sinú, riberas de asombro jubiloso.

En compañía de Artel, visita las extensas sabanas de Bolívar mientras se enamora del son de tambores, el bullerengue y la gaita de Lucho Bermúdez. Recorre el Valle del Sinú, la tierra que se encuentra rodeada por su río y en donde nacen los sonidos del porro, los instrumentos metálicos de viento y las tradiciones orales.

Finaliza su viaje en los pueblos de la rivera del Magdalena donde se enamora del río y de las grandes embarcaciones que sobre él navegan, pero también donde bailan a ritmo de millo y cumbia. Este encuentro con los ritmos, con la idiosincrasia de su gente y la magia de la región, más tarde lo inmortaliza en canciones como La Mojana, Tierra Barranquillera, El Caño de la Auyama, Palito de Matarratón, Cuando suena la Cumbia, Los Cuentos, del álbum (Erase una vez en la Arenosa), Coquito de Agua, El hombre del Palo y los Barcos del Magdalena.

“Cuando iba surcando el agua contando noches del Magdalena, al pasar por cada puerto ardían las cumbias y las goberas. Barcos que siempre salían del interior para Barranquilla. Con su carga de colores y de ilusiones hasta la orilla. ¡Ay ya no volvieron más los capitanes de la naviera, quién sabe en qué playa están, soñando lunas de la rivera. ¡Ay virgencita del Carmen tu eres patrona del navegante¡ Haz que vuelvan a viajar, pa’que sus hijos no mueran de hambre”. De Los Barcos del Magdalena, de Esther Forero.

Su viaje, que estuvo marcado por las cumbias y el sonido majestuoso de las gaitas, los paseos vallenatos y el retumbar del acordeón junto a la caja y la guacharaca, las puyas, los porros y los fandangos se convirtió en una oportunidad para fortalecer su amistad con Jorge, un vínculo que poco a poco se va consolidando y que luego de un periodo tardío de 8 años, se convierte en una relación sentimental.

En esta relación en la que prima el amor, también lo hace la literatura; las composiciones de Esthercita terminan siendo influenciadas también por las letras de Jorge Artel, a quien ama y admira por su profesionalismo.  Por eso es que ustedes ven en las canciones de Esthercita la poesía hecha canción; cualquiera no compone como compone ella. Eso de que “cuando el tiempo vagabundo de la tarde pasa murmurando y cantando en la distancia”… Óyeme, eso era un poema,  expresa con entusiasmo Julio Adán Hernández.

Crédito: Centro de Producción Audiovisual (CPA)

Era 1949, Esthercita revestida de sus raíces y de seguridad, empezará a divulgar el folclore colombiano en el exterior. Un viaje que durará 10 años y que será crucial para la carrera artística de Forero, pero que tendrá  un fin inesperado, luego de su separación definitiva de Jorge Artel en 1959. Se dice que existió una inestabilidad anímica en la pareja, producto de tanto desgaste, tiempo lejos de su familia y sus costumbres, cuenta Álvaro Suescún

Esthercita se enamoró y ese mismo amor se le presentó con nombre y apellido, envuelto en una figura masculina. En esos casos ella prefería ser discreta. Dejaba que las armoniosas notas de sus canciones se encargaran de pregonar lo que su reservada personalidad le impedía contar:

Como ya tiene casa de dos pisos, ya se acabó el amor que me tenía, como ya tiene casa de dos pisos, ya se acabó el amor que me tenía. Así es mejor, tal vez mi Dios lo quiso, para probar lo que tu me querías (…) casita nueva y casa de dos pisos, otras muchos más grandes se han caído.

Casa de dos pisos, así se llama esta canción que empieza a escribir Esther Forero mientras se encuentra en New York. Y allí, en la gran ciudad norteamericana, Jorge Artel se enamora de otra mujer. Aún más, dicen los investigadores, el poeta también empieza a tener acercamientos laborales con la revista Selecciones del Reader´s Digest y con la Organización de Naciones Unidas. A la vez, sus gastosse  incrementan y termina por olvidarse de sus obligaciones con Esthercita y su hogar.

Sé que andas diciendo que al parecer quieres volver, cartas van y vienen, carta y papelitos otra vez. Sé que andas diciendo que al parecer que quieres volver, cartas van y vienen, carta y papelitos otra vez. Tanto coraje, tanto orgullo, tanto despreciar lo que fue tuyo, y después de tanto tiempo ahora vienes tu con tus lamentos. De, Y ya pa’ que, de Esther Forero

La radio, otro amor

La mujer que le cantó a la Guacherna estaba enamorada de la radio, tanto que aun siendo publicista decidió estudiar para obtener el título de locutora. Lo que logró. Con apenas 14 años, la voz era su instrumento y la radio le permitió abrirse camino, como mujer y como artista. Ella rompió esquemas y se convirtió en la primera persona en mostrar un perfil internacional del vallenato con vocalización femenina.

Invadida de una actitud positiva, se echó al hombro sus canciones y las hizo reconocer por toda la costa. Igualmente emisoras como La voz de la Patria y La voz de Barranquilla le permitieron gozar de un éxito y tener certezas sobre cómo impulsar sus canciones más allá de la frontera.

Esthercita, 100 años: la novia y sus novios

Se cumplen 100 años del natalicio de aquella mujer que componía canciones a la par de sus sentimientos. Por eso vale la pena recordar esta anécdota.

Años 80, Emisora Atlántico, programa con Julio Adán Hernández:

– ¡Ay profe!, ¿será que podemos ir al Hotel Majestic? (de Barranquilla)

– ¿Qué le pasó?, pregunta Hernández

– Jorge (Artel) llegó de Panamá y me urge verlo. Es que a las personas uno tiene que agradecerles en la vida y yo a él le debo mucho. 

 

Foto: Esthercita Forero y Jorge Artel. Foto de Álvaro Suescún.

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