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Por Brianda Jiménez 

Hace tres años empecé a analizar los discursos de Gustavo Petro. Me llamaba la atención como exponía sus ideas, por medio de una inteligencia articulada en cada frase que pronunciaba. Sus debates en el Senado eran muestra de vigor y de certeza en una lucha contra las injusticias e irregularidades del país, como los falsos positivos. Tal vez por eso lo califican como antisistema. Pero, ¿qué es estar en contra del sistema cuando este se ha caracterizado por la corrupción en sus instituciones?

El nombre de Gustavo Petro genera cierto miedo o esperanza a quien lo escucha. Por un lado, un miedo infundado que persuade a los incautos y analfabetas políticos. Edna Martínez, investigadora de la Universidad Libre de Berlín, argumentó en el programa Cuadriga del canal alemán Deutsche Welle que “en Colombia existe una instrumentalización del tema de  Venezuela para generar miedo y rechazo, con el objetivo de cerrar cualquier proyecto alternativo, generar un miedo que no tiene ningún fundamento”. Y tiene toda la razón, Colombia tiene sus propios problemas: 282 líderes sociales asesinados entre el 2016 y 2018 (Defensoría del Pueblo), tercer país más desigual del mundo, después de Haití y Angola (Informe Desarrollo Humano, ONU), un índice de Gini de 0,51 (Banco Mundial), y 11 niños muertos en una semana por desnutrición en la Guajira en lo que lleva el 2018 (Instituto Nacional de Salud).

Por otro lado, el discurso de Petro transmite esperanza para aquellos que no le tenemos miedo al cambio. En él retoma la dignificación de los más pobres, de la Colombia profunda, olvidada e injusta, y el verdadero respeto por los recursos naturales del segundo país más biodiverso del mundo. Sin duda alguna, sus propuestas ponen en la mesa del debate los verdaderos problemas que aquejan tanto el presente como el futuro de Colombia:

Petro resalta con su propuesta la importancia de la educación superior gratuita en un país donde el 30% de las universidades son estatales, y sólo el 48% de los graduandos ingresan a la educación superior (Ministerio de Educación). Por ello, se enfatiza en la educación como un pilar fundamental para la construcción del tejido social de un país.

Asimismo su propuesta de seguridad “con énfasis en disuasión y prevención” se asemeja al tema educativo, puesto que en ella prima la pedagogía de la prevención, más que el determinante de un castigo punitivo. Lo que es la intervención social, y acción oportuna y eficaz de la fuerza pública “bajo un enfoque de derechos”.

“La despolitización de sistema judicial”, es decir, separar la política de la justicia es, sin duda, una propuesta que pretende luchar contra el clientelismo y la corrupción en el congreso y las altas cortes.

Igualmente, le apuesta a un “sistema de salud público”, salir de la dependencia de las Entidades Promotoras de Salud. Desligarnos de intervenciones administrativas innecesarias, que hacen la atención de los pacientes una experiencia incluso más traumática que la misma enfermedad por la que acuden. Petro propone un sistema de salud basado en la prevención, en donde unos médicos respondan por determinadas familias, y así evitarse gastos en enfermedades que se pueden prevenir.

“Cambio del modelo económico, del extractivismo a la agroindustria”. Esta es el pilar de las propuestas de Gustavo Petro. El cuidado del medio ambiente está en cada uno de sus discursos, y sin duda acierta en las preocupaciones del primer mundo: el cambio climático. Actualmente los gobiernos europeos están en un proceso de transición de energías fósiles a renovables, alejándose del carbón y del petróleo. Latinoamérica no puede quedarse atrás, y Colombia como segundo país con mayor biodiversidad debe empezar a unirse a esa visión de nación. Se debe preservar los recursos naturales, y pensar en la futuras generaciones.

Si bien es cierto que la industria petrolera aporta 7% del Producto Interno Bruto, y genera más de 95.00 empleos directos e indirectos, sin embargo, la gran mayoría de estas riquezas se van para los bolsillos de unos pocos, y el desastre ambiental se lo dejan a los territorios que han explorado (desvíos y contaminación de ríos, alteración del equilibrio ecosistémico, muertes de especies), afectando así a las comunidades aledañas (enfermedades respiratorias, malformaciones), y a la fauna y la flora de la región. Además, la mano de obra de esta industria es especializada, y excluyen a una comunidad no preparada para desempeñar los trabajos propios de esta.

Colombia con su potencial en recursos naturales se merece un sistema económico mejor al minero. Más incluyente y amigable con el medio ambiente. Una economía diversificada y verde. Una industria entorno al agua y a la producción de la tierra es menos agresiva que la extracción de aquello que no hemos sembrado, ni trabajado con esfuerzo, y que indudablemente reduce los índices de pobreza.

Las cartas están sobre la mesa y he hecho mi mejor jugada. Deseo un país diferente y alejado de las injusticias. Yo voto por Gustavo Petro. No le tengo miedo al cambio.

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