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Por: Randy Gómez Africano / Fotos: Alisson Lee

Estamos todos los primeros seres sentados en los sillones color azabache pegados a la pared del bar. Su nombre tiene que ver con las bodegas, sus paredes son grises y en ellas hay cuadros y afiches de bandas de épocas y géneros variados-desde Def Leppard hasta Johnny Cash- gorras por alguna razón imposible de saber, réplicas de plástico de espadas asgahrdianas, viejos letreros anunciantes de motocicletas Royal Enfield y una colección de botellas de cerveza de múltiples zonas del mundo en la barra.  

El flaco y yo estamos sentados en la pared del lado derecho del salón, justo delante del ventanal y al lado de una mesa de lámina de madera rayada y doblada, con una cinta de enmascarar en un su centro. Afuera está lloviendo y los relámpagos golpean la cuadra, invaden la vista y el ventanal, y se convierten en una luz más aparte de las luces led esparcidas por el techo y las paredes. Va sonando Psycho Killer de Talking Heads mientras los ingenieros y roadies instalan y prueban los parlantes.  

En aquel momento, uno de ellos, vestido en negro, pero con jeans nos dice al flaco y a mí: 

-Amigo, estos son los sillones de los jurados, ahí van a ir ellos. Ustedes pueden estar sentados porque no han llegado, pero apenas vengan se tienen que quitar 

-Está bien-respondo con sequedad 

No es la primera condición apretada de esta noche. La lluvia ha entorpecido todo desde la salida. Programé el encaminarnos al bar a las cinco y le avisé a el flaco que saliera a esa hora, pues la idea era salir y arribar al mismo tiempo. Sin embargo, los transportes tardaron en responderme y la lluvia con su amenaza de arroyos hizo lenta la llegada y travesía, por lo que el arribo fue tardío, en medio de un temporal fuerte y atravesando la entrada convertida en una ducha espontánea a causa de su forma dándonos un baño y subiendo con las telas de las blusas mojadas por las oscuras escaleras empinadas del bar y pasar por su puerta dorada con huecos cuadrados cubiertos cada uno de vidrio. 

A eso debo sumar que una cámara casi imposible de obtener para fotografiar el evento se me quedó y solo vine a notarlo estando a dos minutos de llegar, obligándonos a fotografiar con los móviles. 

Momentos después del aviso, llegan los miembros de una de las bandas, llamada Horizonte de Sucesos, y se acomodan entre los sillones con sus oscuros estuches, juntándose al público que los colma.  Uno de ellos, un conocido del que no recuerdo su nombre, vestido en chaqueta de denim claro y de pelo castaño rizado se acerca, me saluda, le presento al flaco y hablamos por unos segundos: 

– ¿Todo bien?  

-Si compa, ¿y eso que andas por aquí? – pregunto 

-Mi banda y yo vamos a tocar-dice 

-Qué bueno. Oye, me parece raro que Dany no esté por acá, ¿no se inscribió el con Kyusis? 

-Si se inscribieron, pero no sé, parece que no pasaron 

Un amigo en común nuestro es miembro fundador, líder y guitarrista de una banda que últimamente estaba ganando reconocimiento en la cada vez más fuerte escena local, siendo habitante frecuente de los flyers del Templo del Rock, ubicado frente a La Troja, y habiendo lanzado sencillos. Pero a pesar de esto, no se encontraban en el line up de 10 bandas de la noche, algo que el conocido confirma con esta explicación: 

-Es que fueron cuarenta las bandas que se inscribieron. Entonces eso era todo un proceso, había que mandar videos y música original, y bueno, de cuarenta inscritas solo seleccionaron veinte. 

– ¿De verdad tantas bandas hay en la ciudad?  

-Si, así es-responde con cara de extraña resignación 

El conocido después del saludo se va y se acomoda en los sillones donde está el público que se ya se encontraba aquí antes del arribo mío y el del flaco. Aquel está compuesto de una mayoría de muchachos vestidos enteramente de camisetas con portadas de álbumes y afiches de tours de bandas legendarias, no falta en algunos individuos la cuota de gustosos por lo geek con camisetas de anime, mitologías y operas espaciales.  

Las muchachas varían entre aquella vestimenta o la pinta que se conforma con esa unión de las botas azabache, faldas, medias de red y variadas prendas de torso, como tops o camisas de tirantes, todos de colores oscuros, con el más alegre y cálido siendo el rojo. Esa que los argots del internet han denominado, a veces despectivamente, como la cultura de las e-girl. Mientras las voy captando con mi vista el flaco se levanta para ir a los sanitarios, suena Ritual de Ghost tres veces a causa del intento de arreglo del sonido extraño de un parlante cercano a nuestro puesto y yo estoy necesitando alguna bebida, no puedo participar o actuar en uno de estos eventos sin tener algún fermento impulsando mis brincos.  

Al regresar el, mientras comenta lo extraño que huelen las paredes de los sanitarios que acaba de visitar, le propongo tomar unos tragos y salimos de los sillones azabache hacia la barra. Las cervezas son la opción solitaria, y una mujer de cabello corto, algo parecida a Sasha Calle, pero con ojos claros, nos atiende. 

-Tenemos Águila, Póker, Budweiser, Heine….. 

-¿A como la Águila? 

-A cinco mil esa y las nacionales en general-responde 

Nos da las cervezas e intentamos llevárnoslas, creyendo que la lógica de bar común de pagar después también se daba aquí, pero somos aguardados y nos piden pagar los diez mil de inmediato. Saco un billete de diez liso pero desgastado, lo entrego con algo de escrúpulo por la confusión, y nos devolvemos al sillón azabache. Ya son pocos los minutos que faltan para el arranque que fue programado para las seis y media de la tarde. 

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Van entrando más personas y se van sentando como cuando se iba a un acto escolar en primaria, en el piso. El flaco y yo seguimos sentados, notando como el evento se ha retrasado por la lluvia. Son las seis y media y no se han ensombrecido el techo y las paredes. La mitad del piso ya está ocupado y hay gente amontonada al lado de la barra, de donde van pasando apretadas las personas para llegar a él.  

Aquella se emplaza justo al lado de la entrada, donde a diferencia de cuando hicimos nuestro arribo al lugar ya hay un par de mujeres delgadas y bajitas, vestidas como la cantante de Hole o como la tatuadora famosa de un reality norteamericano, empezaban a poner las manillas azules para todo el que asiste al evento. El flaco y yo empezamos a comentar entre nosotros: 

-No va a haber espacio, esto se está llenando mucho ya 

-Si, no sé cómo los demás van a entrar aquí, ya no le va a caber un alma a este sitio-responde 

– ¿Sera que habrá posibilidad de un pogo? 

– ¿Cómo? Si no va a haber espacio ni cabra nadie 

En ese momento el piso de baldosas rígidas y blanco termina llegando al límite en la zona de la barra, y se vuelve una forma de medio cuadrado que se va llenando a nivel diagonal. Varias de las personas de la barra pasan a sentarse enfrente de los bafles monitores, mientras que al sonar Living After Midnight de Judas Priest, el flaco y yo empezamos a buscar algún puesto mientras la gente cada vez más va consumiendo el espacio del piso.  

Casi siendo un tipo de  milagro o manifestación de la suerte, vemos un espacio blanco pegado a los monitores y la mesa de lámina de madera de los jurados y nos lanzamos casi de clavado a este, convirtiéndonos en parte de esa fila que esta adherida a los parlantes monitores de sonido.  

En aquel momento los roadies emplazan los equipos y uno sostiene un bajo blanco de franja negra en la mitad, todos son pertenecientes a la primera banda que se va a presentar. La sala se ha colmado, la gente de la barra todavía sigue creciendo en número con la gente que aún está accediendo por la puerta de color dorado, y ha formado una pared de cuerpos en el único paso que hay de la sala a la entrada y los baños. El aire acondicionado empieza a escasear en las sensaciones de nuestras pieles. El flaco, vestido en una holgada y larga camiseta blanca con diseños relacionados con una serie anime, me dice: 

-Ya está empezando a hacer calor men 

-Si-respondo 

En un segundo se oscurece suavemente el salón, como en un lento desvanecer o fundido a negro de televisión. Solo resta el alumbrado de las luces led regadas en algunas partes del techo. Un hombre vestido en buzo azabache de gamuza se abre paso entre nuestros cuerpos y los parlantes, toma el micrófono de enfrente y anuncia a la primera banda, que va subiendo al pequeño escenario de apenas unos diez centímetros de estatura.  

Son tres jóvenes, dos de ellos vestidos y peinados como Kurt Cobain y Chris Cornell; uno carga el bajo blanco con franja negra en su mitad y el otro una Strato del mismo color sin algún otro detalle. Se llaman Mal de Ojo, y entregándo una explosión de fuzz y sonidos grunge ya reconocidos dentro de la escena local a este publico sentado como niños de primaria, comienza el espectáculo. 

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Festival Urbana Rock 2023

Ha transcurrido la mitad de la segunda canción de 1984 Project, un proyecto progresivo de fuerte sentido social y literato en los versos. Estamos ya todos levantados y hechos una muralla de cuerpos vestidos de negro, con pelos pintados o de todo tipo de corte y maquillajes glamorosos o góticos. El levantamiento se dio justo después de que Mal de Ojo terminara sus quince minutos de presentación permitidos, cuando el presentador uniformado en gamuza nos indicó a todos que había que levantarnos para darle espacio a la mesa del jurado y liberar el de la sala para disolver el muro de cuerpos que había en la entrada y dejar pasar a quienes no podían entrar.  

Aquello lo dijo con unas palabras casi dichas como un regaño, como si fuera un amargado profesor castigando a un curso de niños: 

-Esto es un concierto de rock, y en un concierto de rock siempre se sale de aquí con los fluidos y el olorcito del otro. Así que a pararse 

La banda cuyo nombre referencia a la obra e ideal de Orwell empieza un momento de calma ejecutando una larga sección a lo Yes o Rush, pero con el downtempo siendo el ritmo que llevan. Se relaja el ambiente y todos nos dedicamos a contemplar lo que pasa en el escenario. En la pantalla van cambiando cada medio minuto las visuales, desde la cara de cierto expresidente de lentes, gustoso de golpear en la cara a sus trabajadores y poseedor de tierras en el Córdoba; hasta el logo de la banda hecho con una casa caricaturizada. Al mismo tiempo el guitarrista vocifera reflexiones o gritos de guerra como: 

– ¡Bellas Artes resiste! 

En ese mismo momento emerge con unos pasos hechos de lado entre el muro de humanos parados y pintas azabache una muchacha delgada, trigueña, vestida con jeans azules pero que parecen negros, maquillaje de delineados de espirales oscuros brillante, con su cabello amarrado y un top manga larga negro algo translucido. Se emplaza delante del escenario de unos centímetros de alto, justo al lado de la cantante y empieza a moverse con la sensualidad y los estiramientos del pole dance.  

La gente empieza a quedarse muda y extasiada, concentrándose en el movimiento de la muchacha y su performance. El flaco, una compañera nuestra que había llegado como en un foto finish al comienzo de la presentación de Mal de Ojo que por razones de seguridad le llamare “la rizada”; y yo, nos pusimos a conversar sobre eso de la forma más cercana y a bajo volumen que pudimos encontrar. 

La rizada, teniendo el impacto en sus gestos, empieza a decir: 

-Que acto hermoso, y ella es como una doble mía. Somos idénticas  

Al mismo tiempo, la muchacha agarra una vara envuelta por una cinta azul oscuro que parce un tubo de PVC o un palo de escoba, y avanza. Se encamina al costado en un comienzo como si tuviera de destino la barra, pero después se va al centro de la sala con un caminar lento, y siguiendo los pasos y movimientos sensuales mientras la marea de gente abre un espacio al estilo de las ruedas en medio de una rumba, para que ejecute su recorrido.  

En aquel momento, con el espacio con forma de circulo hecho por todos, revelando por primera vez en el transcurso del evento el piso blanco de la sala, la cantante empieza a recitar una especie de poema, como si fuera lo que en términos melómanos se suele llamar como spoken word. La muchacha al momento, durante la conclusión de la estrofa, hace volar confeti y responde una frase inentendible. 

Mientras continua la música saca varios pequeños globos negros que hace volar con ínfimos golpes de sus palmas como si fuera una pelota de voleibol. Después lo hace explotar con sus uñas largas también de color negro y de él salen plumas volando unos cuantos metros al cielo raso. La canción de la que hace el acto fue nombrada por sus compañeros, homenajeando a las obras liricas del señor Allan Poe, como El Último Vuelo del Cuervo. Por lo que tanto el flaco como yo llegamos a la conclusión de que el performance, de forma obvia, se relaciona con el tema y aquel lúgubre poema del hombre que alguna vez redacto proezas como El Pozo y el Péndulo, La Ruina de la Casa Usher o El Corazón Delator

Minutos después acaba la canción, y con ella la muchacha se desvanece con el fin de su acto, metiéndose de lado para perderse entre la muchedumbre de cuerpos envueltos en ropa negra, y nunca más hacer algún retorno. El presentador vuelve y pide los aplausos para finalmente dar paso a la banda que se aproxima con sus instrumentos. Lo que vendrá es un acto suave y psicodélico de nombre Biosatelite. 

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La rizada y yo nos retiramos de la sala por la puerta dorada, y nos dirigimos a unas empinadas escaleras alumbradas por luces azules cegadoras para subir a la azotea. Abajo en la sala está tocando una banda de math rock de sonidos espaciales y cambios de ritmo llamada NaT, que dejamos al flaco cubriendo y presenciando mientras nos aventuramos dentro del tercer nivel para entrevistar alguna banda. A La rizada le habían informado que aquel era el camerino donde iban a parar las bandas al concluir sus quince minutos de participación, por lo que me llamo con el celular y unos cables en la mano para ir de inmediato allá. 

Subimos los escalones de ladrillo pintado por la luz, pasamos a dos parejas que bajan como si fueran ancianos necesitados de agarre para no caer por lo empinada de la construcción, y damos con la terraza. Es una azotea que imita los bares rooftop pero que cambia la electrónica y reggaetón por el rock, poseyendo mesas dispersas donde personas se sientan y toman tragos al son de Run To The Hills, algunos hablan de sus vidas y temas del momento con la actitud de chisme y coqueteo, otros solo se van al balcón a conversar o a emplazarse en su parte sin iluminación con una fría en la mano para mantenerse ejecutando una imagen solitaria casi doomer.   

Hoy a ese público se le suman los músicos de las 10 bandas que se han presentado o presentaran. Unos cargan las pedaleras en las mesas y tienen como compañeras, aparte de sus parejas, las guitarras resguardadas en sus estuches ocupando los espacios que equivalen al tamaño de las sillas. Otros tienen convertidas sus manos en chimeneas sosteniendo por minutos eternos sus cigarrillos mientras esperan su turno. Algunos siendo los contrarios a estos solo van a prepararse o acicalarse; y todos en general siempre van tropezándose por el pasillo principal volviéndose una apretada marea de cuerpos con cabellos arreglados y en algunos casos bastante largos, e instrumentos musicales y estuches chocando entre sí. 

En aquel mismo pasillo principal buscamos a la primera banda que se nos cruzara para poder ponerlos delante de la cámara de nuestros celulares. A pesar de la ausencia del equipo prestado más profesional, la rizada se trajo un micrófono barato pero contundente y con sonido bueno que nos pudiera salvar la entrevista. Con esto rebuscamos entre las mesas, los estuches, los letreros de Feliz Cumpleaños y las personas conversando o empinando vasos de cerveza a través de sus labios, y finalmente encontramos al guitarrista y el batero de Biosatélite

La entrevista es una típica de preguntas sobre la música y los orígenes del grupo. Intento empezar esta como si fuera una especie de transmisión en vivo en la que hago un cubrimiento como reportero respondiendo al presentador, y mis preguntas se pierden en las típicas ¿Cómo comenzó la banda?, ¿De dónde sale el nombre?, ¿Cuál genero tocan?, e intento moverme dentro de la diversidad y les pregunto un tema más melómano y técnico, como ¿Cómo es el formato y sonido de la banda?, ¿Cómo se genera el sonido psicodélico que tienen?, entre otras.  

Pero más allá de eso, lo más profundo que me pudieron proveer relacionado a la escena local y el evento, fue cuando les pregunte: 

– ¿Qué consejo le pueden dar a los que empiezan una banda en una escena casi tan ignorada como la de Barranquilla? 

-Lo primero es que nada en esta vida es fácil, asi que toca simplemente camellarla. Aquí el publico es difícil obviamente, ya que es tropical en su mayoría, pero lo hay. En estos últimos años ha vendio creciendo mucho el publico, se han visto proyectos muy buenos en la parte del rock. Así que simplemente hay que darle y hacerlo lo mas profesional. Grabar en estudio lo mas posible, componer lo mas posible, ensayar muy seguido; esto es un trabajo mas, hay que meterle toda la plata posible y el tiempo posible. 

Agradeciéndoles culminamos la entrevista, y considerando que ya con ella estaba  

perfecto nuestro laburo  dentro de esta terraza abarrotada y trajinada, volvemos a pasar por los escalones, esta vez viendo a una pareja constituida por una  muchacha de pelo pintado y un joven enchaquetado de pelo calcado al bajista de Arctic Monkeys coqueteando más en una actitud de recién conocidos lanzándose verbal o gestualmente sus primeros atisbos de gusto entre ambos, y volvemos a la sala. NaT acaba de terminar sus quince minutos de virtuosa expresión y presentación, y sus roadies avanzan a la remoción y guardado de sus bajos P Bass y Telecasters relucientes. 

El presentador regresa y anuncia la llegada del momento que genera entre toda la muchedumbre un vitoreo que provoca cualquier sordera, el momento de la llegada del heavy con vestimenta glam de Antropofagos, y con él, el arribo de la distorsión y el nacimiento de un pogo antes imposible al que me nos vamos todos en esta multitud, incluyéndome sin reparo, a meter. 

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Festival Urbana Rock

Han pasado ya doce de los quince minutos que le quedan a la presentación de Antropofagos, una banda que toca un sonido pesado de estilo Black Sabbath y maquillajes a lo New York Dolls o Bowie. No puedo lograr recordar nada de lo que he vivido en esa presentación y cualquier cosa que estos muchachos hicieron en el escenario. A mi memoria solo le llegan imágenes de una rueda gigante abierta otra vez, como la de la mujer que bailaba en la última canción de 1984 Project, y de mi cuerpo lanzándose a una primera ola de empujones, saltos, golpes y patadas dadas desde brazos y piernas cubiertos por ropajes negros, entre ellos los míos. Aquel que parecía haber sido el primer pogo de la noche.  

Estoy agitado y con algunos pequeños espasmos ardiéndome en la espalda. El flaco me ha dado mi pequeña mochila de cuero rayada y descolorada, aparentemente se la encargue en caso de la ejecución de un pogo. La gente salta hasta que concluye la última canción, yo también por masoquismo y disfrute.  

El presentador vestido en gamuza vuelve, y pide aplausos y que la multitud vuelva a correrse para no tropezar la esa del jurado otra vez. Hace un calor como los del mediodía en una zona playera, aunque los aires acondicionados marcan 16 grados en sus pantallas. Ya la mayoría de la gente está hecha cuerpos tan goteantes como botellas de soda al aire y ese mismo gran nivel de sudor es directa mente proporcional al éxtasis qu están teniendo en sus caras, uno que también estoy poseyendo. Todo aquello explota cuando el presentador firmemente reza: 

-Con ustedes ¡The Satanic Majestic Request! 

La banda más aclamada unanimente de la escena local llega al escenario de diez centímetros de alto y empieza su faena de blues y rock n’ roll puro al estilo de Steve Ray Vaughan and Double Trouble o ZZ Top. La marea de gente presente ya sudada y con las telas de su ropa o sus brasos o piernas descubiertos pegados o adheridos a causa de los litros brotados de líquido residual de la piel vuelve a abrir el espacio y regresa a los brincos y el baile hecho con los empujones y golpes.  

Me vuelvo a inducir en ella sin mayor alternativa que el sumergirse, esta vez imposibilitado de entregarle las cosas al flaco quien vuelve a resguardarse y ocultarse entre la gente que rodea el espacio donde se da el baile. Empiezan a intercalarse entre saltos, headbangs y golpes al son de cada uno de los cambios de ritmo que hace el baterista. Me saco progresivamente la chaqueta azabache de tela que tengo, trato de mantener metido en el bolsillo el celular y la mochila sin salir volando. Todo esto con algo de miedo y a la vez, con este mismo mezclado con euforia, justo en el momento en que empieza el clímax del pogo más fuerte.  

Empieza una ola de lanzamientos de empujones y golpes a la par de los brincos, y yo me hago un perpetrador de estos. Paso de un extremo de la sala a otro y regreso al segundo a donde estaba; un temblor como de sismo que se avecina se ejecuta en el piso y se siente como La Bombonera con nosotros todos saltando; mi mochila brinca pero aferra su superficie a mi gran abdomen; golpeo por accidente, y uno tras otro, los pechos de dos mujeres metidas en el pogo y grito un “perdón” desgarrador; agarro la chaqueta con las manos pues no puedo ponerla más en mis hombros; mis brazos son jalados y siento que tengo la chaqueta de un lado y la mano izquierda del otro sin poder moverme; cada vez más estoy agitado y paro intercaladamente, no estoy en la mejor forma física para andar de seguido en esta faena; y finalmente brinco a cada rato mientras miro a donde están mis compañeros y a la vez el escenario. Todo sigue así, hasta que unos minutos después The Satanic Majestic Request acaba sus quince minutos con cierre épico. 

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Bajo las empinadas escaleras y su oscuro pasillo para dar con la calle junto a un numeroso grupo del publico ya cansado, y parejas que se mantienen juntas y despeinadas. Hace unos minutos me despedí del flaco y la rizada, y de unos cuantos compañeros más del periódico que se quedaran un tiempo más, observando la presentación que se aproxima. 

Buscando a donde tomar el taxi me encuentro con un par de miembros de una antigua y reconocida banda de la escena local llamada Nootropico, los saludo y comentamos un rato la épica presentación de The Satanic Majestic Request. Al mismo tiempo notan mi cansancio y uno de ellos me dice: 

-Hidrátate men, tú ya estas noqueado desde hace rato 

-Si, lo sé, menos mal y ya me voy. Igual iba a ver a The Satanic Majestic Request principalmente y ya después de eso irme-respondo 

-Bueno viejo, que te vaya bien. Siempre es un placer verte 

-Igualmente men, que les vaya bien. Nos vemos 

En ese momento me dirijo a una tienda ubicada en una esquina diagonal al bar. Camino haciendo una mano cornuda a lo Dio y se refleja con mi sombra alumbrada en el pavimento. En ese momento piso la tienda y por mi recelo con la seguridad en esta ciudad llamo a un pariente para que se sacrifique y venga por mí. 

Mientras estoy esperándolo y bebo una fría sigue la faena de distorsión sonando desde las paredes del bar. Esta noche de calurosa expresión rockera, aunque este yo ausente, no tendrá fin sino hasta la madrugada o hasta que se caiga con el poder del pogo. Mañana revisare en los diarios locales que tal terminó todo.