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En medio de un panorama desalentador para el arte barranquillero debido al cierre de teatros y los pocos espacios adecuados para el desarrollo de la cultura, la zona del Amira de la Rosa se ha convertido en el escenario predilecto para las artes.

Barranquilla tiene un museo artístico al aire libre y no lo sabe. La única forma que tiene el barranquillero para sentirse inmerso en un museo de arte estando en un parque es en la zona del Amira de la Rosa.

Basta con caminar un par de metros para entrar en una sección diferente. Desde el centro del parque, que sería la recepción del museo, uno mira hacia un lado y ve unas faldas de colores que resaltan los movimientos sutiles de las bailarinas. De repente, el ruido de una gran ovación hace voltear hacia donde cientos de personas celebran extasiados las rimas que un rapero acaba de soltarle a su rival, y si caminas un poco más hacia la esquina, los pies son capaces de moverse en automático para descubrir la necesidad de tanto alboroto que se genera en una puerta estrecha y oscura. Al llegar, un viejo salón en forma de bajada con una mujer disfrazada de bufón y con las cejas pintadas exageradamente en espiral llaman la atención, mientras sus acciones dan como respuesta algunas carcajadas.

La danza, el Freestyle rap y el teatro son las tres disciplinas que hacen parte de una historia que muestra la posibilidad de hacer arte con muy poco apoyo.

Danza: una fusión entre el cuerpo y la música

Los pies y el cuerpo se coordinan en un solo sentido que describen en movimientos los sentimientos de una canción. Esa es la vista que ofrece Nativos, el grupo de baile que practica en la zona del Amira de la Rosa. Al esperar hablar con un hombre alto, moreno y de nariz ancha, quien actúa como director del grupo y cuyo nombre es Héctor Nena, nada se roba más las miradas que ver cómo el cuerpo de los bailarines obra de manera tan idónea que se olvidan del piso en cemento que funciona como pista de baile.   

Las bailarinas de cumbia mueven sus polleras de colores fluorescentes al ritmo de la música, con movimientos delicados y envolventes. Crean una composición perfecta a los ojos, entre el color de sus polleras y el movimiento marcado de sus caderas, acompañadas de ocho bailarines que parecen custodiarlas. 

Estos hombres y estas mujeres de camisillas negras con azul son la columna vertebral de Nativos

Grupo Nativos durante su ensayo de cumbia en el parque del Amira de la Rosa. (El Punto/Alejandro Guillin)
El grupo Nativos realiza movimientos con las polleras en medio del ensayo nocturno. (El Punto/Alejandro Guillin)

Sentado en unas escaleras que hacen el papel de gradería, Héctor menciona que los martes y jueves por la noche son los días de práctica. Al mismo tiempo que se levanta la camisilla para limpiar el sudor de su rostro, añade: “La danza para mí es parte fundamental para seguir, para avanzar, para proyectar y para crecer a nivel personal y profesional”. 

Baile Negro, así le llama al ritmo que baila el grupo folclórico Nativos bajo la poca luz que emiten las lámparas del parque. Sus movimientos son fuertes y marcados. Los pasos se sienten como pisadas de elefantes, tan fuertes que al hacerlos gritan “¡JAAAAA!”. Sus brazos suben y bajan con una fuerza y energía que pocos tienen a esa hora de la noche. Se desplazan de un lado a otro con los brazos abiertos y mueven la cabeza para marcar el ritmo de los tambores. 

La mirada juzgona de quienes pasan es el espejo más sincero de su presentación. Solo basta con durar unos minutos junto a Héctor para sentir esa sensación de adrenalina. Sus ojos negros brillan al notar el interés por conocer su grupo y, con el cansancio del momento, expresa que la zona para sus ensayos es producto de la centralidad del parque y la falta de apoyo que existe para las artes en la ciudad. 

Las ganas de generar empleo a partir de actividades culturales más allá del carnaval hace más de veinte años eran muchas. Ahora, se conoce que diferentes gestores culturales en Barranquilla protestaron el año pasado porque, según ellos, el distrito solo investiría el 1% al sector cultural)  

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Freestyle Rap: una extraordinaria forma de expresión ante la adversidad

Pequeños grupos de no más de diez jóvenes forman rondas dispersas por todo el parque: en las escaleras, la mayoría viste de buzos anchos; apoyados sobre las barandas, uno que otro fuma marihuana; en medio del camino peatonal, algunos parquean sus bicicletas. Cada ronda es diferente, pero todas están alrededor de un parlante. Es su centro de mesa. En él se reproducen las instrumentales de hip hop sobre las cuales los freestylers improvisan y, al igual que en una cena familiar, se van turnando para tomar un pedacito de la instrumental y comérselo con sus rimas. Sólo están calentando antes de que comience la competencia.  

Mientras, un joven camina de un lado al otro del parque. Parece merodearlo. Lleva consigo una libreta y un lapicero que agita ansiosamente. Es Apokalypto, el organizador del evento. Llama varias veces por teléfono a los competidores y jurados que faltan por llegar. 

Una vez están todos, los reúne para mostrarles el formato de la competencia plasmado en su libreta. El público toma asiento en unas escaleras nombradas como El Choli, esto debido a que su estructura en bajada termina frente a una pared alta y forman un cuadrilátero parecido a un coliseo. Con las escaleras llenas, el parlante sincronizado al celular con las instrumentales y los competidores formados en hilera, está a punto de comenzar la gran final de la Word Wrestling Freestyle (WWF). 

— La idea de WWF era hacer que toda la gente se sintiera cómoda, que se pudiera crear ese ambiente de caldera que se logra crear en El Choli – nos dijo Apokalypto en una videollamada unas semanas luego de aquella final. 

Comenzó con el proyecto de la WWF en septiembre del 2022. La meta era realizar ocho eventos en donde los freestylers ganadores se clasificarían para la gran final. Fueron en total dieciséis clasificados, con una media de veinticinco competidores por cada evento. Todos se realizaron en El Choli. – Lo que lo hace especial, más que todo, es que las escaleras crean ese ambiente tipo coliseo en el que los competidores se sienten en el centro de todos – lo dice mientras dibuja en el aire la forma del lugar.   

Envueltos en el estimulante humo de la marihuana y con los gritos del público alentándolos, los freestylers entran de dos en dos al cuadrilátero y se enfrentan cual pelea de boxeo, con la única diferencia de que aquí no hay golpes físicos. Usan un arma aún más letal: las rimas improvisadas. 

Cada uno intenta sobreponerse a las ideas de su rival acerca de los temas que surgen durante la batalla. Se tiran sobre la ropa, sobre quién tiene mejor corte de cabello, sobre quién sabe más de literatura. Todo lo que está alrededor es un estímulo para improvisar. En medio de una batalla, un reciclador se resbala bajando las escaleras y se le caen todas las latas que había recogido. Las personas ayudan a recoger la basura y reanudan el enfrentamiento. Lejos de ignorar lo sucedido, uno de los freestylers termina su rima diciendo: “Estoy tan loco que hago que los locos se caigan”. La gente lo celebra con gracia, le aplauden y los jueces lo señalan como ganador. 

— Lo que me enamora del freestyle es la espontaneidad, la capacidad de que una persona, sólo a través de sus palabras, sea capaz de generar explosiones tanto de felicidad como de impresión. 

Durante algunas batallas se tocan temas controversiales. Rimas sobre asesinatos, abusos y diferentes tipos de violencia que, por muy fuertes que se escuchen, no trascienden fuera del enfrentamiento. Todo lo que se dice queda en el cuadrilátero y la tensión que se genera entre los freestylers desaparece con el saludo de manos al terminar la batalla. 

Los asistentes a las batallas disfrutan de un enfrentamiento de rima en medio de la noche. (El Punto/Alejandro Guillin)
Los dos contrincantes y el juez batallan entre rimas mientras el público observa el espectáculo. (El Punto/Alejandro Guillin)

Cada vez hay más público alrededor. Jóvenes con bolsos en sus espaldas, parejas con mascotas y padres con sus hijos de la mano: todos encuentran en el freestyle algo llamativo para quedarse a verlo. La zona del Amira de la Rosa está cerca de varias universidades y comercios, por lo que el flujo de gente suele ser alto. Sin embargo, la presencia de la policía es esporádica para la cantidad de gente, y cuando se acercan a este lugar suelen requisar a los jóvenes y sus bolsos. 

Lo curioso es que antes los eventos de rap más importantes de la ciudad se realizaban en las escaleras de la catedral, frente a la plaza de la paz. Pero, en el 2020, las autoridades suspendieron un evento y los echaron de ahí, por lo que les tocó buscar una alternativa. Sin querer, terminaron en el lugar que hoy en día es el predilecto para el desarrollo de este arte. 

Teatro: un gigante dormido ante un público expectante

La actriz hace su aparición en medio de la obra (El Punto/Sebastian Duarte)

Un edificio con baldosas beige de tipo mosaico, poco iluminado en su fachada y con unas letras grandes hechas en cemento, da paso al lugar donde varios grupos de teatro se reúnen a practicar y ensayar sus obras.  

Sociedad de Mejoras Públicas es el nombre del edificio que algún día fue reconocido, en el que hoy varios de sus salones están alquilados por una institución técnica y dos de sus salas son utilizadas para mantener viva la cultura y el arte.  

En una puerta que queda casi que escondida, en la intersección de dos paredes y sobre lo que está el aviso de Arro’ con mango, sale Lucas. Delgado, de piel color canela tostada, tatuado y con una expansión en la oreja izquierda. Mientras mira pendiente a que todo funcione de la mejor manera en la entrada del teatro, explica el surgimiento del grupo dentro de la corporación. Lucas dice que “más o menos” hace dieciséis años la Sociedad de Mejoras Públicas de Barranquilla se unió con la corporación teatral para que les dieran el auditorio Rafael Salcedo Villarreal.  

 —  La Sala es la corporación que nace por la necesidad de habilitar un espacio a que los jóvenes de la ciudad tuvieran acceso al teatro a partir de nuevas oportunidades — menciona Lucas, por lo que de ahí se deriva Arro’ con mango, como un grupo de atracción para las personas que no sienten interés por conocer este arte.  

Adentrándonos al auditorio, la boleta es recibida por unos señores que, como si de una taquilla se tratara, cortan el papel y entregan la colilla. Los escasos focos que tiene el lugar muestran el camino hasta el auditorio. Ya dentro del recinto, cada paso rechina con el suelo de madera y las sillas rústicas suenan anunciando que han sido escogidas por alguno de los espectadores presentes. 

Siguiendo la conversación, Lucas va saltando de palabra en palabra cuán persona que esquiva balas en medio de un tiroteo y añade:  

— Esta zona es primordial porque todos en algún momento, todo el mundo en algún momento llega a esta zona, sea por la casa del carnaval, sea por el centro comercial, por la plaza de la paz, por la catedral o por las universidades que rodean este espacio. 

Con su mirada ya fija en el momento, piensa mucho sus respuestas, casi que cuidando lo que dice para evitar cometer errores. “Mínimo cuatro y a veces hasta quince o veinte funciones en un mes. Afortunadamente, se ha logrado. Se ha venido creciendo muchísimo desde hace unos años.” Sigue contando Lucas, a medida que se va llenando el teatro. 

Inicia el show, las miradas se vuelcan hacia un mismo punto, la expectativa se enciende y en un conteo sale una mujer con un maquillaje llamativo blanco. Sobre las tablas y entre la escenografía, la mujer de traje empieza a expresar un monólogo. La voz varía. Las posiciones cambian. Un olor fuerte a glicerina recorre los asientos anunciando el humo para las escenas importantes. Y así hasta terminar la gran puesta en escena que recibe más de treinta aplausos a la vez de los espectadores. 

Hace muchos años el Teatro Amira de la Rosa era imponente, resultado del intercambio cultural por las migraciones que vivió Barranquilla. Hoy se resume a un proyecto inerte que poco a poco se desborona, mientras La Sala sobrevive a su lado en una Barranquilla que tiene cultura, pero muy escondida.

***

De pie en medio del parque y descubriendo tantas disciplinas, sólo es posible pensar que, al tener la fiesta más importante de Colombia y que sea cuna de grandes artistas, Barranquilla cuente con un presupuesto económico alto para las artes y el mantenimiento de los escenarios culturales. Pero nada parece estar más lejos de la realidad, pues la gente recurre a los parques por la falta de espacios culturales adecuados. 

Esperando obtener información sobre el presupuesto destinado a los teatros y grupos colectivos artísticos del distrito, solicitada a través de un derecho de petición ante la Secretaría de Cultura y Ministerio de Cultura, la única respuesta fue el silencio.  

Sin embargo, volver a esa recepción en la que comenzó esta aventura, donde la brisa de la noche trae a los oídos los escenarios artísticos de este museo al aire libre, es entender la capacidad de estas personas por hacer perdurar su arte. Seguir caminando es reconocer que, en tres disciplinas distintas que conviven en dos escenarios bajo una misma zona de la ciudad, se están creando espacios nuevos de cultura. Finalmente, el recuerdo más significativo es escuchar el conteo de tres, dos, uno, para cada actividad sin importar su fin. Esta zona de la ciudad subsiste con lo poco que queda y lo mucho que tiene: apoyo y talento. 

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Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

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Comments
  • Luis

    Super el reportaje, wow.

    25 julio, 2023
  • Carolina

    Que viva la zona Amira de la Rosa.

    25 julio, 2023

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