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Por: Ariana López

Moderado por Natalia Reyes, en el marco del FICCI.

El director chileno Pablo Larraín, ofreció una Masterclass en el Centro de Formación AECID durante el FICCI, en la que reflexionó sobre el cine como un acto de incomodidad, memoria y transformación.

En una de las sesiones más memorables del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI), la actriz colombiana Natalia Reyes moderó la Masterclass Tributo a Pablo Larraín, una conversación íntima y potente con el cineasta chileno que ha desafiado los límites del arte cinematográfico desde su ópera prima. Larraín, reconocido por películas que incomodan y abren heridas sociales e históricas, ha labrado una carrera marcada por la libertad creativa, la disciplina y una profunda conexión con su país.

Pablo Larraín —director chileno nacido en 1976— es considerado una de las figuras más importantes del cine latinoamericano contemporáneo. Fundador de la productora Fábula junto a su hermano Juan de Dios Larraín, ha dirigido películas como No (nominada al Oscar), El Club, Jackie y Spencer, siempre con un sello de autor que mezcla lo íntimo con lo político, y lo histórico con lo existencial.

Natalia Reyes, quien creció profesionalmente de la mano del FICCI, compartió cómo ver películas como las de Pablo, definió su vocación como actriz. Recordó además cómo Larraín, tras ser duramente juzgado por la crítica en sus inicios, encontró en este mismo Festival un espacio de validación y crecimiento. Su primer largometraje, Fuga (2006), fue premiado con la India Catalina, un reconocimiento que, en sus palabras, “le devolvió la fe”.

Pablo Larraín en su masterclass en el FICCI 5 de Agosto de 2025. El Punto/ Alicia Mendez Haydar

Durante la masterclass, el cineasta reflexionó sobre su forma de hacer cine: “Nunca vuelvo a ver mis películas. Si lo hago, siempre encuentro algo que cambiaría”, confesó. Y es que, para Larraín, el cine no es un producto terminado, sino un proceso que revela misterios del ser humano, que indaga y desordena. En obras como El Club, abordó con crudeza las perversiones ocultas dentro de la Iglesia católica que no reciben consecuencias, y en No, retrató la brillante estrategia que derrotó a Pinochet en el plebiscito de 1988.

Durante la conversación, Larraín también habló sobre su alianza creativa con su hermano Juan de Dios. Más que productores, son cómplices con funciones bien definidas: “Nos apoyamos desde el respeto por el rol del otro. Esa simbiosis nos ha permitido trabajar con directores como Samir Oliveros y acompañar sus visiones”, explicó. Para Larraín, producir una película es apoyar al director como autor, preguntarle cómo quiere hacerla y construir el entorno para que su voz prevalezca.

La voz —esa esencia única— es lo más importante en el cine, afirma. Y en esa búsqueda, los actores tienen un lugar central. “Un actor es el primero que pone en duda tu visión. Tiene que esconder sus emociones, y la cámara tiene que descubrirlas”. Ha trabajado con intérpretes tan diversos como Alfredo Castro, Antonia Zegers y Angelina Jolie, construyendo espacios de creación donde el actor es tan autor como el director.

Pablo Larraín en su masterclass en el FICCI 5 de Agosto de 2025. El Punto/ Alicia Mendez Haydar

Pese a su cercanía con Hollywood, Larraín sigue viviendo en Chile. “No nací para vivir lejos de mi tierra”, dice. Su cine, profundamente arraigado en las artes y la historia de su país, se alimenta del paisaje humano chileno, de su familia, sus amigos y sus contradicciones. Y aunque proviene de una familia de poder político, sus ideas encontraron otra dirección, marcada por el rigor, la disciplina y el cuestionamiento constante.

Natalia Reyes lo resumió con claridad: “Pablo hace cine para incomodar, pero no por provocar, sino porque se pregunta cosas que nos atraviesan a todos”. Y ese es el hilo invisible que recorre su obra: la honestidad incómoda que, desde la pantalla, nos obliga a mirar más allá de la superficie.

Más que un homenaje, la Masterclass de Pablo Larraín fue una invitación al riesgo creativo, a la honestidad y a la creación sin concesiones. Un espacio que reveló la esencia del cine como un arte que incomoda y transforma, además de demandar la autenticidad de sus directores.

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