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Por: Natalia Ceballos Sánchez

Tubará, Atlántico, celebró a su manera el Carnaval, preservando elementos esenciales de su historia y raíz indígena.  

A la plaza de Tubará, el domingo 2 de marzo no le cupo ni una yuca ni un totumo… es que la plaza está en obra. A sus costados, apenas se distinguían las calles estrechas y las lomas empinadas, los ladrillos, la arena y los escombros. Y las más afectadas con el insuceso fueron las 12 candidatas intermunicipales que habían anunciado su presencia en un evento que las ensalza a ellas –generalmente en esta Plaza- y que, sobre todo, destaca su saber sobre la yuca y el totumo. En Tubará no hubo reinado, pero sí una fiesta alrededor de la yuca y el totumo.

En cada esquina, un picó con música y a 275 metros sobre el nivel del mar, múltiples casas decoradas de carnaval, adornando ambos costados de las aceras. Y en la otra plaza, cercada por barrotes, muy cerca a la alcaldía todo un festival de productos artesanales y mesas con manteles blancos en las que sobresalen las manualidades hechas a base de totuma, destacando las raíces de yuca, los aretes, tejidos y carteles coloridos que anuncian la yucapizza, el enyucado, el dulce “como receta de las abuelas” y hasta la chicha de yuca. Tubará es hoy una fiesta.

En la población, tradición e historia son sinónimo de indígenas. Dicen que los Mokaná descendieron por el Amazonas y llegaron hasta el Océano Atlántico y se repartieron por distintas regiones. Allí, en Tubará, encontraron un territorio propicio para cazar, pescar y sembrar, cuenta Eliana Mendoza, secretaria de Cultura de la población. La yuca fue un elemento central de su alimentación. Pero solo fue hasta el 5 de febrero de 2000 que se realizó el Primer festival en homenaje a ese producto y 5 años después entró a acompañarlo el totumo, sinónimo artesanal de la región.

El proceso de trabajar el totumo es minucioso. Toñita, miembro de la asociación de artesanos, una señora de baja estatura con rasgos autóctonos muestra en su hogar cómo lo hace. Se toma del árbol un totumo que no esté manchado y el producto se deja dos días fraguando. Entonces se abre y según su contextura y tamaño se toma la decisión de en qué utilizarlo: macetas, cucharas, lámparas, accesorios, vestidos de baño para reinas, esculturas de animales, en fin. Luego de sacar la pulpa, se pone a cocinar 15 minutos en aguasal, pues así se inmuniza. Después, explica Toñita, se raspa bien raspado para que quede blanquito; se le echa limón o vinagre y otra vez, vuelve y raspa. Cuando ya está bien limpio, se echa a secar al sol.

Ella recuerda que en Tubará hay muchas variedades de ese árbol y que los totumos más grandes se utilizan sobre todo para la bisutería y para hacer el brasier y la falda de las soberanas. Son tan exóticos estos elementos que no solo se exhiben en esta población sino en reinados internacionales de otras partes del mundo.

Ahora la reina de 2019, Daniela Sofia Hernández Díaz decide mostrar su palacio. Y ahí, al final de una calle, en la loma y con el letrero apropiado colgando de la puerta, está el “Palacio Real”. En la terraza hay música carnavalera y mucha agua. Daniela, con sus 18 años, sonríe. “Aunque no hubo reinado, se sigue llevando la tradición”, repite. Igual hay festival y cuestiones gastronómicas. “Yo estoy feliz de ver al pueblo contento pues sigue la fiesta en la Batalla de las Flores. Tubará, un pueblo tranquilo, es territorio ancestral por los indígenas Mokaná y mágico por sus zonas verdes”.

Faltan apenas unos minutos para que en la tarima ubicada en la pequeña plaza sustituta todo esté a tono con la festividad. La plaza comienza a llenarse y estalla con la música. No estarán las reinas de Juan Mina, Puerto Colombia, Piojó y Galapa.  Al fin de cuentas, en 2019 qué importan las reinas si en Tubará la historia se preserva.

Foto: Maxpixel

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