Por: Daniela Pinto
En el marco del Congreso Mujer y Paz: camino a la reconstrucción, se llevó a cabo el panel “Violencia de género en escenarios del conflicto” moderado por Claudia Mejía, con los panelistas Viridiana Molinares, Jair Vega y Angélica Orozco. Los expertos expusieron una reflexión de experiencias que visibilizan la violencia de género como una práctica sistemática e invisible en el conflicto armado colombiano.
“La condición de ser mujer se determina a través de un proceso físico, biológico y sobre todo a partir de la construcción cultural” aseguró Viridina Molinares en su ponencia Identidades suspendidas por el silencio, la opacidad, la vergüenza y los tabúes. Continuó afirmando sobre la necesidad de diferenciar el sexo biológico de la construcción del género. Tomando este último como un acto preformativo, es decir, transformado por decisión propia.
Para Molinares, la violencia somete y domina el cuerpo a nivel político, social, privado y público. De igual forma, la violencia sexual a la comunidad LGTBI por parte de grupos paramilitares en el caribe colombiano. Es decir, el pensamiento que sostenían los integrantes de dichos grupos era “vamos a violar a las chicas trans de los pueblos para que vuelvan y se comporten como deben ser, como unos hombres”. Concluye, que a partir de esas historias se realizó la Instalación: Cuerpos que Cuentan.
Por su parte, Jair Vega en su exposición Tres generaciones de la violencia y los retos de los derechos humanos sexuales y reproductivos en el contexto del conflicto armado proyectó un video a cerca de Alba Lucía, una docente en Putumayo que explica desde su perspectiva cómo ha vivido su pueblo las generaciones del conflicto armado. Afirma que las adolescentes se sentían atraídas por el estatus de poder de los grupos armados y de manera jocosa como llamaban a las tres generaciones de niños: “los guerrilleritos, los paraquitos e hijitos de policías”.
Vega afirma que ese “tipo de cultura se puede transformar”, refiriéndose a la unión sentimental de las mujeres y los integrantes de los grupos armados. Continuó diciendo que en Putumayo empezaron a trabajar en formaciones de Derechos sexuales y reproductivos en población adolescentes, confrontando como municipio la violencia. Finalizó asegurando que se deben “construir masculinidades distintas” para enfrentar de otra manera el asunto del empoderamiento de la mujer actual para construir relaciones equitativas, justas e incluyentes.
Por otro lado, Angélica Orozco reiteró que la violencia contra las mujeres y las niñas basada en género “no está constituida por fenómenos aislados. Por el contrario, se trata de ataques cotidianos y recurrentes”. Así lo expuso en el panel Violencia de género en los escenarios de posconflicto en el departamento del Atlántico. Agregó que al ser un acto repetitivo se naturaliza y que este “se trata de un fenómeno cultural, estructural y social, en rezago a las costumbres y estereotipos de género basado en la supuesta inferioridad de la mujer”.
Finalizó agregando que la ONU en 1993 declaró la violencia de género como una violación de los derechos humanos y a nivel nacional, la ley 1257 de 2008 estableció normas para garantizar una vida libre de violencia. Por último, dentro de los desafíos que se enfrenta el Departamento son el empoderamiento de las mujeres, es decir, tomar consciencia para luchar con los estereotipos; establecer sostenibilidad de alianzas entre diferentes actores para enfrentar el problema; establecer oficinas de la mujer en los municipios; y, retomar el protocolo de atención para tratar la violencia física, mental y económica, concluyó.