Por: Rochell De Oro, María Colón, Valentina Chamorro, David Ariza.
La Universidad del Atlántico es de las universidades más importantes del país, sin embargo sus estudiantes se quejan constantemente por la mala infraestructura de la institución y las condiciones en que reciben sus clases.
Alrededor de las 10:30 de la mañana del pasado 11 de octubre, Kris Betancourt salió de una de las clases más incómodas que ha tenido durante los tres semestres cursados en el programa Operación Turística de la Universidad del Atlántico. “Hoy tuve clase a las 8:30 de la mañana y nos tocó dar la clase sentados en el suelo porque no alcanzaban las sillas para todos los salones en el bloque E, normalmente en el salón hay entre 40 y 45 estudiantes en un espacio reducido”.
A diario, en la mayoría de bloques que componen el campus de la Universidad del Atlántico (UA), los más de 24.000 estudiantes deben vivir batallas campales al ingresar a los salones para conseguir sillas libres. Además de la escasez de asientos, las aulas no están adecuadas para afrontar las condiciones climáticas de la ciudad, pues Betancourt expresa que en la mayoría de los salones en donde reciben clases hay 3 ventiladores, de los cuales casi siempre funciona solo uno.
“¿Uno qué le puede pedir a la Universidad si estamos estudiando gratis?”, dice Kris Betancourt (estudiante)
Por lo demás, en las horas del día deben soportar las altas temperaturas propias de la ciudad, que no es lo único que los afecta, porque lo salones se inundan de agua cuando se presenta la lluvia, motivo por el que en muchas ocasiones llegan a cancelar varias de las clases. Pero, a pesar de sufrir con esta problemática, la estudiante expresa ciertas reservas al momento de criticar “¿Uno qué le puede pedir a esta universidad si estamos estudiando gratis?”, demostrando así que, lamentablemente, los estudiantes se han ido adaptando a las condiciones poco idóneas de la infraestructura.
Este mismo pensamiento lo comparte Ángel Pertuz, estudiante de Arquitectura, quien refiriéndose a otro problema, afirma que “a los profesores y a los estudiantes nos incomoda que vengan otros y fumen hierba”. Tras años lidiando con la situación, muchos estudiantes también han ido acostumbrándose a ella, pues la zona donde se dictan las clases de Arquitectura, mejor conocida como ‘foro’ es la más afectada por el consumo de sustancias alucinógenas en la UA. Sin embargo, esta costumbre no elimina las dificultades de recibir clases. Según Ángel, en la mencionada zona otros estudiantes escuchan música a alto volumen, lo cual impide escuchar a los profesores en horarios de clases, un inconveniente que se suma al denso humo proveniente del lugar, que se dirige al resto de salones provocando que todos los estudiantes, inevitablemente, terminen inhalándolo.
Sin embargo, María Alejandra Guzmán, deportista de la Uniatlántico, no piensa igual que Kris o Ángel respecto a acostumbrarse a lidiar con estos problemas, ya que considera que la universidad debería mejorar su infraestructura. En su caso, siendo levantadora de pesas, Guzmán afirma que no cuenta con todos las herramientas necesarias para un buen entrenamiento, ya que lo poco disponible se encuentra en estado de oxidación extrema. “Nosotros nos lo merecemos como deportistas que le brindamos un beneficio a la universidad”, comenta.
A las anteriores dificultades se deben sumar el esquivar pisos rotos, evitar realizar necesidades básicas para no soportar olores desagradables por las malas condiciones de los baños, la proliferación de insectos o por miedo a no encontrar agua, papel higiénico y jabón; tener que hacer la “vaca” (colecta) para alquilar un video beam para lograr exponer, soportar basura alrededor de los bloques y no contar con elementos de seguridad como extintores e iluminación adecuada. Estos hacen parte del listado de inconvenientes que deben afrontar día a día los uniatlanticenses que acuden al alma mater a recibir las clases que les garantizarán obtener el título de profesionales en el futuro.
La UA, entre las más importantes
Desde hace un tiempo, la Universidad del Atlántico no ha contado con la suerte de tener administraciones que utilicen la excelencia académica de sus docentes y alumnos como trampolín para alcanzar un mayor desarrollo, según afirman algunos estudiantes y docentes de la institución.
La UA es de las universidades públicas más importantes del país, cuenta con 75 años sirviéndole a la región Caribe, es reconocida a nivel departamental y regional por la excelencia académica de sus diez facultades, programas de pregrado, especializaciones, maestrías y doctorados, de los cuales 8 han sido acreditados de alta calidad por el Ministerio de Educación.
Hacía más de cinco años que esta universidad no contaba con un rector oficial. Sin embargo, desde hace pocos meses la institución se encuentra a cargo de Carlos Prasca, quien en compañía del resto de la administración busca implementar planes orientados a la mejora de la infraestructura, entre los que se encuentran la apertura del nuevo centro cultural y la construcción del edificio de laboratorios, los cuales servirán para aumentar el número de grupos de investigación, doctorados y maestrías, así como la creación de un nuevo centro de idiomas y la recuperación de los edificios en la antigua facultad de Arquitectura del centro.
Curiosamente, Arquitectura es una de las carreras que más sufre los estragos de la mala infraestructura. Mirna Arévalo, docente del programa, explica que poseen muchas dificultades en los dos tipos de aulas donde se desarrollan las clases, las teóricas y las de taller. En el caso de las teóricas comparten la misma problemática del resto de la universidad -escasez de sillas y abanicos- sin embargo, a estas se les suma un problema con la acústica, pues según la docente se genera mucho eco dentro de los salones lo que dificulta dictar las clases.
En cuanto a las aulas de taller no fue necesario mencionar las condiciones en las que se encontraban. Es evidente a la vista: solo uno de estos salones contaba con una puerta en condiciones aceptables, cuya única función era anunciarle al estudiantado, por medio de un pequeño cartel pegado en su vidrio, que el salón carecía de mesas por lo cual resultaba imposible realizar sus clases prácticas allí. En todo caso, la escasez de mesas en los salones no se debe estrictamente a la carencia de las mismas, sino al uso erróneo que algunos estudiantes les dan: es posible encontrar en las afueras de los salones algunas mesas convertidas en puestos de venta de dulces, que son comercializados dentro de la universidad.
“En el mes de marzo se va a entregar un edificio de laboratorios con 61 espacios para la investigación”, dice el Rector.
Infraestructura y educación
El panorama no refleja lo que se esperaría de una de las principales universidades públicas del país: ventanas rotas, un calor insoportable debido al hecho de que estos salones no cuentan con abanicos y un gran eco que se alimenta de la falta de mesas y sillas dentro de los aproximadamente tres metros cuadrados en los que se desenvuelven los arquitectos de la Universidad del Atlántico, un entorno que, según Arévalo es deficiente “porque la forma del espacio no permite tener una distribución distinta de esas mesas que solamente se pueden disponer de una o dos formas”, una problemática que, por supuesto, le resta dinamismo a las clases. Estos son solo algunos de los detalles perceptibles, pues el marcado olor a sustancias alucinógenas obliga a abandonar de forma casi inmediata este bloque.
La magíster en Educación, Elizabeth Vides, resalta que la infraestructura de un centro educativo puede tener efectos negativos en los estudiantes, pero esto no implica que vayan a dejar de aprender. Sin embargo, desde su punto de vista, el aprendizaje se realizará con mayor rapidez si el estudiante no está más preocupado por sobrevivir a las altas temperaturas que por escuchar lo que le dice su profesor. Vides también recalca que, actualmente, uno de los puntos tomados en cuenta por el Ministerio de Educación al momento de realizar las acreditaciones a la instituciones de educación superior es cuán adecuado resulta el ambiente en el que se desenvuelven los estudiantes de una institución superior, y de qué manera éste incentiva un mejor aprendizaje.
Otra de las obras planteadas por Prasca es la recuperación de los escenarios deportivos del plantel, que no sólo benefician a la carrera de Licenciatura en Cultura Física, Recreación y Deportes sino a los deportistas del Atlántico en general. Actualmente el coliseo de la universidad tiene la apariencia de un sitio que ha sido abandonado hace varios años, sus gradas poseen un aspecto deplorable, cuenta con dos marcos en cada extremo a los que es imposible distinguirle un color, pues el óxido se ha apoderado de ellos. Todo esto sin contar con que se encuentra a la intemperie, pues hace meses el techo se vino abajo.
La Coordinadora de Deportes de la universidad, Dolores Nieto, mientras dictaba la clase a sus estudiantes debajo de las gradas de la piscina olímpica (único escenario deportivo que se encuentra en óptimas condiciones), afirmó que la cancha de fútbol parece un potrero y que la pista atlética parece una carretera vieja, lo que impide a los deportistas practicar en las instalaciones de la universidad, motivo por el cual ahora deben trasladarse al Estadio Metropolitano.
Lastimosamente, a pesar de lo tranquilizantes y oportunas que puedan parecer las mejoras propuestas por Prasca, es evidente que los estudiantes y docentes confían muy poco en la administración y en la actualidad lo único que tienen son comentarios negativos sobre el claustro. Sin embargo, el mismo Prasca asegura estar comprometido con los proyectos y también ha manifestado tener la plena seguridad de que logrará que la Universidad del Atlántico se mantenga como un referente de mejoría en la educación superior. También extendió la invitación a que se le realice el próximo año un seguimiento a la institución para apreciar los cambios que, asegura, tendrá la universidad.
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Krys Betancourt
Gracias a ustedes por mostrar la verdadera realidad por la que padecemos. A Diario los estudiantes felicitaciones excelente trabajo