Por: Yoleidys Moreno
Tras varias horas de viaje desde Barranquilla y una carretera llena de baches y trancones, El Carmen de Bolívar nos recibió con ese ambiente característico de los pueblos de la Costa.
El Carmen de Bolívar es una región ubicada en la zona montañosa conocida como Montes de María. A sus habitantes se les dice “carmeros” y son los productores originales de las famosas chepacorinas.
Tras varias horas de viaje desde Barranquilla y una carretera llena de baches y trancones, El Carmen de Bolívar nos recibió con ese ambiente característico de los pueblos de la Costa. Tiendas, locales, ventas de andén, vendedores ambulantes, todo un festín de comercio bajo el brillante sol carmero.
Algunas calles y preguntas después por fin llegamos a la Casa de la Cultura. Imposible no reconocerla. Está vestida de colores, amarillos, naranjas, verdes, casi rechinantes por el templado sol.
Más allá de la tradición y la gastronomía, El Carmen de Bolívar le ha ofrecido al mundo un ejemplo de superación y tenacidad que hoy los enorgullece. Ejemplo que fuimos a conocer personalmente.
En la pequeña sala de reuniones de la Casa de la Cultura, compartida con el museo a Lucho Bermúdez, un grupo de chicos y chicas llegaban poco a poco para tomar asiento a un lado de nosotros.
Los jóvenes pertenecen a un proyecto comunicativo muy reconocido en la región: el Colectivo de Comunicaciones Montes de María Línea 21.
Beatriz Ochoa, su directora, nos dió la bienvenida contándonos acerca del nacimiento del colectivo.
Fue una iniciativa popular auspiciada por algunos maestros, comunicadores y líderes de la zona hacia el año 1994, con el fin de promover iniciativas masivas de comunicación en las comunidades montemarianas.
En un principio fueron proyectos pequeños pero que estaban por tomar rumbos más grandes. Cuenta Beatriz que solían hacer cines al parque, también se reunían los lunes y llevaban a los niños a la plaza para que dibujaran y colorearan.
Sin embargo, hacia finales de los años 90, Montes de María se convirtió en uno de los epicentros del conflicto armado. La violencia se extendió hasta entrados los años 2000.
Fue una época oscura, las personas no salían de sus casas por temor y el pueblo se apagó. No obstante, el colectivo encontró una motivación más en estos hechos. Se dieron cuenta que su trabajo era fuertemente valorado por el pueblo, así que decidieron hacerle jaque mate a la violencia.
Desde entonces el colectivo se ha dedicado a aportar en el proceso reconstructivo, tanto de su pueblo como de los aledaños, a través de sus proyectos de medios de comunicación comunitarios como las radios y los periódicos.
El Mochuelo: Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María, es uno de los proyectos más importantes que han emprendido en el Colectivo.
El Mochuelo levantó el vuelo el pasado 15 de marzo en El Carmen de Bolívar. Es una casa típica de la región hecha en madera y que se puede transportar de un lugar a otro.
En el techo lleva un mochuelo, ave típica de la región, reconocida por su melodiosa voz, pero sobre todo, por su resistencia, característica que le concede el honor de ser el emblema de la memoria montemariana.
El Colectivo de Comunicaciones Línea 21 también se ha enfocado en la producción de vídeos para YouTube y programas como “1 minuto por mis derechos”, donde los niños tienen la oportunidad de contar sus historias desde lo más cotidiano hasta lo más inusual. Estos proyectos han abierto la mente de los jóvenes sobre un futuro más próspero, tanto de ellos como del pueblo.
Glenda Ponce tiene 16 años y sueña con ser psicóloga. Ella pertenece desde hace poco al colectivo como parte de su servicio social.
Gracias al colectivo Glenda ha aprendido muchas formas de ayudar a las personas, pero la que más le gusta es escucharlas. En este momento está trabajando en un proyecto audiovisual donde debutará como actriz, algo que nunca había hecho y por lo que está emocionada.
Jesús Daniel es el más extrovertido. Quiere ser fotógrafo pero también le llama la atención el periodismo.
Jesús se califica como alguien que le gusta ser diferente: le gusta lucir su cabello afro, camisetas holgadas, sus jeans rotos y sus piercings. Le gusta el rock y sueña con comprarse una combi así como la de los hippies.
En el pueblo lo miran como un extraño y lo tachan de drogadicto y vago, sin embargo, él vive enfocado en su labor y en sus metas para no dejarse contagiar de aquello que él llama “el conformismo del pueblo”.
El colectivo se ha convertido en la universidad de Jesús. Allí ha enriquecido su talento fotográfico, y no solo eso, sino que también aprendió a hacer guiones y a producir.
Son muchos los jóvenes de El Carmen de Bolívar que se han unido al colectivo para ocupar su tiempo libre en proyectos productivos y otros que han llegado porque se sienten atraídos a los medios de comunicación.
También son muchas las razones para valorar este tipo de iniciativas, más aún en los pueblos que necesitan recuperar su identidad luego de tanta violencia.
Así como el Colectivo de El Carmen de Bolívar se han creado otros con iniciativas similares en diferentes pueblos de la región. Ellos llevan el mensaje de la paz y la reconciliación a jóvenes y adultos que lo necesitan.
El Carmen de Bolívar nos despidió con una visita a su fábrica de Chepacorinas, orgulloso de lo que produce y de su gente. Orgullosos también nosotros de poder abrir nuestra mente para comprender un poco más cuál es el verdadero camino hacia la paz.