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Por: Andrea Prada

Como es de saber público, en la década de los 80, Colombia se enfrentó a la toma del Palacio de Justicia que se vivió en aquellos fatídicos 6 y 7 de noviembre de 1985. Hasta el día de hoy, esta tragedia aún permanece en la memoria de los miles de colombianos que presenciaron tal masacre. Muchas personas terminaron desaparecidas, otras, terminaron muertas a manos del grupo subversivo M-19. Y por qué no, también a manos del Gobierno de ese momento, y del Cartel de Medellín.

El año pasado, Jhon Jairo Velásquez alias “Popeye”, máximo jefe de los sicarios del Cartel de Medellín, dio declaraciones en donde expresaba que su jefe asesinó a Reyes Echandía (Presidente de la Corte Suprema de Justicia de esa época) y al resto de magistrados quienes estaban decidiendo sobre la ley de extradición, porque el único beneficiado en esa toma al Palacio de Justicia resultó ser quien en su momento fue el criminal más buscado y uno de los hombres más ricos del mundo.

Y es que poco a poco la verdad va saliendo a flote. Las reales intenciones que antecedieron a esta masacre se van descubriendo y van apareciendo todos aquellos autores y coautores de tal holocausto.

No hay que negar tales acusaciones que emitió “Popeye”, la mano derecha de Escobar, porque analizando a fondo la situación, al único que no le convenía que la ley de extradición se legalizara era a Pablo Escobar. A pesar de que su plan inicial era negociar la extradición de colombianos a los Estados Unidos con el presidente de ese momento, Belisario Betancur, terminó decantándose por la quema de los expedientes con el fin de retrasar las extradiciones. Y lo logró. El M-19 fue un idiota útil de Pablo escobar, lograron borrar del mapa a los magistrados y al presidente de la Corte Suprema de Justicia de ese entonces, para que se le siguiera haciendo fácil a Escobar, seguir delinquiendo y exportando droga sin ningún problema.

Hay que reconocer que Colombia es un país sin memoria, el juego de poderes al que nos enfrentamos es tan brutal, que somos manipulados en muchos casos sin darnos cuenta. Toda la masacre que se vivió ese 6 y 7 de noviembre del 85 no es más que el resultado de un terrible juego entre mafias, guerrillas y los ocupantes de altos cargos para dejar al país débil, cobrando la vida de muchos inocentes que estaban en el Palacio.

Luego de más de 30 años de haber ocurrido tales atrocidades, Belisario Betancur, ex presidente de Colombia, sale a “pedir perdón” por los hechos que sucedieron en la toma del palacio. Es ridículo que después de tanto tiempo “pida excusas” cuando en su momento tuvo en sus manos el poder para evitar tal masacre.

Un perdón condicionado, un perdón falso, sin la seria intención de arrepentimiento. “Es que si cometí algún error, pido disculpas”. Los colombianos no queremos eso, las víctimas no quieren eso. Desean tener tranquilidad y perdonar al que haya que perdonar, pero, si no saben qué sucedió realmente, ¿qué perdón puede haber?

Hemos sido sometidos todos estos años por esa guerra de poderes que se ostentan en el país, entre la mafia, la guerrilla, el paramilitarismo y los ladrones de cuello blanco que ocupan altos puestos en las grandes cortes y en el Congreso, dejando al pueblo colombiano débil, manipulado y engañado. Esta es la clase dirigente que gobierna en el país, que está dispuesta a todo para que el statu quo se mantenga y siga reinando la desigualdad y la injusticia social.

No es descabellado pensar que esa masacre fue financiada por uno de los capos de la droga más temidos de todos los tiempos, y tampoco es impensable especular que los militares de esa época tenían conocimiento de lo que sucedería en el Palacio.

A la final, todo termina saliendo a favor para unos cuantos que se benefician a costa del dolor, la muerte, la tristeza y el engaño. No podemos ser indiferentes, el dolor de patria que esto nos causó seguirá por mucho tiempo hasta que se sigan esclareciendo los hechos y sigan saliendo a la luz unas cuantas verdades más.

El perdón que todo el país anhela debe ser un perdón sincero, un perdón real, basado en la verdad, que todo lo que se tenga por decir sobre estos hechos se diga, que no se sigan ocultando las cosas, los afectados por esta masacre merecen saber lo que sucedió, merecen tener paz, para que se pueda perdonar al M-19, al gobierno colombiano, al jefe de sicarios del cartel de Medellín y al resto de autores de tal holocausto.

Esperemos que no pasen 30 años más para que los hechos se sigan aclarando y que paguen los que tengan culpabilidad en esta masacre, que a su vez, la justicia no siga cojeando y que no quede en la impunidad tantas muertes y desapariciones forzadas, para que así Colombia pueda perdonar y continuar.

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