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Un médico que juega con las ideas hermenéuticas. Le gusta hacer diabluras como a un niño, pero diabluras en las que el diablo es dinámico, creativo y juguetón. Trabaja en un nuevo proyecto que resalta su gran pasión por el mundo pagano de los griegos.

Por: Laura Vanessa López Bermejo

“Yo prefiero el camino más largo y difícil, no el camino más fácil o el que todos deciden tomar”. Una idea que define a Yidy Páez Casadiego gracias a la impronta que le dejó su padre y que ha sido la clave para los momentos en que se ha visto lanzado por la vida misma.

Siempre ha considerado que su perfil es extraño para el mundo. Resultado de sus orígenes marcados. En su infancia rodeado de los hijos del talabartero, del carpintero, del mecánico, del maestro de obra o del maestro de escuela. Un barrio de artesanos. Su imperiosa necesidad de expresar sus ideales y que, a sus 64 años, aún recuerda con claridad lo siguiente: “Desde que entré al colegio no he podido aceptar que no se me permita hacer preguntas acerca de las cosas que me proponen como buenas, y si yo no puedo hacer preguntas entonces yo no puedo aceptar nada contra mi voluntad”. Una personalidad que lo ha mantenido distante del espectro sociopolítico.

Yidy es proveniente de las montañas de Norte de Santander. Nacido en una carpintería, hijo de un carpintero y una modista, criado bajo el fragor de las máquinas de su padre y al ritmo de la máquina de coser de su madre que en sus recuerdos suena como si fuera la música de un clavecín.

Una inmersión en sus pasiones

Sus intereses por las ciencias naturales, la biología y la zoología nacen en la infancia.

– ¿Desde muy pequeño?

– Sí – ríe y agrega – yo quería estudiar medicina, claro que yo pensaba que estudiando medicina iba a aprender varias disciplinas como la filosofía, pero solo enseñaban medicina.

– Es decir que la literatura y el mundo filosófico ya era una de sus pasiones.

– Sí, algunos de mis profesores me decían que debía estudiar derecho, otros me decían que filosofía, biología y por supuesto la medicina.

Su deseo había sido estudiar medicina en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá. Además, era el sueño de todo hijo de artesano. Pero a ciencia cierta, era más fácil ganarse la lotería que conseguir acceso a esa universidad.

Su búsqueda por un lugar similar a Ocaña lo llevó a mirar de reojo a la Universidad de Caldas en Manizales, también una ciudad de montaña. Sin embargo, en la época de los 70, el movimiento estudiantil enfrentó una crisis que detuvo los sueños de estudiantes universitarios.

Un citadino de pueblo

Como muchos inmigrantes de Barranquilla que no eligieron vivir en esa ciudad, ahí en ese grupo, se encontraba Yidy. Vestido con ropa manga larga, cuello tortuga y decidido a cumplir su propósito.

Yidy decía que tenía todos los prejuicios de un montañero al no tener los conocimientos de la cultura que lo rodeaba, y esto lo llevó a darse cuenta de que los estereotipos no tienen que ver con la realidad, son solo creaciones de la propia cultura.

Sus inicios como estudiante de la Universidad Libre de Barranquilla lo impulsaron a poner en práctica sus habilidades para enseñar y así poder pagar su carrera de medicina. Comenzó a dictar clases a estudiantes de último semestre de la facultad sin tener un previo conocimiento.

“El decano Henry trillos, que fue mi profesor en cuarto semestre, se enteró de que no estaba estudiando por falta de recursos económicos y me propuso entrenar a los estudiantes para leer artículos y textos médicos en inglés. El decano me dijo: ‘Si eres capaz, hazme una propuesta’ De modo que me encerré por una semana en la biblioteca del Instituto Colombo Americano consultando las revistas y tomando nota sobre cómo organizar un curso de inglés para estudiantes de medicina”

Su propuesta para enseñar a leer textos en un idioma que desconocía fue todo un éxito. Una oportunidad que lo ruboriza en estos momentos. “Ahora sería impensable hacer algo así, pero cuando uno está necesitado la mente puede producir tantas cosas que uno no logra imaginar cómo preparar un curso de algo de lo que uno no sabe nada”. Mientras él enseñaba a leer artículos en inglés a la vez estaba aprendiendo a leer artículos en inglés. El empirismo ha sido su poder.

Yidy terminó estudiando todo lo que sus profesores consideraban, pero de manera autodidacta. Excepto medicina porque luego de 10 años logró graduarse de la Universidad Libre de Barranquilla como médico general.

Ciencia y Literatura

Este hombre de cabello cano atrapó saberes alejados de la medicina y los integró a la práctica médica. Unió la ciencia con la poesía: “Lo más prestigioso con lo más obsceno” dice. Esta y otras fusiones se ven representadas en su primer libro, Cosmo visiones de la medicina, La historia de la medicina antigua y la historia de la filosofía antigua.

Un observador refugiado en la filosofía, la historia y la poesía. Detalla el lado oculto de algo. Motivado a cambiar las reglas del juego o inventarse uno nuevo con tal de encontrar sus herramientas de interpretación.

Sus inicios como profesor de historia de la medicina en la Universidad del Norte lo encaminaron a indagar en sus pasiones, marcados por un enfoque crítico y hermenéutico. Una cátedra dictada a estudiantes de diferentes programas, no solo de medicina.

– ¿Entonces sus clases nunca han sido dedicadas únicamente a estudiantes de medicina?

– No, como diría un creyente, “Dios me libre”. me botan al mes.

– ¿Tan grave sería?

– Claro, porque les diría tamañas cosas de las que no estoy de acuerdo. La medicina es muy conservadora y convencional, eso me aburre. Yo prefiero la medicina no convencional.

Además, comenzó a dictar clases de Historia de la civilización griega, orientados a herramientas que fueron adoptadas y las considera como “trabajos artesanos”. Porque así es Yidy. Donde quiera que vaya lleva con él sus orígenes: siempre le he dicho a los estudiantes que yo soy es un artesano de las ideas y de las palabras” frases que enaltecen las enseñanzas de su padre.

– Si yo pudiera ser carpintero, pues sería carpintero, pero no.

– ¿Alguna razón para no ser carpintero?

– Simplemente es mejor que no, porque no podría ser mejor que mi papá – se ríe y agrega -: Es inalcanzable. Me quedo donde estoy, ahí me camuflo mejor.

Con orgullo afirma que la vida le ha dado el privilegio de hacer la medicina que quiere. De lunes a viernes atiende pacientes en su consultorio privado, pero de manera alternativa o como él muy bien lo define “Medicina Integrativa”.

En medio de la incertidumbre por la que ha atravesado asegura que es justamente esa incertidumbre con la que ha educado a dos hijas, la confirmación de que no está equivocado del camino contracorriente y la forma más difícil que escogió para subir la montaña.

Su participación a congresos de filosofía y ciencias sociales lo han lanzado a conocer varios países. Asegura que sin el apoyo de la Universidad Del Norte no lo habría logrado. Además, considera que para ser un hijo de un carpintero no le ha ido mal.

Apasionado y con vocación enfrentó sus pruebas más difíciles. Su personalidad creó una unión entre lo académico y lo cotidiano. Sus estudiantes afirman que es un ser sabio y sus temáticas tienen “Mucha tela por cortar”. Además, sienten fascinación al escuchar su voz pausada y poética.

Parte de su esencia se observa en sus artículos sobre historia, epistemología, psicología y ética en revistas académicas. Asimismo, en sus 6 libros publicados con la Editorial de la Universidad del Norte, entre esos, El Simposiarca, una de sus obras más recientes que representa una transición del ensayo académico a la ficción.

Su historia aún continúa con la pronta publicación de una nueva novela en la que está trabajando, basada en una Grecia de ficción y el mundo pagano de los griegos.

– ¿Cuándo cree que termina la novela?

– La verdad no sé – se ríe y agrega – yo soy lento para leer, lento para comprender, lento
para hablar y lento para escribir.

– ¿Hace cuánto inició la escritura?

– Hace tres años, pero necesitaría cómo tres semanas santas seguidas para terminar –
sonríe.

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