Por: Zharick Alvear Quintero
Kelly Restrepo, reina del Carnaval de la 44, vistió en su coronación el color de la pasión característico del amanecer de La Arenosa. Así se forjó la obra de su diseñadora, Laura Toro.
Si el camino para ser reina es largo, el que lleva a vestirla lo es más. El proceso para diseñar y confeccionar un vestido de carnaval es arduo pues este pasa por hacer una minuciosa investigación, conocer y entender a la reina, elegir materiales y cerrar la producción.
A Laura Toro Buelvas, diseñadora, se le iluminan entonces sus ojos café mientras mueve las manos maltratadas, que son un testimonio de esta, una guacherna de la tela y el color.
Dos tableros, más de 20 pupitres con sus máquinas de coser, tablas para planchar, una ventana y una sola puerta son una parte del taller en donde Laura y su grupo representaron el color del amanecer rojo y naranja barranquillero. Aquel, ubicado en la Universidad Autónoma, se convirtió en su casa por cuatro meses, donde el metro, las tijeras, la escarcha dorada y las telas se volvieron sus mejores compañeros.
En Barranquilla hay cientos de reinas y de reyes, y todos saben que un vestido puede irradiar luz, música y fuego en cada una de las fiestas de los cinco días decisivos. “La realeza ha de vestir lo mejor”, dice el decreto popular al que llaman opinión. Entonces muchos artistas de la ciudad saturan de lujosos diseños la casa de una reina. Papeles, colores, ideas y realizaciones empiezan a llenar las madrugadas y a invadir los talleres de moda de la ciudad.
Sin embargo, la sencillez de una inexperta fue la que finalmente cautivó a la realeza y Laura Toro coronó. Así es la obra de Laura.
Era una de esas tardes de noviembre en Barranquilla donde no se sabe si lloverá o no. Laura estaba en la casa de su abuela esa tarde, sentada en el piso de la terraza, intentaba pronosticar el clima cuando una llamada interrumpió sus pensamientos.
Era Ashley Granados, una de sus profesoras. Le preguntó si quería liderar el grupo que diseñaría el vestido de la reina de la 44. Era inimaginable, porque ella no había pasado la convocatoria que hacen para elegir a los diseñadores. Un colapso de emociones la invadió y comenzó a llorar, pero inmediatamente dijo que sí. Era su auge en la carrera, algo con lo que había soñado desde que comenzó a estudiar, por lo que tanto trabajó.
Aunque en ese momento Laura lloraba, hoy cuando cuenta lo que pasó ese día ríe como una niña chiquita que acaba de hacer una picardía.
Cuatro meses duró el proceso de elaboración de un vestido rojo con lentejuelas, largo, tipo sirena y ceñido al cuerpo, que deja ver las curvas características de la mujer caribeña. Tiene signos musicales al costado izquierdo, y un tocado de plumas rojas, anaranjadas y amarillas, con piedras que salen de la espalda hasta la altura de la cabeza representando el renacer del carnaval.
Fue el resultado de la investigación. Laura y su equipo evidenciaron que el color que más le favorecía a la realeza de la 44 es el rojo, porque el color de la piel morena está en la misma gama de color. Hacer el figurín -que resumen en plasmar la idea en papel-, fue el segundo paso. Se le tomaron las medidas de caderas, busto y cintura para poder elegir qué y cuánta tela.
Con su compañera, la tijera, comenzaron a cortar los pedazos para después unirlas con puntadas de máquina. Al ver la cara de felicidad de Kelly, Laura supo que sus noches en vela habían valido la pena. Una obra de arte, valorada en 4 millones 300 mil pesos a costo, es decir, al precio más económico. Punto de encuentro de miradas que la gente celebra.
El cuarto perfecto para una fiesta
En una casa de dos pisos, en el barrio paraíso de Barranquilla, está la tienda y el taller de Lucy Serpa. En el primer piso se encuentra la tienda, el lugar del servicio al cliente. Hay un espejo grande con luces que se convierte en el sueño de cada mujer que la visita.
La ropa está organizada por tipo de prenda y en una esquina se amontonan accesorios y colonias de un lugar acogedor. En el segundo piso está el taller, un lugar que hace de almacén y en donde hay telas, hilos, mesas y prendas listas para entregar. El punto central es un cuarto pequeño “perfecto para trabajar”. Tiene una venta y una puerta hacia el balcón que da la iluminación adecuada para el trabajo.
Hay dos mesas con máquinas de coser, una al lado de la otra junto a la ventana y en una de las paredes hay un cuadro que dice “Dios bendiga cada rincón de este negocio”. Una vitrina con hilos y con un televisor encima –que da la impresión de no cumplir su función-, decora la pared al lado de la puerta de entrada. Al entrar lo primero que piensas es: ”qué desorden”, pero… ¿qué taller no está lleno de telas, trozos de tela e hilos regados?
Lucy Serpa, 58 años, estudió a sus 34 diseño de modas y creó con su dos hijas a Lucy Serpa, una marca de ropa para mujeres y niñas. La rapidez con la que cose deja en evidencia los años de experiencia que tiene encima. Sus ojos solo se fijan en la máquina al coser y cuando organiza la prenda debajo de la aguja, deja sus dedos meñiques alzados, así como cuando uno quiere representar a alguien “cachetoso”.
Su especialidad no es el carnaval, es más, no participa en él por asuntos religiosos. Pero esto es un negocio y si el cliente lo pide, lo hace porque de igual forma “sigue siendo moda”.
Aunque no comparta el carnaval, al hablar del colorido, el brillo, las lentejuelas y la creatividad de cada diseñador, una sonrisa parece salir tímidamente. Mientras cose un pantalón negro comenta que el carnaval no solo son el amarillo, verde y rojo, sino que el blanco y el negro también hacen parte de esta fiesta.
En ese momento quita su mirada de la máquina y sonriendo habla de la confección de un disfraz de la muerte y de lo contenta que había quedado su clienta al bailar con él la noche en la guacherna. El carnaval incluye toda la paleta de colores porque lo que hacen los diseñadores es “representar la vida”.
Foto: Carnaval de la 44